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Capítulo 4. Mirando por mi futuro

Las cosas no van muy bien en mi matrimonio, tampoco es que esperase algo bueno. Paso los días sola, aquí en esta casa, las noches ya lo daba por sentado. Para entretenerme y que el tiempo pase más rápido, he decidido ponerme a estudiar. El problema es, que mis padres controlan mi cuenta, aunque ya esté casada, creen que con esa nimiedad, me tendrán en sus manos. Y mi marido…bueno, es un caso aparte. Viene a casa a altas horas de la madrugada, eso cuando viene. Si le contara mis planes de estudios, se reiría de mí a la cara. 

Veo a mis hermanos una vez a la semana, es el mejor día. Comemos juntos y luego alargamos la sobremesa con chismes y cotilleos de la alta sociedad. Carlo también se casó por negocios, lo que le salva, es que se está enamorando de su mujer. A Salvatore le pasó igual, me encanta verlos juntos, da envidia sana. Enzo, fue el único que se salvó, empezó a salir con su mujer en secreto, para que nuestros padres no lo estropearan. Las risas que pasamos, cuando en la fiesta de su “compromiso” les presentaron. Ninguno de los dos, sabía para que era esa reunión, sobre todo conociendo a mi hermano, capaz y no aparece. Él decía que sería capaz de llevar las riendas del negocio familiar sin estar casado. Al principio se hicieron los ofendidos, pero no podían disimular lo encantados que estaban con toda esa situación. Después de dos años de noviazgo, se dieron el sí quiero en una ceremonia preciosa. Ojalá, me pasara lo mismo, pero dudo mucho, ni siquiera me gusta estar en la misma sala que Beltrán.

Les comenté mis intenciones de estudiar, les gustó mi idea y me van a apoyar en todo. Me ayudaron a crearme una cuenta nueva, con la que podré acceder a la plataforma del campus online, me podré de alta en la Universidad Guglielmo Marconi, una de las mejores de nuestro país, la eligieron ellos. No esperaba menos de mis hermanos. Quedamos en vernos en un par de días, para entregarme todo lo referente a mis clases.

Los siguientes días, un aburrimiento. Nada que hacer. Un poco de gimnasio, pasear, café con alguna amiga. Con mi suegra, también he quedado, fuí con ella de compras, ya que dentro de unos días, es el cumpleaños de su marido y quiere dar una fiesta. Esta gente, no se cansan de hacer fiestas y saraos. Mis amigas, otras que tal bailan. 

Mi hermano Salvatore, viene a mi casa a verme, pero como sé que la relación con mi querido marido, no es buena, prefiero mantenerlos alejados a los dos, entre sí. Le hablo de la cafetería que hay al lado de mi edificio, es una monada de local, y hacen un café expreso riquísimo, no hace falta mucho más, para que me invite a tomar un café. 

Me trae un portátil y el material necesario, para el campus online, donde tengo todo el temario, los ejercicios y el horario de las clases. Estoy tan entusiasmada, que estoy deseando llegar a casa, para empezar con ello. Tendré que ponerme al día, porque el semestre ya empezó, hace dos meses. Me aclara, que cuando termine el curso, las prácticas, no pueden ser en la empresa de la familia, me descubrirían. Entre los tres, me ayudarán a encontrar algo, que no me preocupe. 

La conversación, llega a su punto clave, me pregunta por Giovanni, le cuento que sigo sin saber nada de él. Lo último que me contó mi suegra, es que anda de mujer en mujer y pegado a una botella de whisky. Me entristece saber eso, pero más todavía que fui yo la culpable.

-Yo tengo la culpa Salva, lo aparté de mi vida, pero es por nuestro bien. Si la familia se entera o se hace público, sería perjudicial para los negocios. Aunque la verdad, es un poco egoísta. Beltrán sale de fiesta, de fulanas y no pasa nada, pero…y si lo hago yo? Seriamos portadas en los periódicos, un escándalo –asiente, sabe que es verdad, no es lo mismo que lo haga un hombre, a que lo haga una mujer.

-Erika, os he visto juntos. Cómo te mira, te habla, incluso cómo se comporta contigo. Sé que te quiere, él te cuidaría mejor que nadie. Te respeta, nena. RESPETA –de repente mira para la puerta de la calle, se queda sin aliento. Soy curiosa por nacimiento y por eso giro la cabeza, para averiguar. Veo a Giovanni, con una rubia. Se me rompe el corazón verle con otra, no tengo derecho a enfadarme, pero sí a estar triste –quieres irte? –niego –se acerca a saludarnos, tranquila.

-Salvatore, cuanto tiempo, un placer verte –se dan un abrazo y un apretón de manos –Anna, te presento a Salvatore, un amigo de la escuela. Y ésta, es su hermana pequeña y la mujer de mi hermano, te presento a mi cuñada Erika –me giro para saludarles. Una de las manos de Giovanni, está por debajo de la cintura de la rubia, que rabia me da. Saludo educadamente, como me enseñó mi madre. Él me da dos besos, los cuales alarga, para tener más contacto. Esas chispas, esa corriente que sentía cuando me acariciaba, sigue ahí –hola Giovanni. Encantada Anna. Salva, me tengo que ir.

Me levanto de la mesa, guardo todo lo que me trajo mi hermano, agarro mi bolso. No me puedo creer, lo celosa que estoy. La sangre me hierve por dentro. No soporto verlos juntos. 

-En serio te tienes que ir Erika? Es una pena, he oído hablar tanto de ti, que tenía curiosidad por conocerte –me la quedo mirando –además estar casada con Beltrán, todo un gigoló de oro, fuera de las garras de muchas, algunas morirían por estar en tu lugar –le digo que tengo prisa, tengo un evento y me tengo que arreglar.

-Déjala Anna, es una mujer de la alta sociedad, seguro que tiene alguna fiesta a la que acudir –el comentario se lo pudo ahorrar, el muy cretino –es para lo que han sido criadas estas chicas, para ser una buena esposa fuera y dentro de la casa.

Paso al lado de él, pero antes le miro a la cara y le llamo gilipollas. Nadie me oyó. He tenido la delicadeza de decírselo en un susurro.

-Y tienes razón, esta noche tengo una fiesta, que la anfitriona, por cierto es tu madre. Me voy, tengo que preparar mi papel de esposa perfecta.

Salgo del restaurante. Me apoyo en la pared, intento respirar, me falta el aire. Salva está saliendo y se dirige a donde yo estoy.

-Sois dos idiotas. Vamos, acompáñame al coche. Tú aquí sufriendo y él igual, con esa tipa, que no sé que carajo pinta con ella. Por si no te has enterado, sois idiotas, repito I D I O T A S –me da un beso y se despide –nos vemos en la fiesta.

El evento de hoy, en casa de mis suegros, una Gala Benéfica, para recaudar fondos, para niños sin hogar. Para esta ocasión, elegí un vestido azul marino, escote en V atado en mi cuello, dejando la espalda al aire. Me pongo mis tacones, cojo la cartera y salgo hacia el salón. Beltrán ya está listo. Me mira y me señala el ascensor. Nuestras conversaciones sin decir palabras, ya están siendo habituales. Al salir del elevador, ya estamos metidos en el papel de matrimonio perfecto y enamorado.

Mis suegros, salen a recibirnos. De lejos veo a mis padres, mi madre ni se acerca, pero mi padre, es más cabezón, de alguien tenía que heredarlo yo.

-Hola cariño. Estás guapísima Erika. Todo bien? –me pregunta.

-Estoy genial papá. Mi matrimonio es perfecto y yo soy una buena esposa florero. Es lo que pedísteis, verdad? Dejo que mi marido, se valla de putas, mientras yo me quedo en casita. Si lo hago mal, por favor, puedes decírmelo, estaré encantada de solventar los fallos.

-No hace falta ser tan desagradable. Es lo mejor para ti, nena -lo mejor para mi, llevo escuchando eso varios meses y juro que todavía no he visto mi beneficio.

-No soy tu nena. No soy nada para vosotros. Os lo dije el día de la boda. Me habéis perdido como hija. Nunca os perdonaré esta m****a de vida –Beltrán me hace una señal, para que valla donde él –permiso padre, mi querido marido me necesita, permiso Sr De Luca.

Voy con paso firme, con la cabeza bien alta, llego donde está y me coge por la cintura. Me presenta a unas personas, hago de buena esposa, alabando el trabajo de mi marido. Todos encantados. La próxima semana quieren quedar para una cena en parejas. 

-Un brindis, por esta pareja –giramos y vemos a Giovanni, borracho. Sus ojos no se apartan de los míos –nadie diría que os lleváis mal, que no os soportáis. Sois unos actores de primera, dais el pego chicos –Beltrán se aleja, dejando a su hermano decir tonterías –ya caíste en sus redes? Ya te conquistó y metió entre sus sábanas? 

-Eres un imbécil Vanni, te estás equivocando. No escuchaste nada, de lo que te dije en nuestra conversación –levanta la copa y bebe –deja la copa, estás borracho y vas a decir algo, que nos ponga en un compromiso.

-Me has apartado, para liarte con él. Que ciego fui. Jugaste conmigo. Te divertiste? –miro a los lados, nadie viene a llevárselo. Beltrán viene hacia nosotros.

-Cariño, mi padre viene y se lo lleva. Déjale –me tira del brazo, pero me quiero quedar con él –nena, tenemos gente que atender –veo como mi suegro se lo lleva, mientras sale de la casa, mira hacia atrás, para mirarme. Quiero echar a correr donde está, pero Beltrán me tiene cogida, como si lo supiera.

La fiesta se alargó mucho. Estos zapatos me matan, necesito quitarlos. Me acerco a mi marido, no tengo que darle explicaciones, pero no se sabe, quien puede estar mirando o escuchando en estas fiestas horribles.

-Beltrán, me voy a casa. No hace falta que me acompañes. Cogeré un taxi -le digo fría y seca, como nuestra relación.

-No me esperes levantada, llegaré tarde -dice arreglándose la corbata.

-Tranquilo, no pensaba hacerlo. Puedes dormir donde te dé la gana.

Mientras espero el taxi, pienso en lo que pasó, necesito hablar con Giovanni, no podemos dejar así las cosas. Piensa que estoy entre las sábanas con su hermano, la sola idea de eso, me dan escalofríos. Le doy al taxista la dirección de su casa, oí decir a mi suegro, que lo dejó echado en su cama. Pago el viaje y me bajo. 

Doy unas vueltas, pensando que carajo le voy a decir. Me hago la valiente y pico en la puerta. Nada, silencio. Vuelvo a intentarlo y es cuando veo que se enciende una luz. Los nervios me ahogan. Oigo como suelta un insulto a un mueble, debió de tropezar. Abre la puerta, tiene una pinta horrible. Nos quedamos mirando, sin hablar.

-Giovanni, yo…necesitaba verte –me extiende la mano, para que entre.

-Vanni, mi amor, vuelve a la cama…-le suelto la mano. Mira hacia la parte de arriba de las escaleras. Está con Anna y quería que entrara, no entiendo nada. La mira como si no supiera que estaba ahí –todavía no acabamos cariño, nos queda una noche muy larga –soy imbécil, soy muy imbécil. Y yo, pensando que iba a tener sus brazos abiertos.

-Erika, por favor. No sé cuando llegó. Recuerdo que mi padre me acompañó y me subió a mi cuarto. Te lo juro cariño. No te vallas, no… no… –me giro y camino carretera abajo. Le oigo gritar mi nombre, no le hago caso.

Camino por las calles empedradas, me quito los tacones y voy con ellos en la mano. Me dirijo a San Pietro, las vistas por la noche, son espectaculares. Pierdo la noción del tiempo, tampoco tengo prisa por volver a casa, nadie me espera.

-Tienes la mala costumbre, de sentarte con las piernas al lado que no corresponde. Por favor, ponte en tierra firme.

-Giovanni, quiero estar sola. Vete con tu chica –no le miro, porque si le miro… -todos los Ricci sois iguales.

-No me compares con tu marido. No soy como él. Si fueras mi mujer, estarías conmigo entre mis sábanas. No con ninguna otra –se me acerca por la espalda, me abraza. No quiero, pero...echo la cabeza para atrás, me apoyo en su pecho. Le agarro las manos y las entrelazamos –no soporto verte con él. Y menos, como os ví hoy. Tan sonrientes. Tan felices.

-Vanni cariño, es un puñetero papel. Nada que ver con la realidad. Tienes que creerme. Entre tu hermano y yo, nunca ha pasado nada –giro y pongo los pies en tierra. Me levanto para ponerme a su altura. Le acaricio sus mejillas. Juego con su pelo y le doy un suave beso en los labios –no podría estar con él, ni con nadie. Me he enamorado de ti, sería incapaz de estar con ningún otro hombre, que no fueras tú.

-Erika…-nuestras bocas se juntan en un beso de película, con Verona de noche de fondo. No queremos que acabe ese beso –voy a terminar por secuestrarte y llevarte lejos –nos reímos –quiero preguntarte algo, pero no te ofendas, vale? Es solo que…yo...has estado con alguien estos meses?

Niego. Le rodeo el cuello con mis brazos. Le miro a los ojos, le acerco a mi.

-Con nadie. Ni Beltrán, ni ningún otro. Te lo acabo de decir, de verdad, créeme. Y sobre eso…hay algo que tenía que decirte, pero me da vergüenza. Prométeme que no te reirás.

-Nunca reina, nunca. Que pasa? –apoyo mi frente en su pecho. 

-No he estado nunca con ningún hombre. Vanni, yo…

Sus labios no me dejan hablar, me hacen callar. No voy a ser yo, quien le lleve la contraria.

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