Lilibeth
Despierto en una habitación que no reconozco, me duele mucho la cabeza y el rayo de luz que entra por la enorme ventana me lastima demasiado y no logró enfocar bien, dirijo mi vista de un lado a otro y no puedo recordar cómo llegué hasta aquí, sólo recuerdo que salí corriendo, dejando atrás a todos esos hombres cuando alguien cubrió mi rostro con un paño húmedo y de ahí ya no recuerdo más.
Me levanto rápido y me dirijo a la puerta la cual está abierta, salgo, pero no encuentro a nadie, esto me provoca miedo, ¿quién puede secuestrar a alguien para luego dejarlo deambular por ahí? Bajo las escaleras y veo frente a mí una puerta enorme de madera, salgo corriendo y me paro en seco cuando veo en el jardín como veinte hombres todos armados, pero como no me detienen trato de correr hacia la salida principal cuando escucho que gritan mi nombre en un acento raro, me giro rápidamente y veo al mismo hombre de ayer.
—Lili…beth.
—Lo siento, pero debo irme, mis padres deben de estar muy preocupados. —Miento esperando que no se dé cuenta de cómo me falla la voz—. Espero que el bebé esté bien. —No espero a que diga algo más y sigo mi camino corriendo, cuando consigo llegar a la reja suelto un suspiro de alivio, lo bueno es que nadie me persigue, por lo que decido girar a la derecha y corro aún más rápido.
No he corrido ni cuatro metros cuando frente a mi sale este hombre rodeado de todos sus hombres apuntándome con sus armas, volteó y veo que me han cerrado el otro lado, igual con una cantidad infinita de hombres que me sería imposible escapar de ellos, sin darme cuenta lo tengo frente a mí y me carga sobre su hombro como si fuese un costal de papas y mis cincuenta y cinco kilos no fuesen nada para él.
—¡Bájame maldito infeliz!, ¿Quién te crees que eres? —Pataleo tan fuerte como puedo y golpeó su musculosa espalda con mis pequeños puños, volvemos a entrar a su propiedad y escucho como cierran esa reja que me separa de mi libertad.
»¡Eres un canalla! ¿Cómo te atreves a secuestrarme?, ¡Te exijo que me bajes! —grito y le doy un golpe a la altura de sus riñones, siento como se le escapa el aire y enseguida siento como me da un fuerte golpe en el trasero haciendo que me arda de dolor.
—Dice mi jefe que deje de golpearlo o cada golpe que usted le dé, él se lo regresará como hace un momento. —responde uno de sus hombres y creo suponer que se trata del mismo que hacía de intérprete el día anterior.
—A mí nadie me amenaza. —Y vuelvo arremeter con mis golpes a lo que él enseguida me da otros dos golpes en mi trasero haciendo que se me salga una pequeña lágrima de dolor, pero sobre todo de coraje, cuando dejó de golpearlo entramos a la habitación que abandone hace un momento y me avienta sobre la cama, rápidamente me alejo de él y me pego a la pared mientras que él me ignora y sale de la habitación, no sin antes lanzarme una mirada gélida y cerrar la puerta con llave.
Me acercó y trato de abrir la puerta sin éxito, comienzo a gritar pero nadie me abre, las lágrimas amenazan con volver a salir y duro tanto tiempo llorando que no me doy cuenta y caigo rendida por el cansancio; cuando despierto estoy sobre la cama y ya es bastante tarde, pero lo que en verdad me despertó fueron unas manitas tocando mi cara y cuando veo al dueño de ese cuerpecito, me doy cuenta que es el bebé de ayer, él me sonríe y eso hace que mi corazón se alegré un poco al verlo mejor que ayer, mientras lo abrazo le doy unos besos en su carita lo cual lo hace reír aún más fuerte y pegarse más a mí.
Massimo Veo como esta mujer toma a mi hijo y sé que Katherina no se equivocó en dejarlo al cuidado de ella, está tan contenta jugando con él que no ha reparado en mi presencia, carraspeo y veo como sus ojos por fin reparan en mí, puedo notar su mirada llena de odio y me vuelve a ignorar concentrándose en Alexandre. Tocan a la puerta y entra una de las sirvientas con una bandeja llena de comida, pedí que le trajeran de todo un poco ya que tiene bastantes horas sin comer y no quiero que enferme, deja la bandeja en la mesita y le ordenó que se retiré, cuando entra Pietro, le pido que haga de intérprete con esta mujer y que le pida que coma. —Dice el señor Massimo que por favor coma algo, ya está lista su comida. —Pues dile a tu señor que no tengo hambre y no pienso comer nada, quiero salir de aquí no me puede mantener encerrada todo el tiempo. —en cuanto me informan lo que acaba de decir, me levanto de la silla en la que estaba
Ya han pasado cuatro días desde que llegué aquí y fiel a mi palabra no he comido nada sé perfectamente que una persona puede sobrevivir más de treinta días sin comer, espero que con esto me deje ir de una vez por todas, pero no soy tonta lo único que hago es beber agua y es lo que me mantiene, en todo este tiempo muchas veces ha tratado de obligarme a comer, pero siempre termino saliéndome con la mía, hoy es un día soleado y he visto el jardín que es divino y tiene una piscina hermosa, pero muy profunda así que decido sacar a Alexandre a tomar un poco de sol según lo que su hombre llamado Pietro me ha dicho yo estoy aquí para cuidar de su hijo. Estamos por salir al jardín cuando Massimo me detiene y pone su brazo para impedirme salir. —Creo que ya que estoy cuidando de su hijo por lo menos podemos salir al jardín es sofocante estar todo el día dentro. —Y sin esperar respuesta empujo su brazo y salgo al jardín, ahí también hay por lo menos cuatro hombres armados
Han pasado dos días desde que traje a esta mujer al hospital con Carlo mi doctor personal, él la ha estado cuidando todo este tiempo y ahora se encuentra bien, el primer día cuando no despertaba me asusté demasiado, pero resulta que se debía a lo débil que se encontraba, en cuanto despertó preguntó por Alexandre, ni siquiera me dio las gracias por haberla salvado y en todo este tiempo no me ha dirigido la palabra. Le dan el alta y ya en mi casa la llevo cargando hasta su habitación. —No te pienso agradecer, es tu culpa si me hubieses dejado marchar yo no estaría así. —dice y me lanza una mirada gélida, se da la vuelta para no mirarme, lo que inmediatamente me hace fruncir el ceño. Lilibeth Al siguiente día, me levanta una chica llamada Mia la han contratado para ser mi servidumbre personal, aunque lo que yo creo es que quieren alguien que me vigile todo el tiempo, me pide que baje a desayunar, pero como no tengo ropa, en primer luga
Massimo Cuando Lilibeth entra al comedor no puedo evitar pensar que se ve muy atractiva, aunque lleve puesta su pijama, pero en cuestión de segundos recuerdo porqué se encuentra ella aquí y cambio la expresión de mi rostro, no quiero que se dé cuenta de lo que provoca en mí, me ignora como lo ha hecho todos estos días y a decir verdad eso me fastidia, solo tiene ojos para mi hijo y es algo bueno, ya que así el no resiente la falta de su madre. Entra Charlotte para dejar su plato de desayuno a Lilibeth, puedo notar como esta se queda pensativa y en unos cuantos segundos se levanta, supongo que quiere saltarse el desayuno para así convencerme de dejarla libre, pero lo que hace a continuación no me lo esperaba. Se lanza sobre mi sirvienta a lo que le grito que la dejé tranquila, se me olvidaba qué todo este tiempo fingía no entenderla y ahora al darse cuenta de esto me grita que me callé. Noto como está fuera de sí y comienza a
Lilibeth Han pasado varios días desde que llegue del hospital y en todo este tiempo no volví a ver a la tal Charlotte, le he preguntado a Mia por ella, pero alega que se tuvo que ir por lo que sucedió, aunque a decir verdad yo dudo de esto, pero me deja tranquila no tener a esta mujer cerca de mí, sin embargo, no quiero ser una presa fácil para cualquiera que quiera intentar lo mismo así que decido pedirle algo a Massimo durante la comida. —Quiero ir a mi antigua habitación que rentaba. —me dirijo a Massimo y por un momento me doy cuenta de que le sorprende que me dirija a él, ya que desde lo ocurrido con la tal Charlotte lo he ignorado por completo, lo que menos deseaba era hablar con él, pero en verdad necesito algo de él. —No puedes ir, sabes que no puedes regresar ahí. —contesta con indiferencia. —Necesito las cosas que dejé ahí, toda mi ropa y mis documentos, no puedes negarme eso. —grito y me levanto de mi asiento. —
Terminamos nuestros alimentos y estamos casi por salir del centro comercial cuando dos mujeres se dirigen a mí. —Así que tú eres la nueva amante en turno de Massimo. —grita una de ellas, la cual es alta, de buen cuerpo, morena, cabellera oscura y ojos claros, pero el tono en que lo dice no es nada amistoso, su amiga por su parte solo me mira con odio. —Eso no es asunto tuyo, no te conozco y no tengo porque contestarte. —Trato de seguir de largo, pero ésta me toma por el brazo y me jala hacia ella haciendo que las personas que pasen por ahí se queden observando la escena. —¿Piensas que por cuidar a su hijo te convertirá en su esposa? Sueñas, eso nunca pasará, después de que te meta a su cama se olvidará de ti. —Acto seguido me avienta su bebida a la cara, puedo ver cómo a mi lado Franco quiere acercarse a esta mujer y hacerle pagar por lo que hizo, levanto mi mano en señal de que se detenga y no haga nada. —¿Sabes? No me interes
Massimo Estoy en la sala platicando con Maritza, cuando llegan Lilibeth y mi hijo, están por subir las escaleras cuando Maritza me hace una pregunta muy hiriente haciendo que Lilibeth regresé a dónde estamos y la confronte. No sabía que esta mujer también hablaba francés ya que no pensé que podría entender lo que mi acompañante pregunto, sin embargo, cuando le contesta y da a entender que tengo varias amantes hace que me moleste aún más, dado que en todo este tiempo en que ella ha estado en esta casa nunca había traído a ninguna mujer, de hecho, desde que me separe de mi exmujer no me he acostado con ninguna de las mujeres con las que he salido, en cuento termina su discusión sale corriendo hacia su habitación. —Maritza lo lamento ¿te parece si nos reunimos otro día y hablamos con más calma de nuestros negocios? —Está bien Massimo no te preocupes. —Toma su bolso y se despide de mí dándome un beso en la boca lo cual me deja sorprendido e
Lilibeth Pongo música alta mientras me doy un baño, ya que me sentía muy incómoda por la bebida que la tipa esa me lanzo a la cara, la cual cayo en mi cabello y mi cuello, estoy tan concentrada en enjabonarme que me espanta el fuerte golpe que se escucha en la puerta y, acto seguido aparece Massimo, quien al verme desnuda parece que los ojos se le saldrán de las cuencas, le exijo que salga de ahí pero el infeliz sigue mirándome como si quisiera hacerme suya ahí mismo y siento como un calor se apodera de todo mi cuerpo, hace tiempo que ningún hombre me mira con tanto deseo contenido, al final se da media vuelta y me apresuro a cerrar nuevamente la puerta. Me termino de duchar y me pongo algo de la ropa nueva que he comprado, decido ir a buscarlo a su despacho para entregarle la tarjeta que me ha dado para comprar hoy, pero me informan que está en su habitación por lo que me dirijo ahí. Toco la puerta y después de unos segundos me permite pasar y