Los dos hombres se dieron un afectuoso apretón de manos seguido de un medio abrazo, y el alto pelirrojo soltó una risita.
—He estado fuera mucho, ¿verdad? Las cosas van avanzando, ya sabes. Pero hoy es el momento culmen.
—Claro… tienes a todos aquí reunidos.
Hannah permaneció tranquila a un lado, a la espera, como buena asistente en entrenamiento.
—Hemos trabajado duro. Lo de hoy es el resultado de más de un año de investigación, desarrollo y paciencia. Y tú y tu empresa también forman parte de esto, hombre. —El pelirrojo tiró la vista al costado y se fijó en la muchacha, que le dio una sonrisa cortés—. ¿Y puedo saber quién es esta señorita?
—Oh… ¿Recuerdas que Finn comenzará en el organigrama?
—Sí… me dijiste que lo querías como CEO adjunto, ¿aceptó?
—Aceptó iniciar el camino, así que tuve que buscar un nuevo asistente. Ella es mi nueva asistente; estará en entrenamiento por Finn por tres meses antes de tomar el cargo de manera oficial.
Los orbes del pelirrojo, de un turquesa claro, se fijaron en la castaña, que se paró derecha por instinto.
—Ya veo…
—Señorita Roth, este es Dominik Engel, el fundador y CEO del Grupo Grenze, y el anfitrión de esta velada. —Andrew dirigió entonces su atención al pelirrojo—. Dom, esta es la señorita Roth.
Dominik se acercó como si nada y extendió la mano en un apretón que Hannah aceptó sin prisas.
—Es un placer conocerlo, señor Engel. Soy Hannah Roth.
—El placer es mío, señorita Roth. —Tras el apretón, se separaron—. Soy un buen amigo de Andy; si necesita ayuda para lidiar con él, no dude en llamarme. —Metió la mano en el bolsillo interno de su chaqueta y sacó una tarjeta.
Al tomarla, Hannah vio que se trataba de su número, lo que la sorprendió y halagó a partes iguales.
En estos entornos aún se usaban las tarjetas de negocios en eventos como este, pero recibir una de parte del anfitrión de la fiesta era…
—Dom, tienes que contener tus dotes de conquistador —espetó Andrew en tono de broma, causando la risa del otro y la vergüenza de la muchacha.
—¿Conquista? ¿Estás loco? Hablo en serio, señor «no quiero a nadie a mi alrededor y solo tolero a Finn porque no me queda de otra». Estoy seguro de que la señorita Roth la tendrá difícil contigo, eres todo un cascarrabias.
Hannah los miró «discutir», y no pudo evitar sonreír, porque parecían llevarse muy bien, así que decidió intervenir.
—Señor Engel, apenas es mi primer día de trabajo, pero el señor Cook ha sido muy amable en todo momento.
Andrew sonrió y le espetó al otro:
—¿Ves? Vas a tener que tragarte tus palabras.
—Sí, sí… lo que digas. —Resopló, y de pronto se puso un poco más serio—. Oye, ¿tienes tiempo para charlar en privado? Hay un par de cosas de las que te quiero comentar después de la presentación
Andrew entró en sintonía y asintió.
—Claro. —Se volvió hacia Hannah—. Señorita Roth, siéntase libre de recorrer el salón y comer y beber. La encontraré cuando termine mi charla con Dominik.
Ella asintió y los vio marcharse. La presentación de los productos se dio, y se celebró con un gran brindis, y luego Hannah hizo exacto lo que le dijeron: comió, bebió y charló con algunas personas que su jefe le había presentado antes.
Al rato, fue al baño a refrescarse, y tenía la intención de volver a la fiesta, pero apenas salir se encontró una curiosa presencia, una mujer recostada contra la pared que resultó ser Emma Becker, la amiga de la «esposa» del hermano de su jefe.
¿Qué quería con ella?
—Aunque la mona se vista de seda, mona se queda —espetó desdeñosa la mujer, mirándola de arriba abajo.
¿Así que era de ese tipo?, se preguntó Hannah, y decidió ignorarla y seguir su camino; sin embargo, aquella mujer se metió por el medio.
—Señorita Becker, déjeme pasar, por favor. Tengo que volver con el señor Cook.
La pelirroja frunció el ceño y chascó con la lengua.
—Ni se te ocurra metértele por los ojos a Andrew, ¿entendiste? Conozco a las de tu tipo: estadounidenses aprovechadas que van tras los hombres ricos. —Avanzó un paso hacia ella y la señaló con el dedo—. Pero que te quede claro: Andrew es mío.
Hannah arrugó la cara con cierto desconcierto, y espetó casi sin pensar:
—¿Acaso se volvió loca?
La ira se le subió a la cara a aquella mujer, luciendo tan roja como su cabello.
—No me provoques —siseó entre dientes con mirar duro.
Para Hannah, una mujer que acababa de conocer, y que no sabía nada de ella por cierto, que armaba semejante numerito sin razón, y agarraba la gran rabia que la otra tenía encima… estaba desquiciada. Y lo mejor era alejarse de ella cuanto antes.
Se movió para pasar de ella, pero Emma se le volvió a meter por el medio. Hannah insistió y logró avanzar; pero, cuando creía que por fin era libre, escuchó un berreo, y sintió un tirón por la parte trasera de su vestido.
—¡Perra insolente!
Emma le jaló el vestido con tanta fuerza que partió el tiro, y Hannah apenas tuvo tiempo para asimilarlo y agarrarse la prenda para evitar que se le viera el pecho.
—¡¿Qué le pasa?! —protestó Hannah, aunque ya no tenía caso.
Una risita victoriosa resonó, y los tacones de Emma avanzaron hasta detenerse frente a ella y mirarla con superioridad.
—¿Y ahora qué harás? No puedes volver a la fiesta así. —Su voz goteaba malicia—. Solo eres una simple sirvienta, así que recuerda tu lugar, mona.
La mujer se fue como si nada, y Hannah se vio a sí misma en un aprieto. Su bolso estaba en las taquillas de la entrada, al otro lado del salón, así que tenía que ver cómo llegar ahí.
—Ah… todos los ricos son unos malditos creídos desgraciados —masculló en voz baja y, con todo el disimulo que pudo, se dispuso a avanzar entre la multitud.
Caminó con calma, agarrándose con reserva el tiro del vestido, y pasó de todos con presteza; sin embargo, casi a mitad del camino, un camarero se metió por el medio y la hizo tropezar. Hannah trastabilló y se soltó el tiro por instinto; sin embargo, enseguida recordó su embarazosa situación y volvió a tomarlo, lo que la llevó derecho al suelo.
Cuando sus rodillas tocaron el costoso mármol, todas las miradas se le vinieron encima, y Lenna y Emma emergieron entre la multitud, mirándola desde arriba, divertidas.
—Dios, qué asco. ¿Qué hace esa chiquilla todavía aquí? —comentó Lenna, despreocupada ante la ausencia de Andrew—. La gente tiene que saber a dónde puede ir según su estatus.
Hannah frunció el ceño, pero Emma se metió, riendo burlona.—Espera que Andrew la vea. Él odia el desorden… seguro la despide el primer día.Los murmullos y el chisme empezó a correr, y Hannah se preguntó por qué hablan así de su jefe, pues no le pareció una persona dura.De pronto, la multitud se abrió, y aparecieron Andrew y Dominik. El primero, con gesto adusto, se acercó de inmediato a la muchacha, y todos alrededor creyeron que la regañaría por causar alboroto ya que, de hecho, Andrew Cook era conocido por su seriedad y distanciamiento, por su afán por el orden y su desprecio por las indiscreciones.Sin embargo, lo que hizo los dejó a todos helados.Él se quitó el saco de su traje, se agachó y lo pasó por los hombros de Hannah, cubriéndola hasta el frente.—Vamos, tranquila, esto te ayudará. Levántate.La sorpresa bañó a la muchacha, junto a una palpitación cálida al encontrarlo tuteándola, y le hizo caso de manera inconsciente.—Creo que es momento de irnos —murmuró él.Ella se
El trabajo era mucho, pero Hannah lo llevaba bien y, tras unos primeros días agotadores, llegó el sábado y por fin tuvo tiempo libre, más o menos.—¡Mami, mira, es enorme!El chillido de Alisson al contemplar la imponente estructura del centro comercial MyZeil le sacó una sonrisa a su madre, que no dudó en darle una palmadita cariñosa en la cabeza.—¿Verdad que es hermoso?—¡Lo es!—Y espera verlo por dentro. Te va a encantar.Pasaron del imponente exterior de vidrio a un interior de ensueño, y la curiosidad de Alisson la hizo ver a todas partes, ansiosa, aunque tenían un itinerario más o menos bien establecido.—Bien, primero vamos a buscar el bolso, la ropa y los zapatos que necesitas.En su nueva escuela, Ali escogió practicar taekwondo, así que había que comprarle el equipo de uso personal. Fueron a una tienda especializada, y salieron al cabo de una hora con lo que necesitaban. Luego fueron por un kit de arte, y se dispusieron a hacer la compra más grande, un iPad de última gener
Una risita resonó en el local, y la impresionada Hannah volteó hacia la fuente, un Andrew que, al saberse descubierto, se llevó la mano a la boca e hizo un gesto que a la muchacha le pareció gracioso, mirando a otro lado.—Papi, ¿verdad que Iron Man es muy guapo y rico? —sonó la vocecita de Alisson, quien se dirigió al varón con una enorme sonrisa.El muchacho soltó un resoplido y asintió a medias con la cabeza.—Lo de rico puedo admitirlo… ya más allá lo de guapo, la verdad que no es mi tipo. —Se encogió de hombros.—Hmm… —Alisson se llevó el dedo a la boca—, ¿acaso estás celoso, papi? —Aquello tomó por sorpresa, no solo a Andrew, sino a Hannah—. Per
—¡Andrew, escúchame, esto no puede seguir así! ¿De verdad crees que es normal? ¿No te has puesto a pensar cómo han cambiado las cosas estos meses entre nosotros?Andrew, al volante de su auto, resopló frustrado y le restó importancia al asunto. A su lado, en el asiento del acompañante, la mujer que habló chascó con la lengua. Ella tenía la cara enrojecida y los ojos vidriosos, parecía consternada.—No es nada del otro mundo, cariño, quizá solo se comporta así porque piensa que será desplazada de alguna manera. ¿No te has puesto a pensar en eso, en sus sentimientos? No todo gira en torno a ti, ¿recuerdas? Ni tú ni yo somos el centro del mundo.Iban por una carretera rápida a las afueras, conocida porque muchos vehículos de carga traían mercancía a la ciudad o la llevaban a distintos lugares del país y de otros países, por lo que Andrew intentó mantenerse concentrado en el camino.Pero aquella mujer no estaba de acuerdo.—¡No, maldición! ¡¿Por qué nunca me escuchas?! ¡¿Qué te pasa?! ¡Tú
Volver a casa de tus padres después de los treinta no era sencillo, y mucho menos tras haber estado casada y tener una hija de seis años, ¿pero quién le decía eso al maldito de Eddie, que la dejó por una muchachita que quizá ni siquiera había salido de la preparatoria y ni sabía lavarse los dientes?Las frustraciones trajeron hoy a Hannah al primer día del resto de su vida. Tenía una entrevista de trabajo en el prestigioso Grupo Seele con la esperanza de convertirse en la nueva secretaria personal del CEO. ¿Experiencia? La tenía. ¿Capacidad de trabajar bajo presión? Por supuesto que sí; sin embargo…—Mami, ¿aquí es donde vas a tabajar ahora?La infantil vocecita resonó a su lado, y volteó a ver a su pequeña con una sonrisa.Ella, Alisson, era su mundo y, sin embargo, lo último que quería era que estuviera aquí acompañándola en un momento tan importante, pero… ¿qué se le podía hacer? Sus padres no estaban en casa, no tenía clases y tampoco podía dejarla sola.Entonces, se agachó a su a
Tras varios días largos en crisis y casi sin poder ir a casa, luego de que la situación por fin se asentara, lo último que esperaba Andrew Cook al ver abrirse las puertas del ascensor en su planta era que apareciera una pequeña niña castaña con enormes ojos marrones e indirectamente lo llamara papá. Y es que, ¿quién demonios se esperaría algo así?Por eso no fue sorpresa que la impresión bañara su rostro y se quedara en blanco. Las puertas procedieron a cerrarse, y de no ser por Finn, su asistente, que metió las manos, se habría perdido aquellos chispeantes ojitos que lo veían con auténtico anhelo.—¿Tu padre? —preguntó despacio al ver que la pequeña salía de la cabina y se paraba junto a ellos.Finn se lo quedó viendo conmocionado, y en su mente se destaparon mil conjeturas en un simple segundo.La nena sonrió y asintió con la cabeza.—Eres mi papi, ¿verdad? —volvió a preguntar, atizando un nuevo golpe a la comprensión de un Andrew que ya ni sabía dónde estaba parado.Apretó los labi
«¿Por qué falló en su entrevista? Porque mi hija llamó “papá” a mi posible futuro jefe». Ya lo veía, lo veía por todas partes en su cabeza, y la mente de Hannah se llenó de terror, frustración y cansancio.¿Cómo había terminado esto así?La entrevista salió bien, y solo al terminar se dieron cuenta de que Alisson no estaba; corrió a buscarla por toda la planta y no la encontró, por eso fue desesperada al elevador, y la encontró, Dios, la encontró y la calma volvió a reinar en su interior, aunque solo por unos segundos.Estaba jodida. ¿De qué servía obtener el visto bueno del asistente, si su querida hija no dejaba de referirse a su futuro jefe como su padre?La muchacha se llevó una mano a la cara y suspiró resignada por un segundo.—Así es —contestó Andrew como si nada—. Soy Andrew Cook, e imagino que usted es Hannah Roth.—¿Cómo sa…?—Ella lo mencionó. —Señaló a una Alisson que ahora guardaba silencio, como todo un angelito, tras haber finalizado con éxito su travesura.Hannah abrió
El corazón de Hannah latía a diez mil por hora, tan fuerte que podía escuchar cada palpitación en sus oídos con la fuerza de un bombo de batería.Vio al hombre caminar con la gracia que le daban años en la industria hacia su escritorio, y no pudo evitar echar un vistazo alrededor.Este lugar era inmenso, con ventanales que daban al exterior y le proporcionaban un aire de libertad y plenitud que contrastaba por completo con el aura que aquel sujeto desprendía: solitario, como si estuviera encogido en sí mismo.Prensó los labios, e inconscientemente puso las manos delante del pecho en un gesto suplicante porque sintió miedo, cosa rara, pero las bajó en cuanto él le dirigió la mirada..—Adelante, tome asiento.Hannah tragó entero, se guardó sus emociones y caminó hasta la silla frente al escritorio, donde se sentó con toda la calma que pudo.—Entonces… perdone si soy demasiado indiscreto, pero me veo obligado a preguntar dados los hechos. —Aquellas palabras despertaron la curiosidad de l