Capítulo 30:

Lyra:

Peter no soltó su mano ni un segundo desde que la tomó junto a las rosas del jardín.

Durante todo el trayecto, el la escoltó por el castillo con pasos firmes y seguros, entablando una conversación trivial y afable relacionada con algún objeto o pintura que apareciera en su camino de manera ocasional.

Sin embargo, Lyra distaba mucho de aquel mundo de elegancia y sofisticación; a ella poco le importaba el significado de una pintura, no cuando por su mente pasaban problemas de mayor índole.

Aún así, logro comprender y agradecer el esfuerzo del teniente por distraerla, aunque solo fuera durante unos instantes, de sus propios pensamientos.

Cuando finalmente dieron la vuelta en la esquina de un pasillo, Peter volvió sus pasos más lentos y pausados, mientras observaba a su alrededor en busca de alguna mirada polizona.

—Lyra, estamos a punto de entrar a mi habitación—explico Peter casi en un susurro—. Entenderé si no quieres pasar, después de todo no sería apropiado que una mujer de una
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