Luego de unos días de incertidumbre, Royal recibió una llamada que interrumpió su rutina. Era el policía encargado de la investigación, quien lo citaba en la comisaría para hablar sobre los resultados. Royal, impaciente y ansioso, no perdió ni un minuto y decidió dirigirse inmediatamente hacia allí, acompañado de Marshall, su abogado.Luego de ingresar al lugar, fueron guiados hasta una habitación, en donde se encontraban los policías.—Señor Fankhauser —comenzó el investigador principal—, hemos concluido nuestra revisión del caso. Quiero ser completamente claro e informarle sobre la decisión que hemos tomado.—Perfecto. Imagino que esto llegará a un juicio, ¿no? —asumió Royal.—En realidad, no —respondió el investigador.—¿Cómo que no? —Royal frunció el ceño y se inclinó hacia adelante.—Entrevistamos a varias personas cercanas a la señorita Kisa Maidana, como vecinos y otras personas de su entorno. Ninguno mencionó comportamientos sospechosos ni tuvo quejas sobre ella. De hecho, tod
La llegada de Marfil a la comisaría para recoger a su hermana fue un momento lleno de emociones. Kisa finalmente salió de la comisaría, el lugar que había sido el centro de la angustia que había atravesado. Tenía los hombros ligeramente encorvados, como si el peso de todo lo vivido aún pesara sobre ella. Había sido una experiencia difícil, pero pudo superarlo con dignidad.Al ver a su hermana, su rostro se iluminó con alivio. Se abrazaron fuerte, como si temieran que el mundo pudiera alejarlas de nuevo.—¡Gracias a Dios que todo salió bien! —exclamó Marfil, con la voz cargada de alegría.—Sí, fue horrible, pero afortunadamente ya se terminó —respondió Kisa, apretando más el abrazo.Después de unos momentos de consuelo mutuo, decidieron emprender el regreso a casa. Tuvieron que tomar el autobús, ya que el dinero escaseaba como para tomar un taxi, que eran más costosos.Durante el trayecto, Kisa intentaba relajarse, observando las luces de la ciudad que pasaban fugazmente por la ventana
Royal conducía su auto por la carretera, manteniendo sus manos firmes en el volante. Su hija estaba sentada a su lado, quien permanecía callada mirando la ventana. Justo en ese momento, el celular del CEO comenzó a sonar.—¿Qué pasa, Marshall? —contestó, luego de ver que se trataba de él.—Acabo de hablar con Kisa. Ella rechazó el cheque y se negó a firmar el documento de confidencialidad.Royal frunció el ceño, apretando ligeramente el volante.—¿Qué? ¿Cómo que se negó? ¿No intentaste persuadirla?—Traté —respondió Marshall—. Pero no quiso escuchar. Me cerró la puerta en la cara antes de que pudiera decir más.—Tch, ¿qué clase de abogado eres si no puedes convencer a una simple muchacha? —le increpó, molesto.—Oye, relájate, ¿quieres? —alegó Marshall—. ¿Qué querías que hiciera? ¿Que derribara la puerta? ¿Que entrara por la ventana? Entonces, el que tendría problemas legales sería yo.—Haz lo que puedas. No importa si no acepta el cheque, pero ese documento tiene que estar firmado.—D
Royal, en lugar de marcharse, se plantó frente a la casa de Kisa y no dejó de golpear la puerta. Lo hizo una y otra vez, de manera persistente.—¡Abre, abre! ¡No te quitaré mucho tiempo, necesito hablar contigo! ¡Es muy importante! ¡Así que abre, Kisa Maidana!Kisa lo ignoró, pensando que en poco tiempo se cansaría y se iría. Sin embargo, Royal no se movió de su sitio. Pasó una hora entera golpeando la puerta sin mostrar signos de rendirse.—Hermana, ¿por qué no abres la puerta? —preguntó Marfil, quien ya se estaba fastidiando con tanto ruido—. Escucha lo que tiene que decir y ya, para que se vaya de una vez.—Ni hablar. Estoy segura de que viene porque su abogado le comentó que no recibí el cheque y tampoco quise firmar el documento ese de confidencialidad —alegó Kisa—. Apuesto a que está aquí para tratar de persuadirme de nuevo.—Pero ¿qué tiene de malo? Creo que mereces esa compensación, solo recuerda todo lo que te ha hecho pasar. Además, seguiremos estando sin luz demasiado tiemp
Kisa lo miró con atención, como tratando de buscar un trasfondo a sus palabras.—Gracias por haberla cuidado y por no dejarla sola en ningún momento —agregó Royal—. Y... quiero pedirte disculpas.Kisa alzó ligeramente las cejas, sorprendida por aquel gesto inesperado.—Lamento no haberte escuchado. Tienes razón en que ni siquiera te di la oportunidad de defender tu inocencia. Estaba tan cegado por mis propios miedos y la desesperación del momento que no supe ver más allá. Solo me dejé llevar por mis emociones y tomé decisiones apresuradas sin considerar lo que tenías que decir. Fui injusto contigo, así que lo siento. Kisa tenía sus dudas. No sabía si Royal estaba siendo realmente sincero, o solo lo decía para persuadirla. Aun así, no pudo ignorar el peso de su disculpa, así que decidió tomarla y decir algo más.—Yo también lo siento.Royal no pudo evitar mostrarse algo asombrado. Había estado esperando que Kisa siguiera con su actitud de víctima, o que rechazara sus disculpas, pero n
Royal entrecerró los ojos, visiblemente confundido por lo que Kisa decía. Sin embargo, se quedó en silencio unos minutos, analizando sus palabras.Finalmente entendió a qué se refería. Estaba acostumbrado a dar órdenes, así que esa era la razón por la que su forma de hablar era tan imperativa. No decía "por favor" y raramente agradecía, tampoco era de pedir disculpas, y eso era habitual en él, era su lenguaje cotidiano y su manera de ser.Exhaló aire de manera ruidosa, pues le parecía absurdo que eso le molestara tanto. Sin embargo, estaba a punto de lograr lo que buscaba, así que solo cedió.—Tienes razón. Mis disculpas. Por favor, firma el documento. Te lo agradecería mucho —articuló, con una sonrisa forzada.Esa respuesta calmó a Kisa, quien asintió levemente. Tomó el documento y comenzó a leerlo con detenimiento. Sus ojos se movían rápidamente por las líneas, asegurándose de que no hubiera nada sospechoso. Una vez satisfecha, tomó la pluma y lo firmó.Royal tomó el documento y lo
Coral había caminado bastante por una calle desconocida, hasta que decidió detenerse. Temía dar un paso más pues se había dado cuenta de que estaba perdida.Mientras tanto, en la escuela, su maestra se percató de que la niña no había vuelto a su asiento. Al principio pensó que quizás fue al baño antes de entrar a su aula, pero pasaron los minutos y siguió sin regresar. Por esa razón, salió de su clase para buscarla.La buscó por toda la escuela, pero no la encontró por ninguna parte. Informó al director del recinto y miraron las cámaras de seguridad, en donde la vieron marcharse sola.En medio de su desesperación, no tuvo más opción que llamar a su padre. Él atendió la llamada y la maestra le informó que Coral había estado presente en las primeras horas, pero después del recreo no regresó al aula. Su mochila estaba allí y las cámaras de seguridad mostraron que salió por la entrada sin ninguna compañía.Al escucharlo, el cuerpo de Royal se congeló.—¿Cómo que salió? —cuestionó el CEO,
Royal, con el corazón aún palpitando rápido por la angustia vivida en los últimos momentos, sintió una profunda sensación de alivio al ver que su hija estaba bien. El miedo que lo había invadido durante todo el tiempo en que estuvo apartado de ella pareció desvanecerse lentamente, como si una pesada carga se hubiera aligerado de sus hombros. Con una ternura que solo un padre podría sentir, la envolvió en un abrazo tan fuerte que buscaba protegerla de cualquier cosa que pudiera amenazar su bienestar. La estrechó contra su pecho, anhelando no solo darle consuelo a ella, sino también aliviar el nudo que sentía en su garganta, ese nudo formado por la ansiedad y la preocupación que lo habían atormentado. Sintió su pequeña figura en sus brazos, el calor de su cuerpo, el latido de su corazón que, aunque agitado, demostraba que todo había vuelto a la normalidad.—Por favor, no vuelvas a hacer algo así, Coral. ¿Entiendes? —manifestó Royal—. Es muy peligroso andar por la calle sola. Nunca, jam