Verónica entró a la habitación de su hijo con el rostro rojo de ira. Mark, aún recostado en su cama, levantó la mirada pero no mostró ninguna sorpresa. Lo que estaba por venir era inevitable.—¡Mark, ¿qué demonios te pasa?! —gritó Verónica, acercándose con paso firme—. ¿Cómo pudiste dejarte llevar por tus malditos instintos con Kristen?Mark se encogió de hombros, como si fuera algo que no le importara en absoluto.—No me arrepiento de nada, y no me importa lo que haya pasado, esa mujer me gusta, y estoy harto de que el idiota de Erik siempre se salga con la suya.Verónica soltó un suspiro de frustración, tratando de mantener la calma. Se acercó y se plantó frente a él, sus ojos llenos de furia.—¡No entiendes! —gritó, su voz resonando en las paredes—. Le diste la excusa perfecta a Erik para que te sacara de la empresa. Gracias a tu comportamiento estúpido, Erik tiene todo lo que necesita para deshacerse de ti. ¿Sabes lo que eso significa? Que acabas de arruinar la oportunidad de ser
Era la víspera del juicio por la custodia de Sofía. El reloj avanzaba, y el miedo y la ansiedad se palpaban en el aire de la mansión Davis. En el gran salón, Alan, Erik, Alison y Kristen estaban reunidos alrededor de una mesa, revisando una montaña de documentación y pruebas que habían reunido durante semanas. Todo había sido cuidadosamente preparado para defender la custodia de Sofía.—Aquí están las pruebas que demuestran que Sofía está en un entorno seguro, que tiene todo lo que necesita… —comentaba Alison, pasando las hojas con una sensación de alivio—. Con esto, podemos ganar el juicio. No hay forma de que los servicios de protección al menor nos quiten a la niña.Pero de repente, Alan se quedó paralizado al llegar a una parte crucial de los documentos. Sus ojos se abrieron de par en par al ver que la información que contenía había cambiado por completo.—¡Espera! —exclamó Alan, con el rostro descompuesto—. Esto no tiene sentido. Los documentos han sido modificados.Todos se acer
El camino hacia el antiguo departamento de Jennifer se hizo en silencio, solo acompañado por el sonido del motor y el golpeteo suave de la lluvia contra las ventanas del auto. Erik mantenía la mirada fija en la carretera, perdido en sus pensamientos, mientras Kristen observaba cada gesto suyo con preocupación. Sabía que detrás de esa fachada de determinación, su esposo estaba cargando una presión inmensa.—Cariño, todo va a salir bien —dijo finalmente, rompiendo el silencio y colocando una mano sobre la suya—. No podemos permitir que el miedo nos gane. Estamos juntos en esto, y Sofía siempre será nuestra.Erik apretó su mano con suavidad, aunque su mirada seguía al frente.—Lo sé, Kristen, pero no puedo dejar de pensar en lo que está en juego. Si esa gente gana… si lograra separarnos de nuestra hija… —Su voz se quebró levemente, pero rápidamente recuperó la compostura—. No lo permitiré. Encontraré lo que necesitamos para demostrar que Sofía está mejor con nosotros.Kristen se inclinó
Erik y Kristen llegaron a la mansión Davis bajo el cielo teñido de un gris melancólico. Martha, sentada en el asiento trasero, mantenía la mirada fija en sus manos, temblorosa y abatida. Los acontecimientos recientes la habían dejado desmoronada, y el peso de lo que sabía parecía aplastarla.—Martha —dijo Kristen con suavidad mientras salían del auto—, aquí estará a salvo. No tiene de qué preocuparse.La mujer levantó la mirada brevemente y asintió con timidez, aunque sus ojos seguían reflejando un miedo profundo.—Gracias, señora Davis, pero esto es más grande de lo que imaginan —murmuró, casi como si hablara consigo misma.Erik frunció el ceño al escucharla, pero decidió no presionarla en ese momento. Había un proceso que seguir, y primero necesitaban asegurarse de que Martha estuviera en condiciones de hablar.—Kristen, por favor, ayuda a Martha a ponerse cómoda —dijo Erik mientras abría la puerta principal de la mansión—. Un buen baño y algo de ropa limpia le vendrán bien.—Claro,
Alan y Alison llegaron a una callejuela oscura, flanqueada por edificios desgastados y grafitis que parecían contar historias de otro mundo. Alan observó con desconfianza el lugar, mientras Alison, con paso seguro, lo animaba.—Deja de fruncir el ceño, Alan —dijo Alison mientras bajaba del auto—. A veces, salirse de la zona de confort es lo único que queda cuando lo que está en juego merece la pena.—No sé si esto es salir de la zona de confort o directamente entrar en una película de mafiosos —replicó Alan, mirando a su alrededor con evidente incomodidad.Alison sonrió mientras tocaba la puerta de un local cuyo letrero apenas colgaba. Un hombre corpulento y con tatuajes abrió, y al verla, su rostro se iluminó con una sonrisa.—¡Alison! Cuánto tiempo sin verte. Pensé que ya te habías olvidado de nosotros.—Imposible, Tony. Te necesito para un trabajo. ¿Podemos pasar?Tony los condujo a una habitación en la parte trasera, llena de computadoras y cables desordenados. Alan observó todo c
Zayn Black abrió los ojos en medio de la oscuridad, atrapado nuevamente en una de sus pesadillas recurrentes. El aire se sentía denso, como si los muros de su mente se cerraran a su alrededor. Estaba de regreso en el colegio, en un patio lleno de risas ajenas que no compartía. Frente a él estaba Claire, su única amiga en aquel lugar que para él era más prisión que escuela.Ella sonreía, ignorante de la tormenta que se cernía sobre ellos.—Zayn, ¿me ayudas con esto? —preguntó Claire, señalando un cuaderno de matemáticas—. Tú eres bueno en esto, ¿verdad?Él asintió, sintiendo por un momento algo que rara vez experimentaba: calidez. Pero entonces apareció su padre. La figura imponente del señor Black, siempre impecablemente vestido, caminó hacia ellos como un depredador acechando a su presa.—¿Quién es esta? —preguntó, su tono frío y distante.Zayn apenas pudo responder antes de que su padre lo apartara.—Te he dicho mil veces que solo debes rodearte de personas de tu nivel, Zayn. ¿Es qu
Kristen cerró la puerta de la habitación de Sofía con suavidad, asegurándose de no hacer ruido para no despertarla. La niña estaba profundamente dormida, abrazada a su osito de peluche, con una expresión tranquila en su rostro que contrastaba con la tormenta que Kristen llevaba dentro. Se acercó a la cama y la miró un momento, sintiendo cómo el nudo en su pecho crecía. La quería tanto, era imposible poner en palabras lo que Sofía representaba para ella.—Te quiero, pequeña… —murmuró, acariciando su cabello con suavidad—. No voy a dejar que nada te pase, te lo prometo.Con el corazón acelerado, Kristen se sentó en la silla junto a la cama de Sofía y abrazó con fuerza las rodillas. Pensó en el juicio que se llevaría a cabo al día siguiente, en lo que estaba en juego. El miedo la envolvió, y las lágrimas comenzaron a caer. La idea de perder a Sofía, de no poder protegerla, la destrozaba. Había llegado a amarla como si fuera su propia hija. Había creído en este futuro tan diferente para e
Erik y Kristen se levantaron muy temprano. Aquel sería un día decisivo: el juicio que tanto temían, pero que finalmente había llegado. Erik, mientras terminaba de ajustarse la corbata, intentaba comunicarse con Alan. Marcó varias veces sin éxito, aunque se consoló pensando que su amigo tal vez estaba organizando los últimos detalles. Aún así, el nerviosismo lo carcomía. No sabía si Alan había logrado recuperar los archivos de la computadora, pero esperaba con todo su corazón que lo hubiera conseguido.Después de despedirse de Sofía y pedirle a Sarah que la cuidara, ambos salieron de la casa. Subieron al coche y, durante los primeros minutos del trayecto, el silencio reinó entre los dos. La tensión era tan evidente que parecía llenar cada rincón del vehículo.—Estoy muy nervioso, pequeña, no tengo ni la menor idea de cómo terminará todo esto —confesó Erik, rompiendo finalmente el silencio.—De la única manera que puede terminar, cariño —respondió Kristen con firmeza—, el juez otorgándo