Lorena no sabía lo que le pasaba, pero desde que habían vuelto del campamento no había podido dejar de pensar en esa noche, en lo que había sentido, en como la había excitado, estar totalmente a su merced y como le había encantado, como le había hecho el amor esa noche, una mezcla perfecta entre dulce y salvaje, pero tan cariñoso preocupándose porque ella disfrutara, como hacía siempre.
Cada vez que lo recordaba, su cuerpo se encendía y unas veces se podía controlar y otras debía calmar su deseo, por lo que decidió ir a ver a Teresa, su psicóloga, para ver si quería a Iker por lo que le hacía sentir al hacer el amor o era por todo lo demás por lo que disfrutaba tanto.
A parte de lo anterior, tenía un retraso de quince días, pero no quería decir nada hasta la siguiente falta, pero ella sentía que esta vez sí que podría ser posible.
Aprovechando que Iker había ido a cerrar un acuerdo con las perfumerías Juteko, ella fue a ver a Teresa.
—Hola, Lorena, gracia
Lorena se levantó un poco antes para hacer el desayuno, tantas veces lo había hecho Iker que ella decidió hacerlo y dejar que durmiera un poco más.Cuando estuvo preparado, y como no se había levantado, lo colocó en una bandeja y lo llevó a la habitación, despertando a Iker con un beso.—Buenos días, princesa, así da gusto despertar.—Buenos días, principe, para mí si que es un gusto despertar a tu lado.Tras el saludo, se dieron un abrazo y otro beso y se pusieron a desayunar.—¿Eres feliz conmigo?, dime la verdad, tesoro —preguntó ella como si dudara de la respuesta.—Por supuesto que sí, te lo diré mil veces y no me cansaré de decírtelo, amor —respondió él sin casi dar tiempo de que ella terminase la pregunta.—Pero si has tenido que aguantarme muchas cosas y pocas alegrías te he dado.—Eres increíble y te amo, tu sonrisa me transmite felicidad, has decidido compartir tu vida conmigo y dentro de poco me harás muy feliz —dijo
No habían casi hablado del tema y Lorena tenía mil preguntas en la cabeza, millones de miedos que la habían sobrevenido y tan sólo encontraba algo de tranquilidad entre los brazos de Iker, pues ellos eran tan cálidos y del alma, que la llenaban de calma.—Te veo preocupada, mi vida —comentó un día Iker mientras estaban desayunando.—Lo estoy, pero no quería agobiarte. No sé si voy a ser una buena madre y si podré hacerme cargo de todo —dijo Lorena bajando la vista.Él le acarició la barbilla, le levantó la cabeza y secó las lágrimas que resbalaban por sus mejillas, a lo que ella le cogió la mano y se la besó.—Seguro que vas a ser una madre estupenda, vamos a ser capaces de hacernos cargo de todo y no sientas vergüenza por tener miedos y dudas, siempre estaré aquí para escucharte.—Gracias, amor mío, siempre encuentras las palabras exactas para que me sienta mejor. No sé en que faceta me gustas más, porque en todas eres adorable —dijo ella mientras
Por fin se habían quedado solos y los niños estaban dormidos, por lo que podían hablar tranquilos, ya que hasta ahora siempre había alguien en la habitación.—¿Cómo estás, preciosa? —preguntó Iker mientras le acariciaba el pelo.—Un poco cansada, pero contenta de que por fin seamos una familia, aunque me estoy planteando que a lo mejor no deberíamos tener más hijos —dijo Lorena mientras le cogía la mano.—Amor, como tú lo veas, pues eres tú la que va a pasar por el embarazo y el parto.—Gracias por comprenderme siempre, no es por ti, sino por todo lo que ha pasado y nos han dicho que otro embarazo podría ser complicado y me estoy planteando hacerme la ligadura de trompas.Iker se quedó un segundo parado, no sabía que decir, no quería meter la pata, pero en su cabeza sonó un rotundo no a que ella se sometiera a otra operación.—No dices nada, ¿te ha molestado lo que te he dicho?, si es así, te pido perdón —dijo ella con tono un poco triste, p
Lorena había decidido dejar de escribir en su diario porque ya no necesitaba ocultar nada, ya que con Iker tenía confianza para contarle todo y porque no quería tener ningún tipo de secreto con él.Esas últimas palabras, esas últimas hojas que escribiría se las quería dedicar a la persona que había cambiado su vida, quería confesarle todo lo que había supuesto para ella y, por supuesto, dejaría que él lo leyera. Lo que escribió fue lo siguiente:"Estas van a ser las últimas líneas que escriba en este diario, no tiene mucho sentido seguir escribiendo cuando no tengo que ocultar nada y puedo expresarme tal cual soy sin tener que esconder mis sentimientos y, sobretodo, porque puedo desnudar mi alma ante quien camina a mi lado.Escribo esto mientras veo a nuestros hijos dormir, después de haber estado un rato jugando con ellos y, cuando los veía sonreír, me ha venido a la mente aquella vez que un chico guapísimo me ofreció un refresco, sin darme cuenta entonces que
En Illescas, un pequeño pueblo de la provincia de Toledo, vivía un matrimonio que tenía dos hijos.La madre se llamaba María y amaba con locura a sus hijos. Era muy bondadosa y trabajadora, y todo el mundo en el pueblo la quería.Durante años había trabajado en una empresa de la zona, dedicada a la fábrica de dulces navideños, pero lo dejó cuando se casó, pues casi fue una exigencia de Juan, su marido. Siempre estaba dispuesta a ayudar a todo el mundo y, a pesar de que su vida era muy dura, siempre iba con una sonrisa en el rostro, disimulando lo que estaba viviendo en casa. La pobre sufría malos tratos por parte de su esposo, que de cara a los demás parecía un hombre ejemplar, pero era el mismo demonio cuando cerraba la puerta de su casa.Juan despreciaba a las mujeres y creía que eran seres inferiores, trataba a María como si fuera de su propiedad y tuviera que hacer lo que él quisiera, pero solo cuando estaba en casa, pues cuando los demás podían verle se compor
Nunca fue fácil la infancia de Lorena, pues desde muy pequeña sintió miedo por la actitud de su padre.La primera discusión que recuerda entre sus padres, fue cuando apenas tenía cuatro años y su hermano acababa de nacer, prácticamente.—Haz que el niño se calle, que no puedo dormir la siesta —dijo Juan, el padre de Lorena.—Ten paciencia, que al niño le están saliendo los dientes y le duele —respondió María, la madre de Lorena.—¡¡No me pongas excusas!! Si no puedes callarle te vas al parque con los niños y me dejas dormir —gritó Juan, lo cual asustó a los pequeños.María se fue llorando, debido a la humillación de Juan. Cogió a Lorena y a Alberto y se fue al parque. El hombre estaba disfrutando de ese momento, se sentía fuerte, pues había conseguido su objetivo y se echó tranquilamente.—Mami, no llores, me encanta tu sonrisa, eres maravillosa —dijo Lorena, tratando de tranquilizar a su madre.—Con el tiempo lo entenderás, pero tu p
Tras la peor noche de su vida, Lorena empezó a tener unas horribles pesadillas que le provocaban una gran angustia y se despertaba empapada en sudor. Tenía miedo a irse a dormir, pues sabía que iban a volver las pesadillas, por lo que decidió buscar una solución.La solución que encontró para dejar de tener esas pesadillas fue escribirlas en un diario, pues no quería que nadie se enterase. Escribió cosas como lo siguiente:"Quiero dejar de tener esta pesadilla, que se me repite una y otra vez, me gustaría volver a sentirme como antes de que mi padre me robara la inocencia, la paz y hasta el alma.Sueño que el demonio juega conmigo, que hace lo que quiere y al final se mete dentro de mí, convirtiéndome en alguien como él.Que Dios me perdone si llamo Demonio a mi padre, pero es lo que siento por todo lo que me ha hecho sentir."Las cosas en casa fueron
Lorena se levantó con la tranquilidad de que su pesadilla había acabado y el Demonio se había ido para siempre.Se puso a hacer el desayuno, como tantas veces había hecho para su hermano, pero con un ánimo y una alegría diferente.—¿Cómo estás, cariño? —dijo María a su hija, mientras le daba un beso en la cabeza.—Mejor , mami, ya estoy más tranquila al ver que papá no va a hacernos daño —respondió Lorena.—¿Cómo es que nunca me has dicho nada? —preguntó su madre, mientras terminaba de hacer las tostadas.—Por miedo a que os hiciera daño, ya viste lo que pasó cuando llamó el psicólogo de mi colegio —contestó la chica.Después de esto, madre e hija se fundieron en un tierno abrazo.Llegó Alberto a desayunar y se unió al abrazo. —Hermana, creo que no deberías a ir a declarar. Mamá y yo nos bastamos —comentó el chico.—Quiero ir y así ayudar a mamá. Contarlo me va a venir bien —replicó Lorena.—Eres muy generosa, hi