EL PREMIO MERECIDO

Lorena se levantó un poco antes para hacer el desayuno, tantas veces lo había hecho Iker que ella decidió hacerlo y dejar que durmiera un poco más.

Cuando estuvo preparado, y como no se había levantado, lo colocó en una bandeja y lo llevó a la habitación, despertando a Iker con un beso.

—Buenos días, princesa, así da gusto despertar.

—Buenos días, principe, para mí si que es un gusto despertar a tu lado.

Tras el saludo, se dieron un abrazo y otro beso y se pusieron a desayunar.

—¿Eres feliz conmigo?, dime la verdad, tesoro —preguntó ella como si dudara de la respuesta.

—Por supuesto que sí, te lo diré mil veces y no me cansaré de decírtelo, amor —respondió él sin casi dar tiempo de que ella terminase la pregunta.

—Pero si has tenido que aguantarme muchas cosas y pocas alegrías te he dado.

—Eres increíble y te amo, tu sonrisa me transmite felicidad, has decidido compartir tu vida conmigo y dentro de poco me harás muy feliz —dijo

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