Massimo
Cuando Lilibeth entra al comedor no puedo evitar pensar que se ve muy atractiva, aunque lleve puesta su pijama, pero en cuestión de segundos recuerdo porqué se encuentra ella aquí y cambio la expresión de mi rostro, no quiero que se dé cuenta de lo que provoca en mí, me ignora como lo ha hecho todos estos días y a decir verdad eso me fastidia, solo tiene ojos para mi hijo y es algo bueno, ya que así el no resiente la falta de su madre.
Entra Charlotte para dejar su plato de desayuno a Lilibeth, puedo notar como esta se queda pensativa y en unos cuantos segundos se levanta, supongo que quiere saltarse el desayuno para así convencerme de dejarla libre, pero lo que hace a continuación no me lo esperaba.
Se lanza sobre mi sirvienta a lo que le grito que la dejé tranquila, se me olvidaba qué todo este tiempo fingía no entenderla y ahora al darse cuenta de esto me grita que me callé.
Noto como está fuera de sí y comienza a
Lilibeth Han pasado varios días desde que llegue del hospital y en todo este tiempo no volví a ver a la tal Charlotte, le he preguntado a Mia por ella, pero alega que se tuvo que ir por lo que sucedió, aunque a decir verdad yo dudo de esto, pero me deja tranquila no tener a esta mujer cerca de mí, sin embargo, no quiero ser una presa fácil para cualquiera que quiera intentar lo mismo así que decido pedirle algo a Massimo durante la comida. —Quiero ir a mi antigua habitación que rentaba. —me dirijo a Massimo y por un momento me doy cuenta de que le sorprende que me dirija a él, ya que desde lo ocurrido con la tal Charlotte lo he ignorado por completo, lo que menos deseaba era hablar con él, pero en verdad necesito algo de él. —No puedes ir, sabes que no puedes regresar ahí. —contesta con indiferencia. —Necesito las cosas que dejé ahí, toda mi ropa y mis documentos, no puedes negarme eso. —grito y me levanto de mi asiento. —
Terminamos nuestros alimentos y estamos casi por salir del centro comercial cuando dos mujeres se dirigen a mí. —Así que tú eres la nueva amante en turno de Massimo. —grita una de ellas, la cual es alta, de buen cuerpo, morena, cabellera oscura y ojos claros, pero el tono en que lo dice no es nada amistoso, su amiga por su parte solo me mira con odio. —Eso no es asunto tuyo, no te conozco y no tengo porque contestarte. —Trato de seguir de largo, pero ésta me toma por el brazo y me jala hacia ella haciendo que las personas que pasen por ahí se queden observando la escena. —¿Piensas que por cuidar a su hijo te convertirá en su esposa? Sueñas, eso nunca pasará, después de que te meta a su cama se olvidará de ti. —Acto seguido me avienta su bebida a la cara, puedo ver cómo a mi lado Franco quiere acercarse a esta mujer y hacerle pagar por lo que hizo, levanto mi mano en señal de que se detenga y no haga nada. —¿Sabes? No me interes
Massimo Estoy en la sala platicando con Maritza, cuando llegan Lilibeth y mi hijo, están por subir las escaleras cuando Maritza me hace una pregunta muy hiriente haciendo que Lilibeth regresé a dónde estamos y la confronte. No sabía que esta mujer también hablaba francés ya que no pensé que podría entender lo que mi acompañante pregunto, sin embargo, cuando le contesta y da a entender que tengo varias amantes hace que me moleste aún más, dado que en todo este tiempo en que ella ha estado en esta casa nunca había traído a ninguna mujer, de hecho, desde que me separe de mi exmujer no me he acostado con ninguna de las mujeres con las que he salido, en cuento termina su discusión sale corriendo hacia su habitación. —Maritza lo lamento ¿te parece si nos reunimos otro día y hablamos con más calma de nuestros negocios? —Está bien Massimo no te preocupes. —Toma su bolso y se despide de mí dándome un beso en la boca lo cual me deja sorprendido e
Lilibeth Pongo música alta mientras me doy un baño, ya que me sentía muy incómoda por la bebida que la tipa esa me lanzo a la cara, la cual cayo en mi cabello y mi cuello, estoy tan concentrada en enjabonarme que me espanta el fuerte golpe que se escucha en la puerta y, acto seguido aparece Massimo, quien al verme desnuda parece que los ojos se le saldrán de las cuencas, le exijo que salga de ahí pero el infeliz sigue mirándome como si quisiera hacerme suya ahí mismo y siento como un calor se apodera de todo mi cuerpo, hace tiempo que ningún hombre me mira con tanto deseo contenido, al final se da media vuelta y me apresuro a cerrar nuevamente la puerta. Me termino de duchar y me pongo algo de la ropa nueva que he comprado, decido ir a buscarlo a su despacho para entregarle la tarjeta que me ha dado para comprar hoy, pero me informan que está en su habitación por lo que me dirijo ahí. Toco la puerta y después de unos segundos me permite pasar y
—Señorita la cena ya está lista, el señor Massimo la está esperando. —No tengo hambre, comí demasiado esta tarde. —Le miento la verdad es que muero de hambre, pero no quiero ver a Massimo después de lo que sucedió esta tarde—. Mia por favor cuando Alex quiera dormir lo puedes traer y, por el momento que nadie me moleste. —Lo siento señorita, el señor Massimo dijo que hoy él dormirá con Alexandre. —responde con tono apenado. —Perfecto en ese caso puedes retirarte. Quiero dormir, nos vemos mañana. —Hasta mañana señorita, que descanse. Me levanto de la cama y decido cambiarme para estar más cómoda, me vuelvo a acostar y abrazo una de las almohadas, mientras vuelvo a llorar. Massimo Esta mujer me vuelve loco de una y mil formas diferentes y, cuando pienso que por fin podré hacerla mía, sin previo aviso se aleja de mí, sin darme ninguna explicación del porque su cambio de actitud. Sin pensarlo le doy a entender que ella ha
Han pasado dos semanas desde ese encuentro desafortunado con Lilibeth y está sigue sin hablarme, siempre come ya sea en su habitación o en la cocina con las demás empleadas. Si bien ha comenzado sus entrenamientos no he tenido tiempo de verificar por mí mismo sus clases. Estoy en mi oficina, cuando escucho su voz a través de la ventana lo que me hace perder mi concentración en lo que estaba haciendo. Se supone que está con el entrenador, no debería de estar en el jardín en este momento, me asomó por la ventana y lo que veo me hace enfurecer, están ella y su entrenador a punto de entrar a la piscina, ella lleva un traje de natación de una sola pieza, pero puedo ver cómo mis hombres de esa zona se la comen con la mirada. Trato de mantener la calma hasta que el entrenador se va y después me dirijo a su habitación, la alcanzó por el pasillo antes de que entre. —¿Qué te crees que estás haciendo vestida así? —le exijo, ella me mira y sigue su camino hasta llegar a
Massimo —¿Por qué tarda tanto? —le pregunto a Marion, quien me ha traído un vaso con agua, mientras espero a Lilibeth que lleva unos minutos de retraso y aún no baja. —No lo sé señor, puede que ya no tarde. ¡Oh! Mire ya está bajando, se ve realmente hermosa señorita. —Me giro cuando dice esto y en efecto tiene razón, luce hermosa. —Gracias señora Marion. —Le sonríe con cariño, mientras me quedo embobado viéndola bajar. Está noche Lilibeth lleva un vestido color verde esmeralda (haciendo que resalte sobre su piel blanca) de un solo hombro con manga larga, la parte superior parece que tiene bordadas algunas flores con detalles en color negro sobre una tela casi traslucida que deja a la vista un sostén en el mismo color del vestido, la parte baja del vestido se abre en una falda amplia, la cual deja a la vista toda su pierna derecha gracias a la abertura de esta, lleva unas zapatillas doradas a juego con su bolso y todo en ella es perfección, sólo siento que verla enfundada en este t
La noche transcurre sin ningún incidente, en un momento vi a la mujer que me humilló en el centro comercial, está por su parte en cuanto nos vio se alejó de nosotros perdiéndose entre los invitados y, me preguntó que le habrá pasado ya que se fue muy rápido e hizo como si no nos viera, aunque eso sí, a mí me lanzo una mirada de completo odio antes de darse la vuelta. Después de un rato Massimo me deja a solas para hablar con el señor Salvatore sobre sus negocios, por lo que decido acercarme a la mesa de los bocadillos, estoy viendo algo que se me antoje para probar, cuando un hombre joven se acerca a mí con dos copas en mano. —¡Buenas noches, señorita! ¿Puedo invitarle una copa? —Es un hombre muy guapo y educado por la forma en que se expresa. —¡Buenas noches!, si claro ¿por qué no? —Tomo la copa que me tiende y antes de beber le pregunto su nombre—. Disculpe la descortesía, pero ¿cuál es su nombre? —Me llamo Renzo Lombardi y ¿cuál es su nombre bella dama? —Lilibeth Domínguez, un