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Capítulo 4: Romper el hielo

El corazón de Hannah latía a diez mil por hora, tan fuerte que podía escuchar cada palpitación en sus oídos con la fuerza de un bombo de batería.

Vio al hombre caminar con la gracia que le daban años en la industria hacia su escritorio, y no pudo evitar echar un vistazo alrededor.

Este lugar era inmenso, con ventanales que daban al exterior y le proporcionaban un aire de libertad y plenitud que contrastaba por completo con el aura que aquel sujeto desprendía: solitario, como si estuviera encogido en sí mismo.

Prensó los labios, e inconscientemente puso las manos delante del pecho en un gesto suplicante porque sintió miedo, cosa rara, pero las bajó en cuanto él le dirigió la mirada..

—Adelante, tome asiento.

Hannah tragó entero, se guardó sus emociones y caminó hasta la silla frente al escritorio, donde se sentó con toda la calma que pudo.

—Entonces… perdone si soy demasiado indiscreto, pero me veo obligado a preguntar dados los hechos. —Aquellas palabras despertaron la curiosidad de la mujer—. Su hija… ¿es una niña con altas capacidades?

La muchacha abrió los ojos de par en par y luego frunció el ceño, para negar con la cabeza.

—No… ella es autista de alto funcionamiento —murmuró—. Lo descubrí desde que era una bebé.

—¿Autismo? —curioseó el otro mientras ojeaba algo en su computadora, pero luego se fijó en ella—, realmente no lo parecía hace un momento.

Ella entendió que dudaba por el hecho de que su hija enseguida buscó relacionarse con él, e incluso lo llamó su padre y se fue con su asistente, pero volvió a negar con la cabeza.

—Bueno… es la primera vez que hace algo como lo que acaba de pasar. Ella suele ser muy vivaz y enérgica, pero también tener problemas para relacionarse con personas a las que no conoce, a veces aislándose.

—Hmm… —Él asintió con la cabeza—. Ya veo. Aun así, en la escuela de la que le hablé antes podrán apoyarla con eso. Me parece una chica inteligente para su edad.

—Lo es. —En el rostro de Hannah se dibujó el auténtico orgullo que sentía por su pequeña.

Y esos ojos brillantes y orejas ligeramente sonrojadas fueron algo que el otro no pudo ignorar; sin embargo, se aclaró la garganta y resopló.

—Pues bien, señorita Roth, yo soy Andrew Cook, CEO del Grupo Seele. Es un placer conocerla, en especial porque ha sido la única aspirante en pasar todas las pruebas hasta aquí.

—¿En serio? —La sorpresa bañó la expresión de la muchacha mientras Andrew asentía.

—Así es. Nuestra empresa es exigente más allá de los tiempos y los estudios básicos; nos interesa el talento y el aprendizaje que potencia las capacidades de las personas. —Andrew volvió la vista al monitor—. Veo que, además del inglés y el alemán, también domina el chino y el neerlandés, eso es perfecto. ¿Puedo preguntar por qué se interesó por estos dos idiomas?

—Cuando era pequeña tenía vecinos chinos, lo aprendí de ellos y luego decidí estudiarlo, y el neerlandés… fue gracias a la escuela.

—¿Estaría dispuesta a aprender uno más? —Ella se tensó, y él prosiguió—: Necesito que aprenda coreano para ejercer la plenitud de sus funciones.

Por un instante, Hannah sintió que la posibilidad del trabajo se le escapaba, pero decidió no rendirse y asintió con la cabeza.

—No hay problema. Hoy en día aprender un idioma está al alcance de YouTube.

Su grácil sonrisa, reflejo de su convicción, agradó al muchacho al otro lado del escritorio, y siguieron hablando sobre los detalles del trabajo.

Cinco días a la semana, con la posibilidad de tener que hacer horas extra si se presentaba un viaje de negocios; disponibilidad para viajar, aprender otro idioma, y debía tener licencia de conducir, que por suerte tenía; tareas de control y organización de agenda, nada a lo que Hannah no estuviera acostumbrada en su anterior trabajo; sin embargo, el jefe dijo algo más.

—Nuestra asociación con el Grupo Grenze es uno de nuestros negocios más importantes. El día de mañana tendrá lugar un evento de presentación de sus nuevos productos. Será un buen primer paso para comenzar con el trabajo.

La mente de Hannah se quedó en blanco, pero enseguida pareció comprender la profundidad de sus palabras, y la impresión pintó su semblante.

—Espere un momento, eso quiere decir que…

Una tenue sonrisa pintó los labios del varón, que asintió con la cabeza.

—Si acepta el trabajo, podemos firmar un contrato ahora mismo, señorita Roth, y diré oficialmente «Bienvenida al Grupo Seele».

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