Vanessa abarcó con su humedecido sexo el miembro duro de Ryan, empezó a subir y bajar balanceando sus caderas, sus senos se movían al mismo compás, la visión que él tenía de ella, era exquisita. Ryan colocó sus manos en las caderas de Vanessa, y marcó el ritmo, cada vez, más fuerte y profundo, sus respiraciones eran agitadas, sus cuerpos sudorosos chocaban y se hacían uno, ella tenía los ojos cerrados, los labios separados, su cabello le rodeaba la espalda, varios gemidos salían de su boca. La respiración de Ryan era cada vez más irregular, se incorporó y mientras ella rotaba sus caderas, sus labios embutieron uno de los senos de Vanessa, ella sintió su piel erizarse, su cuerpo quemar. —¡Ryan! —jadeó en repetidas ocasiones.—Vanessa —respondió él, ronco—, dámelo —ordenó.Ryan la tomó por las caderas, aumentó el ritmo, cada vez más fuerte, más profundo. Vanessa jadeó, sintió como su humedecido sexo se contraía, clavó sus uñas en los brazos de él, y gritó alcanzado el clímax. Él la
Ryan apretó los labios, no muy convencido de dejar a su abuela y Vanessa solas, su novia lo observó con dulzura, asintió, como diciéndole que todo estaría bien, entonces se tranquilizó, y abandonó el despacho. —Siéntate Vanessa —ordenó la abuela, con su voz ronca como era costumbre. Vanessa se sentó en una de las sillas, observaba a la anciana e intentaba descifrar que era lo que tenía que decirle. —La escucho señora. —Como les dije, no me voy a oponer más a su relación; sin embargo, necesito estar segura de que era la mujer que le conviene a mi nieto. —Se aclaró la garganta—, no quiero otra PaIge en mi familia. —Yo no soy como ella, no me interesa el dinero de su familia, estoy dispuesta a firmar un acuerdo prenupcial en el caso de que Ryan y yo nos casemos. —Miró a la anciana—, yo aprendí a valerme por mí misma, y no deseo que eso cambie jamás —enfatizó. Rose asintió. —Te comprendo, y me parece bien lo del acuerdo, por otro lado, con lo sucedido con Robert, ya no confío en na
Caleb se puso de pie, irguió su barbilla, se aproximó como un energúmeno hacia Vanessa, pero ella no le mostró miedo, lo enfrentó cuadrando sus hombros con altivez. —¡No te atrevas a tocarla! —advirtió su tío. —¡Todo es culpa de ella! —gritó desesperado. —¡No! —exclamó el anciano—, Vanessa tan solo fue la víctima, salió por la puerta de atrás, y no se lo merecía. —El señor Bosch colocó sus manos sobre su reluciente escritorio, resopló avergonzado—, no tengo el valor de mirarte a los ojos —le dijo a Vanne. Vanessa observó con seriedad a su antiguo jefe. —Yo le dije que un día probaría mi inocencia señor Bosch, y ese momento llegó, yo jamás traicioné a esta empresa, yo amaba mi trabajo, y la compañía que me dio la oportunidad de crecer, pero me dolió más su desconfianza —declaró—, jamás pensé salir por la puerta de atrás, por algo que yo no hice. El señor Bosch sintió la garganta seca. —Lo lamento mucho Vanessa, y por eso mereces recibir tu liquidación, a más de una indemnización
April asintió, no tuvo más alternativas. —Haré lo que me pides, papá —susurró. —Entonces ve a casa, prepara tus cosas —ordenó Joseph, volvió a su escritorio sin mirarla. April salió del despacho de su padre y antes de ir a su mansión, fue directo al edificio donde se radicaba su amante, tenía que contarle lo ocurrido. Cuando él abrió la puerta del lujoso apartamento, ella entró resoplando, tenía las mejillas enrojecidas. —¿Qué te ocurrió? —preguntó el hombre. —¡Necesito un trago antes! —ordenó, se sentó en uno de los sillones, y cruzó su pierna. El hombre de impecable presencia se dirigió al bar, colocó dos cubos de hielo en una copa, vertió whisky. Y se acercó a la chica, le entregó el vaso. —¿Qué ocurrió?—¡Ryan! ¡Es muy inteligente! —resopló, bebió de un golpe su trago, y le contó lo que pasó con su padre. El hombre apretó los puños, empezó a caminar de un lugar a otro. —El infeliz parece tener pacto con el diablo, pero se le va a acabar su reinado muy pronto —bramó. —¿
Vanessa se sobresaltó al sentir el agua helada en su piel, exclamó un jadeo de la impresión. Ryan se puso de pie, decidido a enfrentar a Palmer; sin embargo, cuando estaba por tomarla del brazo, su novia se puso de pie, y lanzó una bofetada en el rostro a la rubia. —¡En tu vida vuelvas a hacer esto! —rugió Vanessa, agitada la apuntó con el dedo índice, la miró con profunda seriedad. Palmer se sobó la mejilla, la bofetada ardió en su rostro. —¡Eres una…! Ryan la agarró para que no agrediera a Vanessa. —¿Una qué? —cuestionó Vanne, estaba tan cansada de las humillaciones, de las burlas, de siempre comportarse como una dama, pero esa noche, ya no pudo contenerse. —¡Una zorra! —gritó Palmer. —¡No más que tú! —contestó Vanessa, y le lanzó otra bofetada. Palmer giró el rostro del impacto, se tambaleó, Ryan la soltó y fue a parar al suelo. —Para que aprendas a no meterte conmigo, y si te vuelves a insinuar a mi novio, te saco los ojos —amenazó Vanessa. Ryan irguió su rostro,
«¡Mamá!» La voz de Vanessa cerca de la puerta, provocó que Jordan y Caroline se separaran de golpe. Ella se acomodó la bata como pudo. —¿Estás bien? —preguntó Vanessa entrando al apartamento, pensando que alguien había ingresado sin previo aviso al ver la puerta semiabierta. —¿Qué haces aquí? —averiguó Ryan a Jordan. Tanto Vanessa como Ryan se observaron entre ellos, sin comprender nada. Jordan y Caroline no sabían qué decir, parecían dos adolescentes encontrados infraganti. —Yo…, este…—Jordan rascó su nuca—, pasaba por aquí para saludarte y al ver que no había nadie en tu apartamento, imaginé que estarías acá. —¿Por qué tienes las mejillas enrojecidas, mamá? —averiguó Vanessa. Caroline pasó la saliva con dificultad, pensó con rapidez. —Ay hija, espera a que llegues a mi edad, esto se llama bochorno, tengo mucho calor. —Se abanicó con la mano el rostro—, bueno yo me retiro, que descansen. —También me voy —comunicó Jordan, se despidió de Ryan y Vanessa y salió con rapidez del
Vanessa ayudó a Rose a sentarse en una de las sillas de la cafetería, y luego ella hizo lo mismo, de inmediato uno de los meseros se acercó. —¿Qué desean ordenar? —indagó el joven con amabilidad. —Yo un expreso sin azúcar —solicitó Rose. —Para mí un capuchino —pidió Vanessa. —¿Algo más? —preguntó el joven. —Yo sí deseo una tarta de zanahoria —dijo Vanne. —¿Y usted? —preguntó a Rose. —Yo desde hace mucho que dejé el azúcar y las harinas, es una cuestión de salud, cuando tengas mi edad lo comprenderás. Vanessa sonrió. —Es todo. El joven asintió y se retiró con el pedido. —Bien Vanessa, quise que habláramos fuera de la empresa porque como sabrás Ryan es mi único nieto, y por ende el heredero de la inmensa fortuna que tenemos los Knight —expuso sin más preámbulo. —Señora Rose, yo no estoy con Ryan por dinero, como le dije yo firmaré cualquier documento renunciando a sus bienes, yo amo en verdad a su nieto, así no fuera millonario —expresó con sinceridad. Rose se aclaró la garg
Vanessa llegó del trabajo a su apartamento, saludó con las niñas, y miró a su mamá en la cocina finalizando la cena, cantando muy alegre. —¿Cómo están? —averiguó Vanessa, mientras besaba la frente de ambas. —Bien mami, terminamos pronto las tareas, y tenemos que hacer una maqueta, pero nuestro papá no llega. —Ava frunció el ceño. —Ryan fue a visitar a la señora Rose, me pidió que les dijera que no iba a demorar, que tuvieran las cosas listas. —advirtió. —Bueno ya empezamos a diseñarla —avisó Hope y señaló a la mesa. Vanessa abrió sus ojos, sonrió complacida, y se acercó a mirar lo que ya habían elaborado. —Veo que cuando seas grande seguirás los pasos de tu papá, serás una muy buena arquitecta —comentó y le acarició la mejilla—, está quedando muy bien, sigan trabajando, me lavo las manos, me quito esta ropa y las ayudo. Las pequeñas sonrieron y volvieron a la mesa. Vanessa se acercó a la cocina, saludó a su mamá. —Veo que te fue muy bien en esos asuntos, hasta estás cantando.