SebastianSeis semanas después No sé cómo decirle a Keira esto, ha pasado por mucho las últimas semanas. Enfrentar a Robert en el juicio fue difícil para ella, pero se hizo justicia y él enfrentará una larga condena por lo que hizo. Y es poco para lo que merece. Llego a casa tarde en la noche y subo a la habitación encontrando a Keira despierta. Volvió conmigo a Alemania en cuanto se resolvió lo del juicio, Serena la echaba mucho de menos, me preguntaba todo el tiempo cuando iba a regresar. —¿Vas a decirme qué está pasando? —me pregunta Keira cruzándose de brazos. Le había prometido que trabajaría menos y he estado llegando tarde estos días con la excusa de que es por trabajo, pero no es la verdad. Ha llegado el momento de contarle lo que he estado haciendo. Trago el nudo en mi garganta y solo lo digo, no hay manera fácil de revelarlo. —He estado pasando tiempo con Claudia. Ella… ella está recuperándose. —¿Qué… qué significa que está recuperándose? —balbucea confundida. —Me ll
SebastianTengo que convencerla de que no me deje. Después de lo que hemos pasado, no puede acabar así. Ella es mi vida, la lu que me sacó de la oscuridad. —Sucede ahora, Keira. Tú y yo está pasando en este momento, y no estoy dispuesto renunciar a ti. Te amo, te necesito, te quiero conmigo… —¿Crees que quiero marcharme? —pregunta secándose las lágrimas que caen en su cara como una cascada—. No, no quiero irme, soñé una vida contigo, pero fue solo eso, un sueño que ha terminado. —Dime qué debo hacer para que no te vayas. Lo que me pidas, te lo daré —propongo desesperado en mi intento por convencerla. —No hay nada que puedas hacer, Sebastian. La realidad es que Claudia es tu esposa, la madre de Serena, y jamás te pediría que la abandones por mí. Ella te necesita, juraste estar a su lado en la salud en la y en la enfermedad, y debes cumplirlo —pronuncia con la voz rota. —Sí, ella me necesita a mí y yo te necesito a ti. ¿No lo entiendes? Tienes mi corazón, Keira. Y si te vas, lo
SebastianHe leído una y otra vez la nota que me dejó Keira cuanso se fue. Quiero llamarla y escuchar su voz pronunciando mi nombre, diciéndome que me ama, que volverá a mi lado…—¡Mierda! No puedo seguir torturándome así —me reprocho, hundiendo mi rostro entre las palmas de mis manos. Llevo todo el maldito día en la oficina y no he podido concentrarme en nada de lo que debería. Me siento vacío, incompleto, de la misma forma que me sentí años atrás, cuando Claudia se convirtió en una sombra de lo que era, cuando me encontré solo, disoluto y profundamente dolorido por todo lo que perdí. Esto era lo que quería evitar cuando forjé aquel personaje rudo, sin alma ni sangre en las venas que escenifiqué para Keira. Le temía a lo que el amor le hace a las personas. No, le temía a lo que perder a la persona que amas le hace a las personas. Te destroza. Te jode cada fibra del ser y te degrada a una piltrafa humana.En ese momento, mi secretaria me informa que mi madre solicita verme. Frunzo e
SebastianCon mucha pena, tuve que decirle a mi niña que Keira ya se había marchado. Estuve intentando llamarla, pero su teléfono parecía descontado. Luego su hermana me envió un mensaje para decirme que había llegado bien a Estados Unidos. Que fuera Irlanda quién me avisara en lugar de Keira me envió una señal muy clara: no quería hablar conmigo. Estoy arrepentido de no haberme quedado esa última noche con ella, de no darle una despedida apropiada ni de hacerme cargo de llevarla de regreso a casa. Pero ya está hecho y no puedo cambiar el pasado ni el presente, estoy atado entre el querer y el deber.—Tú, jodido imbécil. —Le espeto a mi hermano tan pronto abre la puerta de su casa.—¡Eh! ¿Qué fue lo que hice? —Me pregunta mi hermano alzando las manos. —Se lo dijiste. No pudiste mantener tu puta boca cerrada y le contaste a nuestra madre cómo conocí a Keira. —le reprocho lanzándole una mirada de odio. —¿Estás loco? Claro que no le dije una mierda, no soy tan estúpido. —¿No? ¿Entonce
SebastianMi cerebro sigue procesando la noticia mientras mi cuerpo actúa de forma automática. Mis piernas me conducen al armario, mis manos alcanzan un juego de jeans, una camiseta y un par de zapatos. Y sin darme cuenta, estoy vestido, bajando las escaleras y buscando las llaves de uno de mis autos en un cajón de la cocina.Al llegar al garaje, sin estar seguro a cuál de mis seis autos le pertenecen las llaves que sostengo en mis manos, presiono el botón de desbloqueo y las luces del BMW negro cobran vida. Corro hacia él y ocupo el puesto de piloto. Tal vez no debería conducir, tomando en consideración mi estado mental y el temblor en mis manos, pero no tengo tiempo de llamar al chofer. Además, son más de las once, él debe estar dormido.¡Mierda! Debo avisarle a alguien que saldré. Si Serena se despierta en medio de la noche, algo que no hace a menudo, pero es una posibilidad, debería haber alguien que esté con ella.Me bajo del auto y corro al interior de la casa para poner al tant
SebastianEl doctor abre la puerta y me invita a pasar. Cruzo la entrada y desplazo mi mirada por la habitación hasta chocar con la imagen de Claudia sentada en un sillón de cuero, con los dedos entrelazados y la mirada anclada en ellos. Su cabello dorado cubre su rostro, cayendo libre sobre sus hombros. Fue cortado recientemente, ha sido perfectamente cuidado durante todos estos años, y luce brillante y saludable.—¡Sebastian! —grita con emoción cuando sus preciosos ojos esmeralda se alzan hacia mí, atisbando mi presencia, y se levanta del sillón para alcanzarme con un potente abrazo.—Hola, corazón —murmuro en el costado de su cabeza mientras sostengo su delgado cuerpo contra el mío, rodeando su cintura con mis brazos. Ella perdió mucho peso a través de los años. Era muy difícil alimentarla la mayoría del tiempo y su cuerpo sufrió las consecuencias.—Llévame contigo, Sebastian. Quiero irme de aquí —suplica entre sollozos y temblores inestables.Mi corazón se desmorona y se llena de
ClaudiaÉl cambió. Ya no me mira con el intenso amor que antes destellaba en sus ojos. Y no lo culpo. Me ausenté por muchos años, estuvo solo cuando nuestra bebé falleció, tuvo que criar a Serena por su cuenta mientras yo estaba hundida en un hoyo oscuro, y todo eso lo empujó lejos de mí. He intentado ignorarlo, me he dicho que debo darle tiempo para retomar el ritmo de nuestro matrimonio, pero su infelicidad silenciosa grita fuerte. Él está aquí, justo frente a mí, y lo siento a miles de kilómetros. A un lado, se encuentra Serena, mi dulce niña de ojos verdes y cabello dorado. Hay una tristeza en sus ojos que pretende ocultar pero que es visible para mí. Es mi hija, la tuve en el vientre, la conozco. Sé que sufrió, que mi ausencia marcó su corazón, y me duele saber que la herí de esa forma. Mi psiquiatra dice que no me culpe, que era imposible para mí controlar lo que pasó hace cinco años, pero el sentimiento está ahí, nadando en mi pecho. Mi niña creció sin una madre, perdió a su he
Sebastian Capítulo 105 Sebastian Claudia se encuentra demasiado inestable emocionalmente, me preocupa que tenga una recaída. Tengo que luchar más fuerte por hacerla sentir amada, borrar sus dudas y sus miedos. Estoy haciendo mi mejor intento, pero no parece bastar. Tengo que luchar más fuerte, tengo que recordar ese amor que sentí un día por ella y que me consumía completo. La beso con pasión y la desnudo poco a poco con suaves caricias. Le haré el amor como me lo ha pedido, la haré sentir preciosa, deseada, querida… le daré lo que necesita, aunque por dentro me sienta morir porque mis besos y mi pasión son solo de la morena que se adueñó por completo de mi alma y corazón. —Te amo, Sebastian —pronuncia Claudia con la mirada pletórica mientras me muevo sobre ella. —Te amo, corazón —recito sin que lo sienta realmente. No creo que pueda amarla como lo hice antes, no después de Keira. Pero si tengo que fingir que lo hago para que esté bien, lo haré. Luego de hacerle el amor a mi es