Alexandre —Jefe, aquí afuera se encuentra el señor Belucci quien insiste en hablar con usted —me informa uno de mis hombres, dejo los documentos que estoy leyendo un tanto confundido por la visita del padre de Liza.—Déjalo pasar, por favor. —Mi hombre se hace a un lado y veo pasar al señor Belucci bastante molesto, mira de un lado al otro como si estuviese buscando a alguien hasta que finalmente centra su mirada en mí.—¿Dónde está Yelizaveta? —inquiere molesto.—Lo siento suegro, pero Liza y yo no quedamos en vernos, no la he visto desde hace días.—E-eso no puede ser posible, ella me comentó que vendría a verte y salió al medio día de casa y es hora en que no ha regresado. —Observo la hora en mi computador y me doy cuenta de que pasa de la medianoche, por lo que tiene más de doce horas desaparecida, me levanto de golpe de mi asiento y tomo mi celular e intento comunicarme con ella—. No contesta, lo hemos intentado desde hace horas —expresa con un ligero temblor en su voz.—¿Por qu
YelizavetaPoco a poco abro mis ojos y me siento un poco desorientada sin saber dónde me encuentro, sacudo mi cabeza y cuando logro enfocar mi mirada observo todo a mi alrededor, dándome cuenta de que estoy como en una especie de bodega abandonada, pero por extraño que parezca estoy sola o al menos eso creo.Todo es tan confuso que cada que intento recordar que ocurrió me duele un poco la cabeza, cuando al fin a mi mente llegan pequeñas escenas de lo que sucedió está mañana, un escalofrío me recorre por completo, todas esas camionetas cerrándonos el paso, los hombres de papá intentando protegerme, así como los del bombón que venían detrás de nosotros y aquella chica, gritando mi nombre antes de recibir ese golpe y perder el conocimiento.Intento tocarme la cabeza que fue donde recibí el fuerte golpe que me dejo inconsciente, pero me doy cuenta de que estoy amarrada a una silla, cuando estoy por moverla escucho unas voces desconocidas.—La golpearon muy fuerte —grita un hombre seguido
Bajamos por el ascensor tan rápido como podemos y cuando llegamos al estacionamiento me encamino sin perder tiempo a una de las camionetas que aún permanecen aquí.—No tardaremos en llegar, está a unos treinta minutos de aquí —les informo subiendo a la camioneta y abrochando mi cinturón para después pisar a fondo el acelerador.El camino hasta mi antiguo hogar se pasa en un parpadeo y cuando llegamos al lugar, veo que solo unas cuantas paredes han permanecido en pie a lo largo de todos estos años, apago el motor y tomo una de las armas que se encuentra debajo del asiento.—Quiero que permanezcan aquí, hasta que llegue Bellini y Flavio.—No lo haremos, dijimos que te acompañaríamos y eso haremos —me contradice Yasha con los dientes apretados.—De ninguna manera, se quedarán aquí hasta que el resto de mis hombres llegue.Bajo sin darles tiempo a replicar, traspaso las rejas que se encuentran abiertas y no he dado ni dos pasos cuando unos hombres se paran frente a mí, disparo mi arma, pe
Nuevamente me encuentro en el cementerio, un lugar ya tan recurrente para mí, que mi pecho se oprime ante la pérdida que estoy afrontando en este momento, bajo la mirada y observo la rosa blanca que sostengo en mi mano, mientras siento como una lágrima traicionera escapa de mi ojo, con la misma mano que sostengo la rosa me apresuro a limpiarla, dado que sé que a la persona que ahora despido no le gustaría verme en ese estado.Después de cinco largo años Giuseppe Lombardi, se despidió de nosotros para reencontrarse con su hijo, a quien ha añorado después de todos estos años y si no fuese porqué mi madre se convirtió como en una hija para él, la tristeza que se decía lo embargaba hubiese acabado con él antes de tiempo.Observo a mi alrededor y tanto mi madre como mis hermanas están destrozadas ante su pérdida, pero sé que también se encuentran tranquilas de haber estado para con él en sus últimos días de vida. A mi lado, tomándome de la mano como siempre lo ha hecho hasta ahora se encue
Lilibeth Domínguez Voy camino hacia una cafetería muy linda que encontré ayer en Orvieto, Italia es un lugar muy tranquilo y me gusta, tiene poco más de una semana que me mude aquí ya que en mi país no tengo nada que me retenga. Después de la muerte de mis padres me sentía tan sola que necesitaba buscar una nueva aventura, pero nunca pensé que lo que viviría en los siguientes días sería más que una aventura. Salgo de la cafetería con un delicioso helado cuando veo a un hombre que me corta la respiración, está sentado, pero puedo deducir que mide más de un metro ochenta, es fornido, ojos azules que destacan sobre su piel bronceada sobre todo con ese cabello negro azabache y la mujer que lo acompaña es hermosa en toda la extensión de la palabra, cabellera rojiza, de piel blanca, alta y de buen cuerpo, ya que desata las miradas de todos los hombres que pasan por ahí, nuestras miradas se encuentran unos segundos y siento como un vuelco al corazón, pero yo
Algo me dice en italiano, pero yo no le entiendo y le explico que sólo hablo en inglés y español, uno de sus hombres hace de traductor todo el tiempo, me exigen que le entregue al bebé que tengo en mis brazos y que les explique qué hago yo con él, sin previo aviso el hombre se acerca a mí y trata de arrebatarme al pequeño de mis brazos, pero yo me aferro a él como si mi vida dependiera de ello. —Por favor no le haga daño, ¡Él es inocente! —le pido mientras más lágrimas brotan de mis ojos entonces su hombre le traduce lo que le he dicho y me responde. —Dice mi jefe que por favor nos entregue al bebé, él es el padre del pequeño y hemos estado buscándolo desde que nos enteramos del accidente. —me sorprende que diga esto, pero aun así no puedo fiarme de su palabra. —¿Cómo puedo saber si no me está mintiendo? No puedo entregárselo hasta que me demuestre que él es su padre. —Después de hablar con su jefe y éste gritar exasperado me jala del brazo y, me muestra una
—Por cierto, su madre me entrego esto. —Saco la cadena que me dio la mujer antes de morir. Es una cadena con un anillo de oro y junto a éste se encuentra un hermoso medallón con forma de corazón adornado con pequeños diamantes los cuales forman una “K”. Le tiendo la cadena, él la toma y puedo ver un poco de dolor en sus ojos, después me jala nuevamente del brazo, esto ya me está molestando no me gusta que me haga eso. —Dice mi jefe que si la señora Katherina le dijo algo más —exige en un tono apremiante idéntico al de su jefe. —Sí, dijo algo como “Per favore, prenditi cura del mio bambino” (por favor cuida de mi hijo). —Miro al padre del pequeño y veo como asiente con la cabeza—. Bien creo que eso es todo, ahora debo irme. —Y sin mirar atrás corro por un pequeño callejón, mientras escucho gritos a mi espalda, logró correr cerca de cinco metros, cuándo siento como alguien me alcanza y pone un trapo húmedo sobre mi nariz y boca, pataleo desesperada
Lilibeth Despierto en una habitación que no reconozco, me duele mucho la cabeza y el rayo de luz que entra por la enorme ventana me lastima demasiado y no logró enfocar bien, dirijo mi vista de un lado a otro y no puedo recordar cómo llegué hasta aquí, sólo recuerdo que salí corriendo, dejando atrás a todos esos hombres cuando alguien cubrió mi rostro con un paño húmedo y de ahí ya no recuerdo más. Me levanto rápido y me dirijo a la puerta la cual está abierta, salgo, pero no encuentro a nadie, esto me provoca miedo, ¿quién puede secuestrar a alguien para luego dejarlo deambular por ahí? Bajo las escaleras y veo frente a mí una puerta enorme de madera, salgo corriendo y me paro en seco cuando veo en el jardín como veinte hombres todos armados, pero como no me detienen trato de correr hacia la salida principal cuando escucho que gritan mi nombre en un acento raro, me giro rápidamente y veo al mismo hombre de ayer. —Lili…beth.