Daniel llegó de la empresa para encontrar a Leonard sentado en su living, muy campante y cómodo; pero no a Deanna.- ¿Qué haces aquí? - Le preguntó.- Deanna me llamó, me pidió que viniera -- ¿Por el estreno? -Leonard solo se encogió de hombros.- ¿Llegaron? -- Nop… -- ¿Y Susan? -- En casa -La puerta se abrió y Jonathan entró corriendo; detrás Ethan y Naomi y finalmente Deanna.- Hola nena - La saludó Leonard.Extrañamente, los niños apenas saludaron y subieron rápidamente a sus habitaciones. La cara de ella no decía nada, estaba parca, sombría. Los miraba y los hacía poner incómodos.- Deanna ¿qué pasa? - Daniel notó algo raro.- Necesito hablar con ustedes ¿podemos ir a tu despacho? -- Si… -¿Qué sucedía?- Si es por estreno de mañana, no te preocupes ya está todo listo. Hablé con Marcus hace un ra… -- No, no es por eso. Siéntate - Lo cortó apenas entraron.El tono de su voz era algo duro, estricto. Daniel ocupó una butaca frente a ella.- Deanna… ¿pasó algo? - Le preguntó.
De nuevo el Ambassador le levantaba el telón, de nuevo las luces brillaban y las butacas esperaban a los espectadores. Era una noche de estreno más en la ciudad, algunos ansiaban volver a verla, otros fueron por curiosidad y ella seguía poniéndose nerviosa. Pero esta vez, toda la familia estaba presente; hasta Camila.Ya no podía poner excusas, era la esposa de su hijo mayor. Y para sorpresa de Charles, no había opuesto tanta resistencia; parecía que comenzaba a darle su lugar a Deanna. A Harry también le llegaron las entradas y fue causa de otra discusión en su casa, sin embargo, poco le importó lo que Laura tuvo para decir. Vistió a Emma y salieron; no sabía cuánto tiempo podría aguantar la niña sin ponerse inquieta, pero al menos la verían un rato.En su camerino, el bouquete de rosas de Daniel; el vestuario colgando de una percha y la maquilladora dándole los últimos retoques. Su estómago era una bola de nervios y su corazón una de felicidad. Había extrañado demasiado todo eso. Le
- Bien, entonces ¿Que haremos? ¿Cenamos? - Preguntó Leonard.- Por favor, me muero de hambre… - Le respondió Deanna.- Cámbiate y vayamos al Liverpool, mi amigo nos reservó mesas -- ¿Vienes Harry? - Le preguntó Daniel.- Harry me dijo que tiene cosas que hacer, pero llevaremos a Emma - Contestó Deanna.Salió disparado con el teléfono en una mano y las llaves del coche en la otra. No tenía ni idea de lo que estaba pasando, todo lo que entendía era que ese sobre que ahora llevaba en el interior de su saco le daba la libertad que tanto ansiaba. Libertad sin miedos.¿Cómo era que Deanna lo había conseguido? Tampoco lo entendía, todo lo que veía delante era la carretera. Mientras conducía se dio cuenta de lo que sentía, de lo que realmente necesitaba, no era un impulso ni un consuelo. Quería verla, quería oírla, estar con ella; rogarle perdón y suplicarle.Cuando llegó a la dirección que estaba en su GPS, bajó del auto apurado y ansioso. Era algo tarde, pero nada lo detendría. La pequeña
Cuando la última hoja del documento estuvo firmada, Harry al fin pudo respirar profundo. Se había terminado. Laura intentó pelearlo, pero ya no tenía nada; ninguno de los Crusher la apoyaban. Y lo primero que hizo con su libertad restablecida fue ir a traer de regreso a la madre de su hijo. Se instalaron de vuelta en el pequeño y viejo apartamento de Amanda, por el momento. La casa le había quedado a Laura y a Harry no le interesaba en lo más mínimo regresar allí.Y si bien, legalmente, Emma estaba bajo el cuidado de sus abuelos; se mudó con ellos. Y por primera vez pudo experimentar lo que era tener una familia amorosa. No le costó absolutamente nada establecer un lazo con Amanda, la pequeña se daba con todo el mundo; más cuando recibía besos y abrazos y oía historias antes de irse a la cama. Que la misma persona la llevase a la guardería de la mano y luego fuese por ella para pasar un rato por el parque; pronto se volvió un hábito en la pequeña.Amanda le pidió a Deanna que fuese la
Se registraron y tuvieron que esperar un poco. Deanna iba y venía entre los folletos y la ventana y Daniel la miraba sin decir nada. Estaban allí por ella, por los dos, pero sobre todo para darle lo que necesitaba.Cuando la secretaria del especialista los llamó, a Deanna el corazón se le salió de escala. Miró a Daniel, quien le tomó la mano y juntos entraron. Le habían dicho que ese hombre era el mejor en su campo, que conseguir una cita con él era muy difícil; pero otra vez el movió lo que había que mover y obtuvo lo que su esposa precisaba.Le explicaron brevemente los inconvenientes que tenían, que los anteriores estudios y análisis eran buenos, pero que no encontraban una causa médica por la cual no pudieran quedar embarazados. El médico trató de darles ánimos, sin generar demasiadas esperanzas. A veces, simplemente nada funciona. Le pidió a Deanna que se realizará una serie nueva de exámenes, a Daniel también, aunque eran más las posibilidades de que el problema estuviese en ell
Deanna continuó cantando durante su embarazo, pero cada vez le costaba más. Cargar a dos niños que crecían dentro de ella y aun así brillar en el escenario, cautivando al público con su voz y su presencia escénica; se le estaba dificultando. Daniel la acompañaba en cada presentación, orgulloso de su esposa y emocionado por ese vientre que crecía cada día.-No puedo hacer más esto – Le dijo a Leonard mientras bajaba del escenario.Tristán e Isolda, de Wagner, era la ópera elegida por Marcus para esa temporada.-No te preocupes, hablaré con Marcus y pondremos a tu reemplazo. Ya es hora de que te dediques a descansar, nena – Le dijo preocupado.La llevaba de la mano como si fuese que ella iba a caerse o desarmarse. Para Reed era una experiencia nueva, a pesar de los embarazos de Alice, nunca participó de nada. Pero ahora veía como crecían sus nietos dentro de su hija y experimentaba todo tipo de emociones.A Deanna le daba tanta ternura ver su cara consternada, despejándole el camino con
-Jonathan solo me ignora… - Le dijo a Daniel esa mañana, llorando.-Son solo celos, Deanna – Intentaba consolarla.Pero no lo conseguía. Al principio el pequeño saltamontes había tomado la noticia de la llegada de sus hermanos nuevos con mucho entusiasmo y alegría, pero a medida que se fueron haciendo más visibles debajo de la ropa de Deanna, le creció un sentimiento de aprehensión.Esa mágica relación que siempre habían tenido de pronto se enfrío y por mucho que ella lo intentaba, parecía que el niño se alejaba más. La rutina en la que lo arropaba cuando se iba a la cama, comenzó a ser menos frecuente. Jonathan sencillamente desaparecía por las escaleras y cuando Deanna iba a buscarlo a su habitación, ya estaba dormido. O fingía estarlo.La estabilidad emocional era frágil para ella; podía pasar de un estado eufórico y feliz a uno apesadumbrado en cuestión de horas. Y cualquier pequeña cosa la detonaba. Daniel la entendía, ya lo había visto suceder en los embarazos de sus tres hijos
Él la sostenía de la mano mientras esperaban su turno para realizar el ultrasonido. Uno de sus pies no dejaba de darle pequeños golpes al piso, haciendo que la rodilla subiera y bajara.Varias parejas esperaban también, algunas mujeres solas, y los miraban con curiosidad. No dejaba de notárseles esos 15 años de diferencia; sobre todo por las canas cada vez más notables de Daniel. Y, por algún motivo, la cara de Deanna se veía más jovial, más fresca y joven.-No estés nervioso – Le dijo dándole una pequeña sonrisa.Solo la miró y le devolvió el gesto. Siempre estaba nervioso por ella y sus hijos, no podía evitarlo. Aunque todo estuviera perfecto y normal, Daniel siempre se preocupaba. Era su manera de ser.Por fin fue momento de entrar y la especialista los recibió con todo preparado.- ¿Quieren saber el sexo de sus bebés? – Les preguntó.-Si –- Muy bien… Entonces, vamos a chequear primero como están –Pasó el aparato sobre su vientre a la vez que tomaba medidas y asentía con la cabez