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Capítulo 2. El peor día de mi vida

Antes de que la locura se haga con esta casa, salgo a caminar. Mi madre no se debe de fiar de mí, tengo detrás a dos chicos de seguridad. Intento darles esquinazo, pero están bien entrenados y amenazados por la Sra De Luca.

Subo a la Castel de San Pietro, para mí, el sitio más bonito de Verona. Mi lugar favorito, para pensar y estar sola. Desde aquí, tengo una vista increíble de mi ciudad. Me siento en el muro, con los pies colgando, como hacía cuando venía con mi hermano Carlo. Veníamos aquí, cuando salíamos de fiesta y mientras mirábamos el paisaje, hablamos de la m****a de la vida que nos ha tocado vivir. No le gustan los negocios,. Se describía como un bohemio, un anti trajes y corbatas, le gusta pintar, escribir poemas, sacar su guitarra y deleitarnos con alguna canción. Pero mis padres, le obligaron a estudiar derecho, según ellos, alguien tiene que llevar la parte legal del negocio.

-Estas mal sentada. Gira despacio y pon las piernas en tierra firme, por favor –oigo que me dicen. Giro la cabeza un poco, sólo hasta ver quién me habla –Erika, por favor. Vas a caer del muro. Eres un poco desobediente.

Me río y hago lo que me dice, quedando frente a él. Le tengo a dos metros de distancia, me fijo mejor en él, es más guapo de lo que le recordaba.

-Tranquilo Giovanni, no me voy a tirar. Aunque es lo mejor que podía hacer. Así, no me casaría con tu hermano –se acerca a mí, despacio, me acaricia la mejilla. Me aparto, el roce de su mano quema, aunque me gusta su contacto. Él quita la mano -lo siento, no quería apartarme. Se puede saber que haces aquí, tienes que estar preparándote para tu boda.

Veo tristeza en su mirada. Una sonrisa preciosa si, pero muchísima tristeza. Siendo tan guapo, es una pena.

-Vine a pasear, a pensar y poner mis ideas claras –mira a los de seguridad –desde cuando tienes niñeras? –me dice riéndose.

-Mi madre, tiene miedo que me escape –me encojo de hombros –salí a pasear también para pensar. Pero no ayudó nada. A ti, te ayudo? –pregunto mientras me levanto, dispuesta a irme a casa.

Niega sonriendo. Pues sí que hacemos buena pareja...

-Creo que el paseo lo empeoró. Sabes una cosa? Me he enamorado –genial, ahora voy a ser su confesora, su hombro en el que llorar. Que patética. Me gusta y mucho. Le veo irse, pero se vuelve a mirarme –me he enamorado de una chica increíble, no la conozco, pero lo sé. Hoy se casa con el imbécil mi hermano, es una putada, no veas como duele. Te veo en el altar, cuñada.

Le veo alejarse. Tiene razón, duele mucho, ver alejarse a la persona que te gusta. Vuelvo a casa caminando despacio y pensando. Si me pudiera escapar, irme lejos, desaparecer…

-Donde estabas? –me grita mi madre, bajando las escaleras de la casa –tienes que empezar a vestirte, eres una inconsciente.

-Salí a pasear madre, déjame en paz. Puedes estar tranquila, me voy a casar como todos queréis –no me doy cuenta de que estoy gritando, ni que tengo más espectadores –sólo te voy a decir una cosa, después de dar el sí quiero, olvídate de que tienes una hija. Nos estáis obligando a los dos, a una vida de m****a, no vuelvas a dirigirme la palabra –miro hacia donde están mis damas de honor, les digo que sólo ellas me van a ayudar a vestirme y es cuando veo a Giovanni y Beltrán salir del salón, junto a nuestros padres –he decidido, que Salvatore me acompañe al altar.

-Será tu padre quien…-corto la frase de mi madre, la miro con odio, con rabia.

-Creo, que como padres, habéis hecho mucho, en mi miserable vida. Si tengo que hacer esto, quiero a alguien a mi lado, que me quiere –miro a mi padre, que con lágrimas en los ojos, asiente. Beltrán se acerca quiere hablar conmigo y me dice que entre en la biblioteca –no estoy para sermones de última hora, que quieres?

Beltrán está serio, pero tranquilo. Lo que cambia la gente, cuando no tiene alcohol en las manos, ni en el cuerpo.

-Erika, esta boda es una farsa, estoy de acuerdo. Pero tenemos que hacer esto, por negocios. Mi hermano tiene razón, lo que nos dijo por la noche, es verdad. De cara a la gente, podemos ser la pareja perfecta y…-hoy no estoy por dejar hablar a nadie.

-Si me vas a decir, que continúas con tus fulanas y fiestas, tranquilo, lo suponía. Ni me va, ni me viene. Me da igual lo que hagas con tu vida. La verdad…me importa una m****a lo que nos pase a ninguno. Estoy a dos horas, de entrar en el infierno. Te veo a las puertas –me limpio las lágrimas. Me dirijo a la puerta, Giovanni me ofrece un pañuelo, nuestras manos se rozan. Vuelven a saltar chispas. Su presencia me pone nerviosa, pero su contacto, hace que todo mi cuerpo tiemble –gracias. Me voy, me tengo que preparar para una boda –le digo mirándole a los ojos. Sigo viendo tristeza. Incluso te diría, que he visto lágrimas en sus ojos.

Mis damas me ayudan a vestirme. La peluquera, hace un trabajo formidable, aunque yo la he mareado muchísimo, sé que no tiene culpa, pero con alguien tengo que descargar y le tocó. La hice deshacer el moño, media docena de veces, para luego elegir melena suela con flores cayendo en cascada por ella. Tocan a la puerta y entra Salvatore, seguido de mis otros dos hermanos Enzo y Carlo. Me entregan el ramo de rosas color crema. Sólo me queda, el último toque, los zapatos de tacón.

-Te ves guapísima, hermana –dice Enzo, mi hermano mediano y el más serio –una foto con tus hermanos favoritos? –dice riéndose. Nos hacemos una, sonriendo antes de morir en vida. Luego me abraza fuerte y me dice al oído –no somos como nuestros padres. Sabes que puedes contar con los tres, para lo que quieras y cuando quieras. Si tienes algún problema, los tres despachos están abiertos para ti. Nunca estarás sola, nunca.

Mis mosqueteros guapos. Siempre me han protegido, de todo y contra todos. Visto de otra manera, ellos son también víctimas de mis padres, como lo soy yo.

-Lo sé, mis caballeros de blanca armadura. Sabéis que os quiero, verdad? –y nos damos un abrazo en grupo, como cuando éramos pequeños y alguno se iba a llevar una buena bronca.

Oímos la puerta, es Giovanni. Se me queda mirando, no dice nada. Solo mira y remira. Hasta que se da cuenta que mis hermanos, se están riendo. Carraspea como un quinceañero.

-Venía a deciros, que abajo ya esperan a la novia. Chicos, yo quería…esto…me podéis dar cinco minutos con vuestra hermana –los tres asientes, cuando salen cierran la puerta –estás guapísima Bella. Pero tu cara no concuerda con el día ni el vestido. Mira.. sé que no tengo derecho a estar aquí, pero..-quiero hablar, pero no me deja –déjame decirte algo, luego me voy. No volveremos a hablar de este tema, si tú no quieres.

Asiento. Dejo el ramo encima de mi cama. Me coge de las manos. Ahí está esa descarga, junto a las mariposas del estómago. Las lleva a la boca, para besarlas. Se queda un rato oliendo mi perfume, como si quisiera recordar este momento y dejar mi fragancia en su mente.

-No sabía quien eras, cuando te vi en el club. Me fijé en ti al momento. Eres guapísima y esa timidez, me enamoró. Cuando descubrí tu identidad, creí morir. Yo mismo, dije que no, a este arreglo de negocios. Si hubiera sabido que eras tú…-coge aire, respira hondo –sé que algo sientes por mí –asiento, pero no hablo –lo que peor llevo, es saber que vas a compartir cama con mi hermano, te va a tocar…sólo con ver que te mira, me enferma. Me imagino, cuando estéis bajo las sábanas y ahí, es cuando quiero matarlo. Cariño, cuando todo esto acabe, búscame. Si tenemos que irnos de Verona, nos vamos y empezamos de cero en otro sitio. Contigo, donde sea.

Se acerca a mí, me acaricia la cara y sus labios buscan los míos. Nos besamos, sabiendo que no podemos estar juntos. Salvatore desde fuera, pica sin entrar, nos dice que espabilemos, que se van a poner nerviosos. Nos separamos, nuestras manos siguen unidas. Le vuelvo a ver alejarse. Ese beso…lo llevaré grabado.

-Algo pasa entre vosotros dos –me dice Salva –anoche pude ver, como os mirabais y ahora esto. Tener cuidado. Si vais a estar juntos, ser discretos. Sé que te va a cuidar, eso no me preocupa, él no es como su hermano. Y ahora, intenta sonreir, tienes que aparentar ser una novia enamorada.

No me sale la sonrisa. Hago el trayecto del jardín, mirando al suelo, a las flores que hay por la alfombra. Tengo a mi hermano, cogido de su brazo, le apretó fuerte y él hace lo mismo con mi mano. Miro al altar y veo a Beltrán, detrás de él Giovanni. Mi corazón se acelera, solo con verlo. Enzo me ha dicho que no piense en Beltrán, “piensa que te casas con su hermano” y me guiña un ojo riendo.

Pedí una ceremonia corta. Y así fue.

El momento más tenso, fue cuando me preguntaron si quería a Beltrán Ricci como futuro esposo. Mi intención era decir que no, pero por encima de su hombro vi a su hermano, entonces imaginé que era él, con el que me daba el sí quiero. Todos empezaron a aplaudir al nuevo matrimonio, yo solo tengo ojos para mi cuñado.

Mi madre viene a darme un beso, quiere darme un abrazo, pero la detengo antes de que lo haga. Debe de pensar que delante de la gente, no me voy a atrever a decirle nada.

-No te acerques a mí. No te lo vuelvo a repetir, si no quieres una escena. Ya no estoy bajo tu mando. Ahora estoy casada, madre. NO TE QUIERO CERCA.

-Cuñada –Giovanni se acerca a mí y me abraza, dándome un beso en la mejilla –enhorabuena. Hermano, no seas capullo, sé un buen marido. Tienes una joya como esposa.

-Vanni, no empieces. Lo haré lo mejor que pueda. Por cierto, mañana voy a salir con los chicos, puedes conseguirme una sala privada? –le miro con cara de asco, por lo menos, que no lo cuente a los cuatro vientos por la cara –deja de poner esas caras. Tú y yo, no vamos a tener nunca nada.

-Ni dios lo quiera. Nunca me verás entre tus sábanas, antes contrato un stripper, mira, puede que alguno de mi despedida, a lo mejor, me hace descuento, por repetir.

Me alejo, voy a saludar a los invitados. No lo hice tan mal, creo que al infierno, voy a entrar por la puerta grande.

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