Fabrizio —Si estás aquí es porque debes informarme algo, ¿de qué se trata? —inquiero sin levantar la vista de mi trabajo.—Nuestros hombres nos informaron que Carluccio acaba de llegar a la mansión Belucci con sus padres, ellos creen que han ido para hacer formal su relación.—¡Con un demonio! —Exploto furioso golpeando mi escritorio—. Esto no puede estar pasando.Me levanto de mi asiento y comienzo a pasear por mi despacho, pensando en la mejor forma de evitar a toda costa que ese compromiso se lleve a cabo.—Quiero que mandes explotar el cargamento que espera en el puerto —le ordeno deteniendo mis pasos.—¿C-cómo?—¿A caso eres imbécil? ¿Necesitas que repita mis órdenes dos veces?—Lo lamento jefe, es solo que eso supondrá una gran pérdida tanto para usted como para Belucci.—Esa pérdida no es nada comparado con lo que puedo ganar al mantener alejada a Yelizaveta de Carluccio.—¿Les pido a nuestros hombres que abandonen el barco?—No, a veces es bueno hacer ciertos sacrificios con
Yelizaveta En cuanto subimos a la camioneta del bombón para dirigirnos a su mansión, escucho como sus padres comienzan a discutir en voz baja con la intención de pasar desapercibidos.—Se puede saber, ¿por qué no interviniste Massimo? —inquiere la señora Lilibeth y por la forma en la que habla, me doy cuenta de que está un poco molesta con su marido.—Fierecilla, tú lo estabas haciendo de maravilla, no me necesitaste en ningún momento. Además, me encanta verte en ese modo de mamá gallina —responde el señor Massimo, dándole un pequeño beso en los labios, de inmediato giro mi rostro para que no piensen que estoy de entrometida, pero aun así continúo escuchando su plática.—No me gusta la forma en que se dirige a Alex —expresa bajando un poco más su voz.—Lo sé fierecilla, pero Alex lo acepto en todo momento y no le dijo nada, ¿qué podemos hacer nosotros? Nada.—No es tu culpa cariño —murmura el bombón enredando su brazo en mi cintura, al parecer no soy la única que los escucho discutir
Alexandre —Desde hace varios días actúas un poco extraño, ¿qué te preocupa Alexandre? —inquiere Flavio en cuanto se percata de mi semblante.Giro mi silla, lanzo un hondo suspiro y observo toda Liguria en un intento por mi mente de tantos problemas, después de una pequeña pausa decido hablar.—Hace días alguien exploto un barco del padre de Liza, al parecer tenían un cargamento muy valioso que estaba por salir a Rusia, esto supuso una gran pérdida tanto para mi suegro como para su socio.—¿Y eso en que te afecta? —inquiere Bellini—: ¿no me digas que el muy desgraciado se atrevió a culparte? —brama furioso.Sin poder evitarlo comienzo a reír, cuando giro mi silla nuevamente para quedar de frente a ellos niego con la cabeza.—¿Por qué no me sorprende que pienses eso de mi suegro?—Será porque el muy imbécil es capaz de eso y más —se defiende Bellini fulminándome con la mirada.—Solo porque no está Liza te daré la razón, pero frente a ella nunca lo haré, así que ya sabes Bellini guarda
Alexandre —Jefe, aquí afuera se encuentra el señor Belucci quien insiste en hablar con usted —me informa uno de mis hombres, dejo los documentos que estoy leyendo un tanto confundido por la visita del padre de Liza.—Déjalo pasar, por favor. —Mi hombre se hace a un lado y veo pasar al señor Belucci bastante molesto, mira de un lado al otro como si estuviese buscando a alguien hasta que finalmente centra su mirada en mí.—¿Dónde está Yelizaveta? —inquiere molesto.—Lo siento suegro, pero Liza y yo no quedamos en vernos, no la he visto desde hace días.—E-eso no puede ser posible, ella me comentó que vendría a verte y salió al medio día de casa y es hora en que no ha regresado. —Observo la hora en mi computador y me doy cuenta de que pasa de la medianoche, por lo que tiene más de doce horas desaparecida, me levanto de golpe de mi asiento y tomo mi celular e intento comunicarme con ella—. No contesta, lo hemos intentado desde hace horas —expresa con un ligero temblor en su voz.—¿Por qu
YelizavetaPoco a poco abro mis ojos y me siento un poco desorientada sin saber dónde me encuentro, sacudo mi cabeza y cuando logro enfocar mi mirada observo todo a mi alrededor, dándome cuenta de que estoy como en una especie de bodega abandonada, pero por extraño que parezca estoy sola o al menos eso creo.Todo es tan confuso que cada que intento recordar que ocurrió me duele un poco la cabeza, cuando al fin a mi mente llegan pequeñas escenas de lo que sucedió está mañana, un escalofrío me recorre por completo, todas esas camionetas cerrándonos el paso, los hombres de papá intentando protegerme, así como los del bombón que venían detrás de nosotros y aquella chica, gritando mi nombre antes de recibir ese golpe y perder el conocimiento.Intento tocarme la cabeza que fue donde recibí el fuerte golpe que me dejo inconsciente, pero me doy cuenta de que estoy amarrada a una silla, cuando estoy por moverla escucho unas voces desconocidas.—La golpearon muy fuerte —grita un hombre seguido
Bajamos por el ascensor tan rápido como podemos y cuando llegamos al estacionamiento me encamino sin perder tiempo a una de las camionetas que aún permanecen aquí.—No tardaremos en llegar, está a unos treinta minutos de aquí —les informo subiendo a la camioneta y abrochando mi cinturón para después pisar a fondo el acelerador.El camino hasta mi antiguo hogar se pasa en un parpadeo y cuando llegamos al lugar, veo que solo unas cuantas paredes han permanecido en pie a lo largo de todos estos años, apago el motor y tomo una de las armas que se encuentra debajo del asiento.—Quiero que permanezcan aquí, hasta que llegue Bellini y Flavio.—No lo haremos, dijimos que te acompañaríamos y eso haremos —me contradice Yasha con los dientes apretados.—De ninguna manera, se quedarán aquí hasta que el resto de mis hombres llegue.Bajo sin darles tiempo a replicar, traspaso las rejas que se encuentran abiertas y no he dado ni dos pasos cuando unos hombres se paran frente a mí, disparo mi arma, pe
Nuevamente me encuentro en el cementerio, un lugar ya tan recurrente para mí, que mi pecho se oprime ante la pérdida que estoy afrontando en este momento, bajo la mirada y observo la rosa blanca que sostengo en mi mano, mientras siento como una lágrima traicionera escapa de mi ojo, con la misma mano que sostengo la rosa me apresuro a limpiarla, dado que sé que a la persona que ahora despido no le gustaría verme en ese estado.Después de cinco largo años Giuseppe Lombardi, se despidió de nosotros para reencontrarse con su hijo, a quien ha añorado después de todos estos años y si no fuese porqué mi madre se convirtió como en una hija para él, la tristeza que se decía lo embargaba hubiese acabado con él antes de tiempo.Observo a mi alrededor y tanto mi madre como mis hermanas están destrozadas ante su pérdida, pero sé que también se encuentran tranquilas de haber estado para con él en sus últimos días de vida. A mi lado, tomándome de la mano como siempre lo ha hecho hasta ahora se encue
Lilibeth Domínguez Voy camino hacia una cafetería muy linda que encontré ayer en Orvieto, Italia es un lugar muy tranquilo y me gusta, tiene poco más de una semana que me mude aquí ya que en mi país no tengo nada que me retenga. Después de la muerte de mis padres me sentía tan sola que necesitaba buscar una nueva aventura, pero nunca pensé que lo que viviría en los siguientes días sería más que una aventura. Salgo de la cafetería con un delicioso helado cuando veo a un hombre que me corta la respiración, está sentado, pero puedo deducir que mide más de un metro ochenta, es fornido, ojos azules que destacan sobre su piel bronceada sobre todo con ese cabello negro azabache y la mujer que lo acompaña es hermosa en toda la extensión de la palabra, cabellera rojiza, de piel blanca, alta y de buen cuerpo, ya que desata las miradas de todos los hombres que pasan por ahí, nuestras miradas se encuentran unos segundos y siento como un vuelco al corazón, pero yo