El corazón de Lyra se apretaba en un fuerte puño mientras caminaba por los pasillos del castillo, buscando la forma de llegar a su cuarto sin tener que pasar por el mar de personas que sería el salón del banquete.Sintiendo las lágrimas a punto de caer de sus ojos, ella se apresuro a llegar a su ala del castillo.Pero para su mala suerte, se perdió entre los laberinticos pasillos del lugar, llegando hasta un enorme jardín colmado de rosas.El lugar estaba vacío, por lo que ella se permitió avanzar unos pasos para caer de rodillas junto a una enorme rosa blanca, y derramar sus lágrimas sobre la tierra.El dolor, la tristeza y la añoranza de su hogar retumbaron desde lo más profundo de su corazón, saliendo al exterior en un intento por drenar todo lo que la acongojaba.«¿Que harán sin mi?» se pregunto ella con latente y laserante dolor.Aquella pregunta había sido acallada, silenciada e ignorada desde el primer momento en que fue seleccionada para pertenecer a la corte del rey.Sus padr
Lyra:Peter no soltó su mano ni un segundo desde que la tomó junto a las rosas del jardín.Durante todo el trayecto, el la escoltó por el castillo con pasos firmes y seguros, entablando una conversación trivial y afable relacionada con algún objeto o pintura que apareciera en su camino de manera ocasional.Sin embargo, Lyra distaba mucho de aquel mundo de elegancia y sofisticación; a ella poco le importaba el significado de una pintura, no cuando por su mente pasaban problemas de mayor índole.Aún así, logro comprender y agradecer el esfuerzo del teniente por distraerla, aunque solo fuera durante unos instantes, de sus propios pensamientos.Cuando finalmente dieron la vuelta en la esquina de un pasillo, Peter volvió sus pasos más lentos y pausados, mientras observaba a su alrededor en busca de alguna mirada polizona.—Lyra, estamos a punto de entrar a mi habitación—explico Peter casi en un susurro—. Entenderé si no quieres pasar, después de todo no sería apropiado que una mujer de una
Lyra se deslizó al interior del cuarto de Peter con cierta vergüenza y algo de ansiedad vibrando en cada músculo de su cuerpo.Cuando la hermosa chica de mirada azul con iris dorado estuvo en su interior, se tomó algunos instantes para admirar el lugar.Ella no sabía lo que esperaba realmente, pero sin duda no era aquello.Más que una habitación de un importante teniente, parecía el cuarto de armería, donde todos los miembros del castillo dejaban sus viejas armas y armaduras para que el tiempo las arrastrase lentamente al olvido.En las paredes de fría piedra se encontraban colgados petos viejos, que sin duda alguna, parecían más viejos que el mismísimo castillo.A cada lugar donde su mirada se detenía, encontraba espadas, dagas, cuchillos, arcos y hasta hachas de todo tipo. Algunas en buen estado y otras simplemente deplorables.Los únicos muebles que se podían encontrar allí, era una cama de dos cuerpos, pulcramente hecha, un escritorio viejo y algo gastado, y una biblioteca que con
Queridos papás, Rhen, Arlette, Fery y London.Así había comenzado Lyra la carta a su familia, intentando sonar formal y algo elocuente; sin embargo, conforme avanzaba la pluma por la hoja, deborando el papel blanco a su paso, aquel intento de sonar formal desapareció.Rápidamente le contó sobre su viaje, evitó entrar en detalles respecto al enfrentamiento con la criatura en el bosque y claramente no mencionó la aparición del hada, aunque siendo honesta, deseaba poder hablarlo con el mayor de sus hermanos, Arlette.El era inteligente y comprensivo, pero por encima de todo eso, era su mejor amigo, el guardián de sus secretos y la persona que la comprendía mejor que ella misma.Pero no podría hacerlo, ella no podría confesar lo del hada, al menos no sin poder evitar que sus padres metieran sus narices.No es que a ella le desagradara la idea de tener padres protectores, en realidad lo que verdaderamente la detenía de agregar aquella información a la carta era la idea de imaginar a su mad
Hades:Edith era perfecto, todo su cuerpo desnudo parecía resplandecer ante los incandescentes rayos de la luz que generaban las velas a su alrededor.Hacia poco más de cinco años atrás, ella había llegado al castillo en compañía de su padre, desde ese momento, ambos se habían convertido en amantes.Ella sabía perfectamente como complacerlo, y el conocía cada pequeño pedazo de su piel, por lo que no le resultaba difícil llevarla al límite de su excitación.Una vez dentro del cuarto de ella, Hades no había demorado ni un instante para quitarle la ropa, desnudandola por completo para admirar su tersa piel.Ni una arruga, ni una marca… nada que delatase la verdadera edad que cargaba en sus venas.Ella era demasiado vieja en comparación de una vida humana, sin embargo, en comparación con la suya, ella era poco más que una mocosa.Pero si se ponía a pensar seriamente al respecto, nadie podía llegar siquiera a igualar mínimamente la edad de él.Mil años, el había logrado superar con creces
La mirada azul con iris dorado de Lyra viajo por el trabajado y tonificado cuerpo del rey, asombrandose de lo magnífico y espectacular que podría llegar a ser un cuerpo.Sin embargo, sus traicioneros ojos no se detuvieron allí, migraron alrededor de su abdomen firme y se deslizaron sobre los remolinos de tinta, buscando el origen de estos debajo de los ceñidos pantalones oscuros."¿Que haces aquí?" Había dicho el, y ella no tenía la más pálida idea de que responder.No al menos de forma racional y refinada, puesto que verlo así, casi desnudo ante ella, le planteaba una clara y descabellada posible respuesta que nunca diría en vos alta.—Me perdí—logro articular ella, mientras luchaba contra el demonio lujurioso que habitaba en su interior para guardar la compostura y clavar su mirada en la de él.—¿Cómo es que te perdiste? Tu ala del castillo está lejos de aquí—volvio a gruñir el con mal genio.Hades podría ser increíblemente hermoso, una fantasía hecha carne; pero todo lo que tenía d
¿Entregarse o no entregarse? Ese era el mayor tormento que acongojaba a la hermosa chica de dorada cabellera, mientras los labios de Hades se aproximaban más y más cerca de ella.Sus fuertes brazos la rodeaban con firmeza y delicadeza en igual medida, mientras su embriagador aroma llenaba sus fosas nasales, seduciendola, al igual que aquella penetrante mirada púrpura colmada de estrellas, capaz de corromper cualquier alma.Lyra sería una completa hipócrita si decía que no sentía deseo, lujuria o placer, mientras aquel hermoso hombre la acechaba igual que una bestia.Sin embargo, ella también tenía otro sentimiento presente en su corazón.La incertidumbre.Ella podía ver qué en la mirada del rey había deseo, pero Lyra era muy inteligente como para saber que si ella le daba lo que él buscaba, rápidamente se aburriría de ella y la descartaría igual que a las otras.—¿Que pasó, Lyra Sardinton?—comenzo a ronronear el mientras una de sus manos subía con delicadeza hasta su cuello, tomándol
Cuando Lyra cerro final sus ojos al recostarse varios minutos más tarde en su mullida cama, el sueño no demoró en alcanzarla.Luego de pasar casi una semana durmiendo en el bosque, con rígidas rocas como almohadas y el constante sonido de las bestias acechandolos desde detrás de los árboles, la simple idea de recostarse en su propio cuarto y dormir plácidamente le pareció irreal, hasta que se encontró sola en el cuarto, vistiendo un pijama y arropada en su enorme cama de dos cuerpos.Una vez allí, el sueño no demoró demasiado en llegas hasta ella y envolverla entre sus dulces y cálidos brazos seductores.En su sueño, Lyra bailaba entre los preciosos jardines del castillo en compañía de un hermoso hombre de cabello negro como la imponente noche, sin embargo su rostro se encontraba cubierto por una marcará oscura, la cual dejaba al descubierto sus carnosos labios y su mirada peculiar.Un ojo verde como esmeralda y el otro púrpura colmado de estrellas.El hombre de sus sueños la envolvía