Darragh no rompió el vínculo visual cuando lamió a su Luna en medio de los pliegues humedecidos por la excitación. Ella se aferró al sofá con una mano hasta que sus garras —que ni supo cuándo se asomaron— se enterraron en el mueble; con la otra aprovechó abrir el sujetador que tenía el broche en el medio y sus pechos rebotaron con el movimiento.El lobo la encontraba hermosa, cada noche más bella que la anterior. Su erección dolía de lo apretujada que estaba en el interior de su pantalón, pero no quería perder ni un segundo de las reacciones de su Luna y de darle todo el placer que pudiera para ayudarla a relajarse; eso implicaba concentrarse por completo en besarla en ese sitio que nadie había tocado nunca, penetrarla con la lengua, los dedos, chuparla, besarla y no parar hasta verla arquearse de placer en el sofá como si fuera a desmayarse. Su vínculo intensificaba las sensaciones. Darragh era capaz de sentir sobre su piel lo mucho que disfrutaba Gianna, había aprendido exactamente
—Esto es malo —dijo Darragh.—¿Qué tan malo? —preguntó Aleksi.—Lo suficientemente malo para que tema por mi vida.—¿Cornelia?—Gianna.Aleksi pareció desconcertado, mas no pudo seguir preguntando porque unas personas pasaron cerca. Los hermanos se encontraban en la entrada de uno de los lujosos y exclusivos gimnasios que pertenecían a los Ashbourne como parte de su imperio de negocios. El edificio constaba de cinco pisos, con todo el frente de cristal y una maquinaria exclusiva y variada; en éste asistían famosos, millonarios e incluso personas de la mafia, podías encontrar de todo. La manada estaba actualizada sobre su riesgosa situación, aunque no con lujo de detalle. No sabían sobre la misteriosa fórmula, temían que pudiera provocar ambición entre algunos licántropos que no tuvieran muy claras sus lealtades, tampoco el nombre del enemigo, sólo que se enfrentaban a una posible amenaza y que era necesario prepararse para una guerra. Solamente los guerreros más cercanos y leales co
—Sí, soy Gianna —respondió la pelirroja y extendió la mano para saludar a la voluptuosa mujer.—Mucho gusto, yo soy Irene Rodríguez, me dijeron que querías hablar conmigo.Gianna asintió, emocionada, y se permitió unos segundos para apreciar la belleza de aquella chica. Era latina, aunque no reconocía el acento, y era más alta que ella. Poseía unas largas piernas que envidiaría cualquier modelo, una diminuta cintura, la cadera ancha y unos enormes pechos que eran imposibles pasar por alto. Además su cabello negro parecía de anuncio comercial de champú y sus despampanantes ojos verdes completaban a la perfección su bonito rostro. Gia, sin duda, estaba maravillada por su belleza y habilidad en el combate, según lo que le habían contado.—Sí, así es, ¿podemos hablar un momento antes de la reunión?—Claro.—¿Vienes Beth?Beth forzó una sonrisa, sujetó la muñeca de su amiga y tiró de ella hacia los vestidores.—Necesito que me ayudes un momento, se atoró mi casillero y no puedo abrirlo, s
A Gianna se le revolvió el estómago. Una cosa era saber que tu pareja tenía un pasado sexual bastante destacado y otra muy diferente poder verla con tanta claridad; además, sentir lo que él sintió, cuánto lo disfrutó. Gianna se reconocía bonita, no se consideraba poseedora de una belleza abrumadora como Irene, pero sabía que tenía lo «suyo». Sin embargo, sólo era una loba que había sido rechazada gran parte de su vida, algunas inseguridades habitaban en su pecho.—Gianna —llamó Darragh mientras la seguía en el salón de usos múltiples.Pero su Luna no se detuvo, sino que siguió andando hasta el fondo donde se encontraba el escenario improvisado con un micrófono. Sólo paró porque todavía no daría el discurso, se entretuvo revisando los papeles que dejó arriba del escritorio en el rincón y fue ahí donde Darragh la alcanzó.—Déjame explicarte —pidió él a través de su vínculo.Gianna levantó la mirada, luego la desvió hacia las mujeres que se encontraban cerca y que miraban con fascinació
No fueron a cenar como dijeron, sino que terminaron en un club nocturno en Manhattan comiendo cualquier chuchería, bebiendo y conversando; era todo lo que Beth necesitaba, aunque habría sido más cómodo sin la presencia de Irene.Beth no quería hablar de más con el alcohol que corría por sus venas. La mayoría sentía curiosidad por la relación entre Gianna y Darragh, querían saber cómo descubrieron su vínculo, si Darragh era igual de bestia con ella como lo era con Cornelia o si el lobo se había enamorado de verdad. Pero eso no era todo, sino que igual deseaban saber de la intimidad de la pareja y, aunque Beth sabía algunas cosas, prefirió callar absolutamente todo.—Por experiencia te digo que Darragh la tiene grande —soltó una de las chicas alrededor de la pequeña mesa—. Muy grande, ¿verdad, Irene?La aludida soltó un respingo y sus ojos marrones se detuvieron en el rostro apenado de Beth. Ella sabía que la rubia era la mejor amiga de Gianna.—No sé… —titubeó la morena.—Oh, vamos, si
Aleksi no sabía en dónde vivía Beth y descartó preguntarle a Harry, eso sería cruel y el lobo podría ser un asesino —cuando la situación lo requería, como cualquiera de los Ashbourne—, pero no un hombre que disfrute restregarle en la cara a otro una de sus pequeñas victorias. Así que recurrió a su hermano mayor, quien consultó con Gianna y en menos de cinco minutos ya tenía la dirección en el celular.El lobo condujo con calma. No quería despertarla tan pronto, pero Beth se adelantó.—¿A dónde vamos? —inquirió, todavía adormilada, mientras se frotaba los ojos y miraba las calles que la rodeaban.—Te llevo a casa.—No puedes llevarme a casa de mis padres —reaccionó un poco—. Si me ven así, no, no, lo que me espera… Dobla aquí, por favor.—¿Y dónde dormirás?Beth suspiró hondo.—Tengo mi departamento, está cerca.Aleksi la miró de soslayo, parecía que le dolía horriblemente poseer un departamento propio en Manhattan cuando suele ser el sueño de cualquier persona de su edad.Beth continu
El aroma dulce se metió bajo de su piel e inundó todo el cuerpo del lobo. Su instinto animal le pedía tomarla, el racional que no fuera un animal y actuara como el hombre que también comprendía el ser un licántropo. Aleksi cargó a Beth en brazos y la llevó hasta la habitación que alguna vez compartió la pareja que vivió ahí.La cama era enorme. Recostó a Beth en un extremo y la contempló unos segundos; lucía hermosa con la tenue luz de la luna entrando por la ventana. Sin embargo, no permaneció más tiempo ahí porque no quería retar a su sentido común cuando moría por estar entre las piernas de esa mujer. Aleksi salió del cuarto, cerró la puerta y recargó el cuerpo en ésta. La manada no se regía por las leyes humanas, si quisiera podría tomarla a la fuerza y preñarla; era un Ashbourne, un hijo suyo sería protegido y respetado, la madre tendría una vida llena de comodidades. Sin embargo, el lobo descubrió que no quería eso, sino que Beth lo eligiera y decidiera formar esa familia con
El cuerpo de Aleksi entendió a la perfección lo que Beth quería, era parte de su instinto, pero debía dominarse y no dejarse llevar.Él jamás se había detenido a reflexionar en si sus acciones podrían causar daño a la mujer con quien estaba a punto de acostarse, pero con Beth era diferente. No deseaba presionarla a hacer algo de lo que luego podría arrepentirse; después de todo, apenas un día antes aceptó el regalo de Harry y eso debía significar algo para ella.Beth se aferró a la meseta como si de eso dependiera su vida. Escuchó, con toda claridad, cómo se desenfundaron los colmillos de Aleksi cerca de su cuello. Sin embargo, el lobo la soltó, retrocedió y se marchó a grandes pasos por el pasillo.Beth volvió a respirar y se preguntó qué se suponía que había pasado, es decir, claro que entendía lo que pasó. Ella no sabía cómo funcionaba ese tema como los humanos, pero le habían dicho que era similar, sólo que en los licántropos todo era más intenso por el instinto animal que latía t