La noche cayó sobre la casa de campo con una serenidad que contrastaba con el día previo. En el comedor, la familia Davis intentaba disfrutar de una cena tranquila. Sin embargo, los eventos recientes pendían sobre ellos como una nube oscura.Charles, sentado en la cabecera de la mesa, dirigió una mirada a cada miembro de la familia. Su semblante seguía siendo rígido, reflejando la tensión que aún no se disipaba.—Espero que después de la tormenta todos puedan relajarse un poco —dijo, rompiendo el silencio.—Es difícil relajarse cuando un extraño irrumpió en nuestra casa con acusaciones serias —respondió Erik, dejando su copa sobre la mesa con fuerza—. Creo que deberíamos tomar esto más en serio.Veronica suspiró, frustrada.—¿Vas a seguir con ese tema, Erik? Ya basta. Charles dijo que lo investigará, y eso debería ser suficiente.—Tal vez para ti lo sea, Veronica —replicó—, pero para mí no. Quiero respuestas, y las quiero ahora.Charles intervino, intentando calmar los ánimos.—Erik,
La tormenta había quedado atrás, pero las tensiones y sospechas en la casa Davis no desaparecían con el sol. Aunque todos intentaban recuperar la normalidad, Erik y Kristen sabían que había demasiados cabos sueltos.—Sospecho que estos acontecimientos están conectados con lo que nos ha venido sucediendo durante todos estos meses, Erik—reveló la joven.—Kristen, tienes razón —dijo Erik mientras se aseguraba de que nadie los escuchara en el estudio—. Todo lo que pasó en la ciudad, lo de la casa de campo y este tipo, Grayson… todo parece estar conectado.Kristen asintió, cruzando los brazos con una mezcla de determinación y preocupación.—Lo sé. Pero no creo que debamos contárselo a nadie todavía.—Especialmente no a Verónica ni a Mark —concluyó Erik—. Si esto llega a sus oídos, podríamos enfrentarnos a más problemas de los que ya tenemos.Kristen lo miró a los ojos, sus expresiones un reflejo de complicidad.—Lo investigaremos juntos. Pero, por ahora, debemos mantener esto entre nosotro
La música resonaba con fuerza en el salón, el brillo de los candelabros iluminaba las máscaras y los trajes de los invitados, pero una repentina tensión se apoderó del lugar cuando la figura de un hombre vestido completamente de negro cruzó el umbral de la puerta principal.Zayn Black había llegado.Flanqueado por dos imponentes guardaespaldas, Zayn avanzó con una confianza fría que acalló el murmullo de las conversaciones. Detrás de él, una pequeña niña de cabello castaño oscuro y ojos grandes lo seguía tímidamente, sosteniendo su mano. Amélie.Charles, siempre el anfitrión impecable, se apresuró a recibirlo, aunque no pudo ocultar su sorpresa.—Señor Black —dijo, extendiendo la mano—. Bienvenido, espero que se sienta como en casa.Zayn le ofreció una sonrisa afiladamientras estrechaba su mano.—Muchas gracias señor Davis, he escuchado tanto sobre sus famosos bailes que no pude resistir la tentación de venir.El comentario, aunque pronunciado con cortesía, tenía una carga evidente.
El aroma a café recién hecho y pasteles horneados llenaba el aire, envolviendo a Kristen en un cálido abrazo. Era un día especial, su cumpleaños, y había decidido sorprender a Mark con algo que jamás había imaginado. Mientras las primeras luces del amanecer se filtraban a través de las ventanas de la elegante cafetería, Kristen sintió que su corazón latía con fuerza, tanto por la anticipación de su regalo como por la emoción de dar un paso tan importante en su relación.Desde que había empezado a trabajar allí, su vida había dado un giro inesperado. Mark, el propietario de la cafetería, había entrado en su vida como un torbellino, trayendo consigo risas, caricias furtivas y un magnetismo que la había dejado anhelante. Ella creía en sus dulces promesas, en cada mirada intensa que compartían. Para ella, él era mucho más que un jefe; era el hombre que la hacía sentir viva. Pero hoy, estaba dispuesta a traicionar su promesa de mantener su virginidad hasta el matrimonio, impulsada por el a
En otro piso del edificio, Kristen Lawrence tarareaba suavemente mientras pasaba la mopa por los pasillos impecables de la compañía Davis Fragrances, se había prometido a si misma no derramar ni una sola lágrima más por aquel infeliz que la había traicionado, decidió continuar adelante manteniendo su espíritu inquebrantable y no volver a creer en ningún hombre nunca más. Los altos ventanales dejaban entrar la luz de la tarde, dándole a todo un resplandor dorado. El sonido de las risas y las bromas entre sus compañeros hacía su trabajo más ameno.—¡Kristen, no trabajes tanto, que nos vas a dejar mal a todos! —bromeó uno de sus compañeros, Max, un tipo robusto con una sonrisa constante.—Ya sabes cómo soy, Max —respondió Kristen con una sonrisa traviesa—. Si no hago esto, no me siento en paz.—Siempre tan entregada, ¿eh? —comentó Sara, otra trabajadora, mientras pasaba a su lado con un carrito de limpieza—. Por eso todo el mundo te adora aquí.Kristen sonrió, encogiéndose de hombros. Di
—Esther, llama a la chica que estuvo aquí hace un rato. Que venga ahora a mi oficina.Hubo una breve pausa antes de que Esther respondiera:—Kristen Lawrence?—.—No tengo idea de como rayos se llama, solo pídele que venga inmediatamente.Kristen había terminado de almorzar en la sala de descanso cuando recibió la llamada de la secretaria. Algo en su tono la hizo preguntarse qué quería exactamente Erik Davis de ella. ¿Había otro desastre en su oficina? No le parecía probable, pero tampoco era el tipo de persona que cuestionaba sus órdenes.Con un suspiro, se dirigió al ascensor y subió al piso ejecutivo. Al llegar, tocó la puerta con suavidad.—Adelante —dijo la voz autoritaria de Erik desde el otro lado.Kristen abrió la puerta y se encontró nuevamente con la escena: Sofía sentada en la silla con su peluche, y Erik de pie junto a su escritorio, con los brazos cruzados y una expresión que revelaba su frustración.—Señor Davis, ¿en qué puedo ayudarlo? —preguntó con su habitual profesion
Erik se sentía incómodo con la reacción que Kristen le provocaba, no era común que ese tipo de cosas le sucedieran, y mucho menos con una empleada.—Suban al coche —dijo con su tono habitual, aunque con un leve matiz de confusión que no pudo esconder del todo.Kristen, sin percatarse del impacto que había causado en él, ayudó a Sofía a entrar en el asiento trasero, asegurándose de que estuviera cómoda antes de ocupar su lugar en el asiento delantero.Mientras arrancaba el coche, Erik no podía evitar echar miradas rápidas a Kristen de reojo. A pesar de su irritación, algo en su presencia lo descolocaba. Hasta ese momento, ella había sido solo una trabajadora más en su empresa, alguien que cumplía con su deber sin destacar. Pero ahora, sentada a su lado, Kristen parecía más que eso. Había algo en su calma, en la forma en que había manejado a Sofía, y en cómo, sin proponérselo, había logrado despertar en él una mezcla de emociones que no sabía cómo procesar.Sacudió la cabeza, centrando
—Cuidado con lo que dices —le advirtió, acercándose un paso—. No sabes nada sobre mi vida.—Sé suficiente —contestó Kristen, sin dar un paso atrás—. Sé que Sofía está aquí, sola, sin su madre, y la única persona que debería darle estabilidad está más preocupada por mantener su agenda intacta que por la niña que, le guste o no, podría ser su hija.Erik la observó en silencio, su respiración pesada. Por un instante, no supo qué contestar. Kristen, con su mirada firme y su postura desafiante, parecía alguien completamente diferente a la empleada de limpieza que él conocía. Y algo en eso lo intrigaba, más de lo que quería admitir.—Regresa con la niña y deja de meterte en mis asuntos y ocúpate de Sofía que para eso se te paga—murmuró finalmente, utilizando el mismo tono arrogante—.Kristen lo miró con una mezcla de frustración y algo que no podía descifrar. Sin decir más, giró sobre sus talones y regresó al comedor.Erik llegó a la entrada de una de las discotecas más exclusivas de Londre