Gianna, Beth y Harry salieron del centro comercial cargando tantas bolsas de compra que las chicas se sintieron en una película de comedia romántica; Harry no tanto. Una camioneta negra entró a toda velocidad en el estacionamiento del lugar. Las llantas rechinaron en la curva, justo antes de detenerse frente a la entrada principal donde los tres lobos contemplaban el espectáculo que interrumpió su conversación.—¿Acaso es…? —Gia no terminó la pregunta porque sus sospechas se confirmaron.Darragh bajó de la camioneta y, con voz ronca, preguntó:—¿Y el vestido?—¿Cuál vestido? —preguntó Gianna—. ¿Estás bien…?—Sí.—Pero creí escucharte y no estabas, no, estoy segura de que te escuché —dijo ella en su cabeza sólo para Darragh.Él asintió.—Yo igual te sentí —respondió él de la misma manera.—¿Por qué? Yo… pensé en ti, ¿pensaste en mí? Incluso en su cabeza la voz de Gia sonaba dulce y acogedora, como ese hormigueo en la nuca de Darragh.—Sí. —Fue todo lo que él contestó en el silencio d
Darragh se colocó los guantes de combate y sonrió; estaba disfrutando de la cara sorprendida de Gianna cuando descubrió la jaula de MMA que poseía su gimnasio privado de entrenamiento.Fue más o menos la misma cara de sorpresa que él puso cuando vio al pobre de Harry meter todas las bolsas de compras en la cajuela de la camioneta. Admiró el temple del lobo por no quejarse al volverlo el chofer y guardaespaldas de Gianna; otro lobo habría armado un escándalo. Harry era alguien en quien confiar, pensó Darragh, pues también estaba agradecido por responder los mensajes y enviar aquella foto.El omega llevó a Beth a casa y a dejar las compras en la mansión; Darragh se marchó con Gianna a entrenar.Su Luna sólo llevó consigo una bolsa de compras donde guardaba su ropa deportiva. Su presencia alteró al lobo todo el camino hasta el gimnasio.Gianna poseía un aroma diferente, era único y Darragh supo que podría reconocerlo en medio de un millón de personas. Su Luna olía a rosas nocturnas, nar
Darragh retrocedió dos pasos, se dio la vuelta y se obligó a recuperar el autocontrol. Él había entrenado a muchos lobos de la manada, sólo tenía que repetir las enseñanzas y evitar mirar demasiado el curvilíneo cuerpo de su Luna que parecía caber tan bien entre sus brazos.Gianna sonrío sin que Darragh la viera. No entendía por qué disfrutaba de provocarlo, era un juego peligroso. Ella no se mentía, sabía que si Darragh quería algo más… simplemente podría tomarlo. Sin embargo, empezó a sentirse segura con él y eso era peligroso, más para una loba que nunca sintió esa seguridad en alguien más.Gianna y Darragh practicaron algunos movimientos. Él conteniendo su fuerza, ella esmerándose en demostrarle lo buena combatiente que era y lo estaba consiguiendo; Darragh se maravillaba con la certeza y eficacia en cada ataque de su Luna. Gianna podía defenderse sola de prácticamente cualquiera.Por último practicaron cómo derribar a un oponente más grande y fuerte; Darragh puso todo su empeño p
Darragh respiró hondo. Gianna percibió cómo subió y bajó el pecho del futuro alfa; entonces levantó la mirada hacia él y sus ojos se encontraron.—Odias que tu Luna sea una omega —susurró ella con el pensamiento.Él desvió la mirada.—Admito que esto no es lo que esperaba —reconoció él.—¿Y qué esperabas, lobo? —preguntó Gianna en voz alta y recargó los brazos en los pectorales de Darragh para poder mirarlo a la cara—. ¿La princesa de un lejano país?Darragh esbozó una sonrisa débil.—No entiendes, Gianna.—No, creo que no —admitió ella.El lobo volvió a mirar a Gianna; ¿y si simplemente obedecía la leyenda?«Pero Cornelia», pensó Darragh.Y ese nombre llegó al subconsciente de Gianna.La pelirroja suspiró hondo, se enderezó y bajó del cuerpo de su mate. Darragh demoró un segundo en comprender que su Luna lo escuchó pensando en su ex prometida.—Ya te he dicho que no tenías que romper tu compromiso con ella, no serías el primer alfa en tener dos esposas… Ella podría cumplir todo lo q
Gianna sí hubiera preferido que le sacaran un colmillo en lugar de asistir a esa improvisada e incómoda cena. Para empezar no tenía idea de para qué necesitaban tantos tenedores y cucharas, ¡como si los lobos tuvieran muchos modales al devorar sus presas!La pelirroja contempló la serie de cucharas, no tenía idea de cuál debería usar, y tampoco parecía buena idea buscar la información en internet cuando nadie en la mesa estaba usando el celular.Su mala suerte no era sólo por estar ahí, sino que también se encontraba el hermano mayor de Darragh y, además, sentado a su lado. Ella quedó en medio de los hermanos, no podía ser peor, claro que no.Gianna mejor bebió un poco de vino y trató de parecer interesada en la conversación de negocios que los hermanos tenían con su padre; mientras tanto Nerea y Cornelia hablaban sobre libros y ninguna le dirigía la palabra, obviamente.El comedor de la mansión parecía sacado de un edificio antiguo de Europa, era hermoso. Gianna sólo lo había recorri
—Estoy cansada —mintió Gia para darle la razón a Aleksi. Es decir, era verdad, ¡pero estaba agotada de todos ellos!—. Creo que me retiraré a dormir.—Pero no has cenado —recordó Cornelia—. ¿Acaso piensas rechazar la amorosa hospitalidad de tus suegros?Gianna empezó a contar hasta mil porque estaba a nada de ya no sólo arrojarle la sopa, sino también el pato, la mesa y hasta la silla, ¡Cornelia no entendía que nada de eso era su culpa! ¡Ella no pidió ser la Luna del futuro alfa! Darragh la contuvo al cubrir su pequeña mano con la suya y el calor que envió su piel la hizo romper su momento de ira; en su lugar, contempló su unión y volvió a mirar los ojos grises de su mate.—Te acompaño a tu habitación —dijo Darragh.Gia asintió. Intentó levantarse, pero el lobo la detuvo y primero la ayudó a mover la silla, luego tomó su mano de nuevo y la condujo fuera del comedor frente al estupor de todos en la mesa. La loba percibía el calor y la presencia de su mate subiendo por el contacto de
Cornelia se recargó en el escritorio del estudio. Darragh caminó hasta la ventana y observó la luz encendida en la habitación de Gianna; se encontraban al otro lado de la mansión.—Toma —dijo ella y extendió el sobre.Darragh se apartó de la ventana para tomarlo.Cornelia ocupó el sitio del lobo al lado de la ventana y arrugó el ceño cuando notó que la única ventana con la luz encendida era la de Gianna, ¿acaso su ex prometido estaba mirando hacia allá y pensando en ella?El lobo abrió rápido el sobre, desdobló la carta y leyó en silencio. Todos sus miedos se esfumaron; de pronto sintió una enorme paz y quiso hasta sonreír, pero se controló.Su mayor miedo no era verdad.—Todo está en orden —reconoció él—. Los dos somos fértiles… Podemos tener descendencia. —Sí, así es —murmuró Cornelia y volvió a mirarlo—. No entiendo por qué no pude embarazarme antes.Darragh volvió a guardar la carta en el sobre y dijo:—Tal vez no era el destino…Cornelia dibujó una mueca de desilusión.—¿Por qu
—Gianna —llamó él con voz fuerte al otro lado de la puerta de la habitación de su Luna, mas no obtuvo respuesta. Entonces trató con el picaporte y comprobó que estaba cerrada—. Maldición.«Gianna, abre», ordenó él en su mente. Pero la loba no respondió, sólo gruñó en su subconsciente.¡¿Y si estaba herida?!Darragh revisó los bolsillos de su pantalón. Poseía una llave maestra para abrir cualquier puerta de la mansión, una que jamas había usado, hasta ese momento en que sintió alivio al encontrarla e introducirla en el cerrojo de la puerta.La enorme puerta de madera se abrió ante él y le enseñó una habitación sumida en las sombras. La única luz provenía del baño, se colaba por la rendija de la puerta entreabierta y ahí… escuchó un quejido.Darragh tragó duro. Su mente se congeló, no pudo decirle nada por telepatía a su Luna. ¿Acaso… ella estaba herida? ¿Y si moría? ¿No debería de haberlo percibido? ¿Su vínculo seguía tan débil que ni eso podía sentir? ¿Él era un fracaso como mate?