Alexander sintió la mano de Franchesca aferrarse a su brazo, y su voz llamándole, hablándole para que permaneciera a su lado.Deseaba con todas sus fuerzas ir con Bianca, llegar hasta ella, pero aquello parecía ciertamente improbable. Solo tenía que permanecer unos minutos más junto a Franchesca y luego podría retirarse de manera educada.Pero ese no era el plan de Franchesca.La bella chica de cabello dorado tenía otro plan en mente. Una misión que iba mucho más allá de lo esperado.Max se había comunicado con ella ese mismo día temprano, exigiéndole que fuera su pareja en la boda, para así poder tener una entrada garantizada sin llamar la atención de nadie.Ahora, su objetivo era distraer a Alexander e intentar seducirlo.Aunque, ciertamente, no estaba teniendo exito con la primera y mucho menos con la segunda.—¿De que, Franchesca?— pregunto el millonario, intentando sonar amable, pero se notaba que deseaba terminar con eso rápido.Franchesca trago duro, mientras mordía nerviosa su
Bianca habia logrado experimentar a lo largo de su vida una amplia gama de emociones y sensaciones. Su vida antigua como prostituta la habia empujado a experimentar todo eso y mucho mas. Las emociones negativas fueron las principales en llegar hasta ella, corrompiéndola de un modo que solo la maldad mas sórdida podia calar en el interior de una persona.Miedo, dolor, tristeza, angustia. Ella lo habia sentido todo en grandes medidas, como un dique intentando atravesar una pequeña vertiente.Pero existía una emoción que aun le faltaba vencer y coronarse en ella. La desesperación.Si bien, la deseperacion habia estado presente en su vida desde el primer respiro en aquel mundo tan cruel y podrido, Bianca solo podia asegurar con certeza que hasta ese preciso instante en el que habia observado la mirada de Max, no sintió la verdadera desesperación.Deseaba escapar, huir de ese maldito lugar condenado por los dioses, buscar refugio en los brazos del millonario.Pero ella sabia muy bien que l
La mirada, usualmente verde esmeralda de Alexander, ahora se teñía con espantosas manchas oscuras, las cuales lograban oscurecer mas y mas su mirada, volviéndola mas profunda, cruel y distante. Una mirada que ciertamente no parecía pertenecerle al mismo hombre que proclamaba palabras de amor con tanta belleza y soltura. El mismo que habia logrado consolar a la bella prostituta en sus momentos mas oscuros. Alexander avanzo hacia Max con su mirada clavada en el. Una mirada propia de un asesino. —Repite lo que acabas de decir—ordeno el millonario, con un tono chato y sereno. Un tono que generaba mas miedo que cualquier otra cosa en el mundo. Era su tono glacial, tan frio y aspero lo que lograba crispar el bello de la piel de todos los presentes. Pero en especial el de Max. El demonio disfrazado de oveja lanzo una mirada veloz hacia los padres del millonario, en busca de ayuda por su parte. Pero los padres estaban casi tan sorprendidos como el por notar aquella reacción en Alexander.
Bianca: La bella prostituta se quedo rigida como una estatua, sorprendida por la reacción, no solo del millonario, sino también la de sus padres. En especial la de su madre. Aquella mujer aterradora y extremadamente formidable ahora estaba observando el lugar por el que se habia esfumado Max, con la mirada fija y atenta, como si esperara que este regresara en busca de revancha. Lentamente, conforme los segundos pasaban y el calor del momento se desvanecia lentamente, la madre de Alexander se volvió hacia su hijo, pasando su mirada de el a Bianca con lentitud. Nuevamente volvía a ser aquella mujer tan fría y despreciable cargada de odio, rabia y rencor. Pero también, de un modo extraño, de alguna manera en que jamás lo habia sido, aquella mujer se convertia en madre. —Necesito respuestas de inmediato, Alexander—dijo la mujer, caminando hacia su esposo. Ella no lo tomo de la mano ni nada semejante. El tampoco se atrevio a hacer nada en su dirección. Sin embargo, era evidente que aq
Bianca se paseo por los hermosos y extravagantes jardines del lugar. Las flores blancas de los lubustros parecian resplandecían ante la oscuridad de la noche y la delicada iluminación del lugar. Todos los invitados la observaban con miradas maravilladas, como si contemplaran a una verdadera princesa o incluso un hada convertida en realidad, extraida de sus mas delirantes sueños. La bella prostituta simplemente les devolvía el gesto de una sonrisa amable, mientras seguía avanzando por los jardines. Sus años como prostituta le habían enseñado a ocultar muy bien sus emociones y sentimientos, por eso, esa noche ella pudo sonreírles en respuesta. Pero no era tan fuerte como para aguantar la fachada toda la noche. Pronto, la opresión en el centro de su pecho daría lugar a algo mas, otra emoción, una mas dolorosa y profunda que teñia todo de color ocre oscuro. Necesitaba estar a solas para poner en sintonia su alma desquebrajada y mal herida. Sus emociones e ilusiones hechadas por tierra.
Bianca observo con notable fascinación y admiración el increíble helicóptero plateado oscuro que se imponía sobre una pequeña colina despejada. Este estaba totalmente apagado, simplemente esperaba con calma a su piloto. La bella prostituta, hipnotizada por las nuevas emociones que se agolpaban en su corazón, comenzó a caminar hacia este, observándolo con sumo asombro. Solo en las novelas que rara vez podia observar en las televisiones de alquiler, ella habia visto los helicópteros. Ciertamente, en persona resultaban mucho mas impresionantes y dignos de admiración que en la ficción. Los nervios anidaron en su estomago mientras se quedaba inmóvil, esperando al millonario quien la observaba un par de pasos detrás suyo. —¿Quién lo conducirá?—pregunto ella con nervios. Alexander sonrio, y sus dientes brillaron en un destello, como si una de las estrellas del firmamento se posara en sus labios. Con calma, el se aproximo a ella, sosteniendo su mirada con cierto nervio, deseo y algo mas…
Franchesca: Su corazón se detuvo de manera abrupta en un solo latido, mientras contemplaba con perpetuo horror el cadáver de Simon. Destrozado era decir muy poco al respecto. Max simplemente parecía haber saciado por completo su deseo de violencia contra el. Lentamente, la bella chica de cabello dorado comprendio por que aquel demonio habia estado tan tranquilo aquel dia. El motivo era muy simple, estaba agotado, extasiado. Todo ese deseo de violencia habia sido drenado de la manera mas espantosa posible. Franchesca trago duro, sintiendo como todo su cuerpo se sacudia ante el temblor involuntario del miedo. Era miedo, una emoción tan primitiva que la mantenía anclada en el mundo real. En ese mundo, en esa realidad tan lugubre y rigida. Ella parpadeo un par de veces, intentando apartar las lagrimas que llegaban al encuentro de sus ojos, pero fue inútil, mas pronto que tarde, estas comenzaron a deslizarse por sus mejillas afiladas, con un único y fiel destino, el final de su menton.
Bianca: La bella mujer de cabello oscuro estaba incosciente sobre la arena, con su hermoso vestido de novia totalmente arruinado y el cuerpo lleno de raspones. Estaba lastimada, pero seguía con vida. Sin embargo, cuando Alexander abrió los ojos a su lado, el miedo, el pánico y la desesperación se apoderaron de el, puesto que la primera impresión que sintió fue la de haber perdido al amor de su vida. Bianca estaba hinerte en el piso, totalmente helada y palida. El millonario se apresuro a inclinarse sobre ella, en busca de prestarle los primeros auxilios. —Por favor, no, esto no puede ser real—dijo Alexander sobre ella, aferrándose a los retazos arruinados de su vestido blanco—. Esto es una m*****a pesadilla Lentamente, como si el mismísimo millonario la estuviera invocando, ella abrió los ojos, observándolo con perplejidad. Nunca, jamás, alguien habia llorado por ella. Menos aun un hombre. Los hombres, en general, solían utilizarla para saciar sus placeres mas oscuros y luego