El viernes por la tarde Deanna se encontró con ellos luego de la escuela. Por primera vez salían los cinco juntos a la vista de todos, el hecho de que la vieran con sus hijos era evidencia suficiente para demostrar que eran una familia y que era su esposa. Lo primero que buscaron fue un regalo para Camila y luego pasearon por el lugar mirando vidrieras y comprando cosas que los niños querían. Deanna le eligió unas corbatas y él por fin aprobó un vestido para el cumpleaños. Jonathan caminaba junto a sus hermanos, maravillado y contento. No tenían muchas salidas como esa. -No se alejen demasiado – Les advertía Deanna. Daniel no recordaba cuando fue la última vez que había disfrutado tanto un paseo en familia, quizá cuando Emily aún vivía. Más los observaba, más se enamoraba. Ella abrió su corazón a sus tres hijos sin segundas intenciones, sin intentar utilizarlos para ablandarlo o convencerlo. Por un momento imaginó como sería un hijo de Deanna, pero descartó de inmediato la idea… po
La fiesta que Camila había organizado sería a lo grande, se la conocía por hacer de sus eventos algo muy pomposo por donde desfilaban muchos miembros importantes de su círculo social. Nadie se los perdía.Por todo aquello, Daniel estaba más que consciente de que, junto con Deanna, serían el centro de atención. Todos querrían ver a su nueva esposa y comprobar si alguno de los chismes que corrían eran ciertos. Deanna no estaba nerviosa, pero si preocupada. Tratar de encajar para que la imagen de su esposo siguiera intacta y no sea blanco de críticas le pesaba bastante. Nunca se hubiese imaginado que enfrentar todas esas exigencias fuera un trabajo a tiempo completo. Las presentaciones de rigor no terminaban más, pero él no se separaba de ella ni un momento. Le sostenía la mano o la tomaba de la cintura, lo que para Daniel era una clara muestra de su apoyo y también de orgullo. Sentía orgullo de mostrarle a todos la mujer que tenía. También hacía las veces, en su cabeza, de señal de
- ¿Dónde la dejaste? – Le preguntó Daniel - ¿Qué cosa? – - La vergüenza… - - Ah, si… La perdí por ahí cuando Susan me dijo que se llevaría los niños porque se lo pediste… ¿Cuándo lo encontraste? – - ¿Qué cosa? – - El descaro – - El día que te conocí… - Daniel se apoyó en el escritorio, con unas ganas de tocarla que lo quemaban. Pero ya que ella había tomado el primer paso, quería saber hasta dónde estaba dispuesta a llegar. - Elegiste a propósito el vestido – Dijo Deanna. - Sí, para poder verte… - Deanna se volteó y volvió a mirarlo por encima del hombro. Su rostro tenía una expresión que nunca había visto. - ¿Así? – - Si, así… - - Siempre rodeado de mujeres… Que descarado, eres un hombre casado – Volvió a mirarlo de frente. - Y tú cercada por esos tipos que se roban mi tiempo contigo… - Daniel se incorporó y caminó hasta el sillón detrás del escritorio. Si no ponía un poco de distancia iba a reaccionar como un animal. Se sentó. - Ah, pero eres mi caballero favorito… -
Luego de esa fiesta muchas cosas cambiaron en la vida de Daniel, si antes había caído como un niño por su sonrisa ahora estaba perdido. La primera noche que pasaron juntos resultó ser todo lo que había imaginado y más; volvía a tener una mujer en su vida. Una esposa. Deanna comenzó a derretir su coraza y a menguar su tristeza, le devolvió la alegría. Su casa era un hogar otra vez, cálido y feliz. -El cumpleaños de Deanna es la próxima semana, Harry ¿Qué deberíamos comprarle? ¿Crees que lo festeje en la casa? – - No lo sé, Laura – - La llamaré para preguntarle. Ya no podremos salir a festejarlo como antes. Dudo que Daniel la deje reunirse otra vez con todos los muchachos – - No lo sé – - ¿Qué es lo que te sucede? Llevas días apático – - Lo siento, he tenido problemas en el trabajo. Lamento hacértelo sufrir a ti también – Harry puso su mano sobre el vientre de Laura que ya se notaba bastante. No quería descargar con ella su frustración, pero no podía evitarlo. Nada le quit
Mudarse a su habitación fue toda una revelación para Deanna. Ya no tenían ninguna excusa para seguir durmiendo separados. Daniel no encontraba el sentido a seguir durmiendo solo, sin sentirla a su lado, pero cuando se lo propuso se sentía tan nervioso como un adolescente. Esa tarde estaban sentados en su oficina, escuchando música, mientras él leía. Estar así entre sus brazos, oliendo su perfume que era una mezcla de madera y sándalo, hacía que se sintiera dentro de un capullo. Los momentos de calma como ese, con su cabeza apoyada sobre su hombro, la relajaban tanto como si estuviese por entrar en un sueño profundo. - Deanna… - - ¿Mmmm? – - Crees que… ¿estas despierta? – - Ajammm – - Si, bueno… Crees que… en realidad me parece que ya es tiempo… no sé qué pensarás… - - ¿Sobre qué? – - Mudarte a mi habitación – Deanna abrió los ojos de repente, estaba esperando que se lo pidiera y si no lo hacía ella se lo propondría. Una diminuta sonrisa s
Luego de sus clases Deanna pasó por el departamento de Harry y Laura, pero él no estaba. Se encontró con una Laura preocupada y algo triste; así que solamente se dedicó a escucharla. No iba a contarle lo bien que iban las cosas con Daniel si su amiga estaba en ese estado. Laura le dijo que Harry se estaba distanciando cada vez más de ella, que seguía siendo el mismo hombre dulce y considerado, pero que parecía que solo le importaban el bebé y su trabajo. “Que extraño”, pensó Deanna, siempre estuvieron tan enamorados el uno de la otra. Tal vez sería una etapa de ajuste para Harry. Llegó algo preocupada a la casa, era raro ver a Laura de esa manera. A lo mejor el embarazo estaba afectándola. Daniel la esperó un poco intranquilo, preguntándose si vio a su hermano. ¿Debería vivir con esa angustia por siempre? ¿Consternado cada vez que ellos se encontraran? - ¿Cómo te fue? – - Bien – - ¿Viste a Laura? – - Si, no la vi muy bien. Parece que a Harry le está cos
Se volteó con el cuerpo cargado de calor, todas esas caricias, todos esos besos. Él conocía como tocarla, como saborearle la piel para desatarla. Era lo que buscaba cada vez: liberarla. Porque cuando lo hacía derramaba todo lo que tenía, se entregaba por completo, era suya. Lo miró con los ojos transformados, las pupilas dilatas y la respiración agitada.Daniel iniciaba el juego, pero Deanna lo dominaba. Exudaba un halo de deseo que solo era para él, porque él lo provocaba, porque nunca había sentido esa necesidad básica y pura de amar con el cuerpo lo que el corazón le dictaba. No así, no con esa locura. Verla reaccionar era todo lo que lo lanzaba a perder los estribos; no lo había vivido con nadie más. Y por eso sus actitudes lo desconcertaban y a la vez lo halagaban, lo encendían y lo intimidaban en simultáneo. ¿Cómo no iba a perder la cordura?
El cumpleaños de Deanna no fue más que una reunión en la casa con algunos amigos y familiares. Extrañamente, Camila sufrió un terrible dolor estomacal ese mismo día. Charles llegó con un regalo, tomó algunas copas y se marchó; era una cena de jóvenes. Cuando le había dicho que eran escandalosos se refería a que la mayoría eran músicos y abarrotaron el pequeño lugar donde ella tenía su sala de música. La velada se trasformó en un escenario bohemio, entre canciones e instrumentos. Daniel se sentía sapo de otro pozo, aunque mantuvo un ánimo alegre y cordial. Pero no se separaba de ella; a excepción de Laura, Susan y Deanna misma, eran todos hombres. Hombres más jóvenes. Harry se mantenía en un rincón, callado, ensimismado. Estaba haciendo un esfuerzo enorme por mantenerse en la misma habitación y no salir corriendo. ¿Cuánto tiempo iba a llevarle olvidarla? Apenas hablaba con alguien y observaba a Daniel con desagrado cuando cruzaban miradas. Solo parecía recobrar un poco de v