—Gianna.Cornelia estaba frente a la puerta cerrada del laboratorio, parecía tranquila e incluso portaba su bata blanca. —Cornelia, hola —saludó Gia y trató de dominar el galope de su corazón; era terrible siempre estar rodeado de licántropos que podían percibir el cambio más insignificante en tu cuerpo—. Pensé que no estabas en la ciudad.—Perdí el vuelo —sonrió—. Tenía una junta importante en Washington.—Oh, ya veo.Cornelia sonrió. Gianna trató de responder igual, aunque le costó. —¿Y por eso decidiste husmear en mi oficina? —soltó la morena y avanzó con paso calmado hacia Gia.La nuca de la pelirroja se erizó. Su instinto de supervivencia se disparó hasta la estratosfera y de forma instintiva retrocedió algunos pasos hasta que chocó con una mesa. Unos frascos de cristal chocaron entre sí; Gia giró y encontró que contenían varias jeringas con un líquido turquesa en el interior.—Darragh, ven —llamó Gia rogando que la droga que tenía en su sistema se hubiera disipado y su mate pu
El dolor que invadió a Gianna era indescriptible, nunca había sufrido tanto. La transformación de un licántropo ya era impresionante, pero ellos no sentían dolor a pesar de lo aparatoso que podía verse; sin embargo, en ese momento percibió cómo cada hueso de su cuerpo cambiaba, era como si se rompieran en miles de astillas y cada órgano de su cuerpo se partiera en dos. Gia rogó morir; no podía tolerar ese dolor, era demasiado. Su visión se nubló y pensó que se desvanecería por el sufrimiento, mas no pasó. Frente a ella vio —y sintió— sus brazos cambiando para convertirse en las patas delanteras de su forma lobuna. El color rojo de su pelaje parecía brillar sobre el suelo blanco del laboratorio.La loba intentó incorporarse, pero el dolor continuaba recorriendo su cuerpo en los últimos instantes de su transformación; entonces, la puerta finalmente cedió y Cornelia se mostró en su enorme forma de lobo en el umbral.Gianna levantó la mirada; todavía no podía pelear, jamás había experimen
El lobo castaño derribó la última puerta que conducía al helipuerto, salió y tiró consigo a Cornelia. Un chillido de dolor le mostró al vampiro agazapado entre las sombras, había intentado sujetar a Cornelia en el último segundo, pero el sol lo alcanzó.El helicóptero esperaba por ellos; sus hélices desprendían una fuerte ráfaga de viento. Un grupo de cuatro personas corrieron hacia los lobos para ayudarlo a arrastrar a Cornelia.El vampiro recitó una frase en una lengua antigua que el lobo no comprendió, pero supo que no era nada bueno para ellos y casi la percibió como una maldición; muy equivocado no estaba.El lobo, con ayuda de los demás, subió a la moribunda Cornelia en el helicóptero y por último subió él; la aeronave empezó a despegar y, cuando estaba por salir del helipuerto, un peso los hizo tambalear.Darragh había logrado frenar el helicóptero al colgarse de los patines de aterrizaje, pero su lomo quedó expuesto. Sin embargo, no estaba solo, Harry lo protegió disparando de
Para el médico no era novedad la velocidad a la que Gianna se estaba curando; sabía sobre la existencia de los licántropos. De hecho, podría considerarse que era el médico de cabecera de la manada «La luna susurrante» y por supuesto que conocía a la pareja alfa. Él, como un hombre de ciencia, estaba maravillado con la existencia de los hombres lobo y no dejaba de sorprenderse por toda la magia que encerraban en sus cuerpos. Los signos vitales de Gianna estaban estables y sus heridas habían cicatrizado; podía marcharse cuando quisiera.—Gracias, Mickelson —agradeció Leonard cuando el médico se disponía a marcharse.—Cuando gusten, ahora los dejaré solos.El médico dirigió una mirada a Darragh. El futuro alfa era mucho más intimidante que su padre, pero ahí, al lado de su Luna, parecía un cachorro preocupado. Gianna se sentó, con ayuda de su mate, cuando el médico se marchó.Darragh permaneció a su lado sujetando su mano y encaró a sus padres.Leonardo poseía una mirada compasiva, per
Nerea abordó la lujosa camioneta negra en compañía de su marido. Él se concentró en una llamada del trabajo, ella en mirar por la ventanilla mientras el vehículo se ponía en marcha.La hembra alfa trataba de apaciguar la culpa, después de todo… ¿cómo iba a saber que aquella inocente conversación podría ser el presagio de algo terrible?Cornelia no había dicho nada que, probablemente, muchos no pensaran; incluida Nerea en algún momento de su juventud. Sólo fue una plática inocente; sin embargo, la hembra alfa supo que la subestimó como de seguro todos hacían y la consideraron sólo una loba guapa, olvidaron la gran científica que era.Las imágenes volvieron solas a aquella tarde en la mansión; tenía tanto tiempo. Gianna existía, pero lejos de ellos y hacía mucho que ni siquiera la veían o reparaban en ella. Nerea, como madre, siempre notó que su hijo tuvo un interés particular en la omega, pero que no se acercaba por la diferencia en jerarquías; nunca creyó que tuviera que preocuparse
Por la noche, Gianna estaba recuperada de sus heridas, pero el agotamiento no se iba. Creía que jamás se había sentido tan casada en su vida y hasta abandonar el sofá, para ir por agua, le parecía la tarea más titánica a la que se había enfrentado.Darragh se adelantó y fue primero por el agua, el vínculo cada vez era más cómodo entre ellos; sólo fluía. Gianna agradeció con una sonrisa, bebió un sorbo y escuchó el susurro de Beth, sentada a su lado.—¿Qué? —preguntó Gia.—Es que me encanta verlos juntos. —Volvió a suspirar la loba rubia—. Y tú, vaya, te ves tan chiquita y frágil pero dejaste sin un ojo a Cornelia.Gianna casi escupió el agua por la repentina risa que le ocasionó el comentario y el tonito ilusionado de su amiga, pero logró contenerse. Aleksi, en el otro sofá con Darragh, esbozó una sonrisa divertida.—Es probable que su ojo ya se encuentre bien —dijo Gia.—Lo cual es una verdadera lástima —agregó Beth—. Ya me desagradaba y pues es obvio que es el enemigo, pero, además
El anochecer bañaba las transitadas calles de Manhattan.Darragh iba en el asiento del copiloto en la camioneta mientras Aleksi conducía. No le gustaba que su hermano mediano fuera al volante de su preciado vehículo, pero Harry se había quedado a cuidar a Gianna y Beth porque su Luna se sentía muy agotada. Él no era tonto, quizá un poco despistado a ingenuo en temas del «amor», pero su relación con Gianna lo había «sensibilizado» o eso quería creer. No se opuso a Aleksi como chofer porque notó que el lobo necesitaba algo para distraerse, ya que reconoció perfectamente su incomodidad cuando ordenó a Harry quedarse en el penthouse con las lobas, en específico con Beth; supuso que al conducir se distraería en algo más que en pensar qué hacían Beth y Harry.—Es un alivio que William esta vez eligió un hotel, no una fábrica abandonada en medio de la nada —dijo Darragh.«Mhm», fue toda la respuesta de Aleksi.Darragh lo miró de soslayo.«¿Estás bien?».—Sí.El futuro alfa enarcó ambas ceja
Gianna no quería ir a esa fiesta, detestaba la simple idea de ver a los lobos de aquella manada que tanto daño le causaron desde que era una niña, pero, sobretodo, no deseaba ver a Darragh Ashbourne por nada del mundo.Que la Diosa Luna la protegiera de ver esos ojos plateados que parecían atravesarte el alma. La joven loba había logrado labrarse un humilde camino lejos de la manada de «La luna susurrante», la más antigua y poderosa del mundo, y no pensaba arrojarlo por la borda. Era como si ellos se hubieran olvidado de su existencia y no quería que eso cambiara. Gianna era feliz con su modesto trabajo en la cafetería que estaba debajo de su humilde departamento en Queens, Nueva York, ¿por qué arriesgar todo eso?Los recuerdos de aquellos tormentos continuaban adheridos en su memoria, así como en su piel; todavía poseía cicatrices de aquellas injusticias por las que tuvo que atravesar.«Darragh Ashbourne», pensó y su corazón se aceleró, pero no por la emoción, sino por la incertidum