Para el médico no era novedad la velocidad a la que Gianna se estaba curando; sabía sobre la existencia de los licántropos. De hecho, podría considerarse que era el médico de cabecera de la manada «La luna susurrante» y por supuesto que conocía a la pareja alfa. Él, como un hombre de ciencia, estaba maravillado con la existencia de los hombres lobo y no dejaba de sorprenderse por toda la magia que encerraban en sus cuerpos. Los signos vitales de Gianna estaban estables y sus heridas habían cicatrizado; podía marcharse cuando quisiera.—Gracias, Mickelson —agradeció Leonard cuando el médico se disponía a marcharse.—Cuando gusten, ahora los dejaré solos.El médico dirigió una mirada a Darragh. El futuro alfa era mucho más intimidante que su padre, pero ahí, al lado de su Luna, parecía un cachorro preocupado. Gianna se sentó, con ayuda de su mate, cuando el médico se marchó.Darragh permaneció a su lado sujetando su mano y encaró a sus padres.Leonardo poseía una mirada compasiva, per
Nerea abordó la lujosa camioneta negra en compañía de su marido. Él se concentró en una llamada del trabajo, ella en mirar por la ventanilla mientras el vehículo se ponía en marcha.La hembra alfa trataba de apaciguar la culpa, después de todo… ¿cómo iba a saber que aquella inocente conversación podría ser el presagio de algo terrible?Cornelia no había dicho nada que, probablemente, muchos no pensaran; incluida Nerea en algún momento de su juventud. Sólo fue una plática inocente; sin embargo, la hembra alfa supo que la subestimó como de seguro todos hacían y la consideraron sólo una loba guapa, olvidaron la gran científica que era.Las imágenes volvieron solas a aquella tarde en la mansión; tenía tanto tiempo. Gianna existía, pero lejos de ellos y hacía mucho que ni siquiera la veían o reparaban en ella. Nerea, como madre, siempre notó que su hijo tuvo un interés particular en la omega, pero que no se acercaba por la diferencia en jerarquías; nunca creyó que tuviera que preocuparse
Por la noche, Gianna estaba recuperada de sus heridas, pero el agotamiento no se iba. Creía que jamás se había sentido tan casada en su vida y hasta abandonar el sofá, para ir por agua, le parecía la tarea más titánica a la que se había enfrentado.Darragh se adelantó y fue primero por el agua, el vínculo cada vez era más cómodo entre ellos; sólo fluía. Gianna agradeció con una sonrisa, bebió un sorbo y escuchó el susurro de Beth, sentada a su lado.—¿Qué? —preguntó Gia.—Es que me encanta verlos juntos. —Volvió a suspirar la loba rubia—. Y tú, vaya, te ves tan chiquita y frágil pero dejaste sin un ojo a Cornelia.Gianna casi escupió el agua por la repentina risa que le ocasionó el comentario y el tonito ilusionado de su amiga, pero logró contenerse. Aleksi, en el otro sofá con Darragh, esbozó una sonrisa divertida.—Es probable que su ojo ya se encuentre bien —dijo Gia.—Lo cual es una verdadera lástima —agregó Beth—. Ya me desagradaba y pues es obvio que es el enemigo, pero, además
El anochecer bañaba las transitadas calles de Manhattan.Darragh iba en el asiento del copiloto en la camioneta mientras Aleksi conducía. No le gustaba que su hermano mediano fuera al volante de su preciado vehículo, pero Harry se había quedado a cuidar a Gianna y Beth porque su Luna se sentía muy agotada. Él no era tonto, quizá un poco despistado a ingenuo en temas del «amor», pero su relación con Gianna lo había «sensibilizado» o eso quería creer. No se opuso a Aleksi como chofer porque notó que el lobo necesitaba algo para distraerse, ya que reconoció perfectamente su incomodidad cuando ordenó a Harry quedarse en el penthouse con las lobas, en específico con Beth; supuso que al conducir se distraería en algo más que en pensar qué hacían Beth y Harry.—Es un alivio que William esta vez eligió un hotel, no una fábrica abandonada en medio de la nada —dijo Darragh.«Mhm», fue toda la respuesta de Aleksi.Darragh lo miró de soslayo.«¿Estás bien?».—Sí.El futuro alfa enarcó ambas ceja
Gianna no quería ir a esa fiesta, detestaba la simple idea de ver a los lobos de aquella manada que tanto daño le causaron desde que era una niña, pero, sobretodo, no deseaba ver a Darragh Ashbourne por nada del mundo.Que la Diosa Luna la protegiera de ver esos ojos plateados que parecían atravesarte el alma. La joven loba había logrado labrarse un humilde camino lejos de la manada de «La luna susurrante», la más antigua y poderosa del mundo, y no pensaba arrojarlo por la borda. Era como si ellos se hubieran olvidado de su existencia y no quería que eso cambiara. Gianna era feliz con su modesto trabajo en la cafetería que estaba debajo de su humilde departamento en Queens, Nueva York, ¿por qué arriesgar todo eso?Los recuerdos de aquellos tormentos continuaban adheridos en su memoria, así como en su piel; todavía poseía cicatrices de aquellas injusticias por las que tuvo que atravesar.«Darragh Ashbourne», pensó y su corazón se aceleró, pero no por la emoción, sino por la incertidum
Beth extendió los brazos para saludar a una de las chicas de la fiesta; esta chica respondió con efusividad a la rubia, pero dirigió una mirada despectiva a Gianna.—¿Qué hace «esa» aquí? —susurró la chica a Beth.—Darragh la invitó —contestó Beth con autosuficiencia.La mujer soltó un respingo y repasó con la mirada a Gianna, ¿cómo era posible que esa insignificante consiguiera una invitación personal del futuro líder de la manada?Gianna fingió no escuchar, estaba acostumbrada a los comentarios despectivos y que cuando se encontraba con la manada debía bajar la cabeza y aceptarlo; era su sitio. Si se atrevía a responderle podría terminar mal, muy mal; ya le había sucedido. Gia sabía pelear, pero ella sola contra diez o más lobos sería una masacre de la que no saldría viva.—Me asombra su buen corazón —agregó la joven—. Siempre pensando en los más necesitados.Gia escondió su sonrisa sarcástica con una copa de champagne. Darragh era un hijo de puta, ella lo sabía; Gia sabía muchas co
—Ya quisieras, Mark… ¡Yo nunca he hecho ninguna de las cosas que insinúas! —bramó Gianna, alarmada por semejantes acusaciones cuando todo lo que había hecho en su vida era tratar de pasar desapercibida.—¿Olvidas que yo te conozco mejor que todos? —gruñó él—. Fuiste el estorbo de mi familia, nos obligaron a cuidarte cuando tu manada te regaló y creciste en nuestro hogar.Era verdad. Gia creció en una casa de campo con la familia de Mark, aunque ellos sólo iban de forma esporádica. La loba pasaba más tiempo con los empleados del lugar que con ellos.Y Mark siempre quiso algo más con ella…—Los obligaron por ser de un nivel tan inferior —acusó Gia—. Eso no es mi culpa.La loba apartó la mano de Mark y se dispuso a marcharse, pero el lobo tiró de su brazo por la fuerza y la arrojó hacia la fuente. Ella trastabilló y logró recuperar el equilibrio antes de caer en el agua.—¡Recuerda tu posición, sucia comadreja! —gritó Mark—. ¡No puedes faltarme al respeto! ¡Soy tu superior y tienes que ob
Darragh aceptó con un ligero asentimiento, se jugaría el todo por el todo. Mostraría su momento más vulnerable frente a una de las pocas criaturas que alguna vez había estado cerca de herirlo de gravedad y que continuaba viva para contarlo.El lobo se deshizo del saco y Gia descubrió que tenía dos pistolas sujetas sobre el pecho; le entregó ambas a la mujer.—Tienen balas de plata, ¿sabes disparar?—Sí —afirmó ella y revisó que estuvieran cargadas—. Hazlo, lobo.Gia no retrocedió, sino que se quedó cerca.Darragh inició su transformación y Gia enmudeció; no todos tenían el honor de ver algo así, ella no. Jamás había visto a un lobo de la familia Ashbourne transformarse. La escena la erizó.Darragh cayó de rodillas; su piel comenzó a moverse como si algo reptara por arriba de los músculos. Los huesos del hombre crujieron, se rompían y movían en formas inhumanas. Su cabeza se desfiguró y comenzó a alargarse hasta formar el hocico del lobo.Gia contuvo la respiración. Eso dolía, lo sabía,