—Alec, eso es espantoso—susurro Bianca entre dientes, inclinándose en su dirección, en el momento justo en que la diseñadora se habia alejado en busca de mas sacos.Alexander estaba junto a ella, con un espantoso traje verde aceituna, según aseguraba la diseñadora. Pero Bianca estaba segura de que aquel color era verde caca de bebe.Y el millonario también estaba de acuerdo con su falsa esposa.—¿No te gusta la chaqueta?—pregunto el alzando una ceja con ademan burlon al espejo.El problema no era la chaqueta, y el lo sabia muy bien.—No me gusta todo el traje—se limito a decir ella haciendo una seña a todo el conjunto—. Pareces un maniquí al que odian mucho.Las fosas nasales del millonario aletearon, mientras hacia todo su esfuerzo por evitar escupir una carcajada en su dirección.Bianca, por su parte, se limito a guiñarle el ojo, mientras se apartaba en busca de algo que les sirviera de modelo para que el millonario encontrara algo mas apropiado. Alexander confio en ella, otra vez,
Alexander habia visto a muchas mujeres atractivas y bellas a lo largo de su vida. Algunas elegantes y con clase, otras con menor poder adquisitivo y mayor belleza natural. El mismo habia contemplado a Bianca con sus propios ojos en multiples situaciones. La habia visto con ropa fina y elegante, como también la habia visto con su ropa de “trabajo” aquella primera noche. Incluso, el millonario habia tenido el placer de contemplarla totalmente desnuda, con una sonrisa como única prenda. Y aun asi, incluso con todo eso a su favor, el millonario tenia que recordar como respirar mientras la contemplaba con total asombro y admiración. El vestido era simple y sencillo en su frente. No tenia encaje ni nada fuera de ese mundo. Un escote en forma de corazón era cubierto por una fina y delgada tela que llegaba hasta sus ante brazos. El color era un blanco pálido, igual que el mármol. Alexander habia soñado miles de noches con el dia de su boda, fantaseado con su novia y el vestido que esta uti
Miedo. Toda su existencia se reducia a eso. Ese sentimiento enfermizo que infectava sus venas de un modo corrosivo, igual que las toxinas de las sustancias que abundaban en el burdel. Aquel maldito lugar que una vez llamo hogar.Toda su vida, Bianca habia tenido miedo. A los hombres, a Max, a Arrobin, al amor, a tener una amiga. Igual que un animal desvalido que cae en una trampa y espera su momento de muerte, aquel golpe de gracia que le arrancara del mundo, Bianca estaba aterrada. Se notaba por la ausencia del brillo en su mirada.Un par de segundos, solo eso fueron suficientes para que ese sentimiento que Alexander habia conseguido dormir en su interior, ahora despertara con un ímpetu y ferocidad aterradora.Ella no se dio cuenta de como temblaba su cuerpo, frenetico, como si estuviera congelada, mientras veía la mirada colmada de odio venenoso de Arrobin. Esos ojos que tantos males habían engendraro y seguirían despachando en el mundo.—Arrobin—logro susurrar ella con cierta dific
Alexander torcio el rostro hacia un lado, buscando ver en la lejania la cara de Bianca. Desde su salida del salón de la modista, la expresión en su mirada habia cambiado de manera considerable y total.Su cuerpo, ahora, estaba totalmente tenso y en alerta constante, mientras realizaba tareas tan simples como cortar una zanahoria por orden suya para ayudarle a preparar la cena.Hacia un tiempo atrás, ella le habia pedido que le enseñara a cocinar, en ese momento el enstusiasmo y la emoción la habían dominado por completo, apoderándose de su espíritu. Pero ahora, mientras el le explicaba como realizar aquellas tareas, ella parecía fría y distante. Como si hubiera abandonado su cuerpo por completo.Algo habia cambiado dentro suyo, y lo único que parecía adoptar sentido para el millonario, era que ella se habia arrepentido bien del vestido… o de la boda.—¿Te gustan las lentejas?—le pregunto el, inclinándose hacia ella con una leve sonrisa en sus labios.Una leve invitación para sofocar l
—Bianca—susurro Alexander, mientras dejaba la rosa a un lado y la rodeaba con los brazos de manera instintiva, atrayéndola hacia su pecho.Aquello era una especie de consuelo. Como si el millonario fuera capaz de protegerla con su propio cuerpo del mundo que los rodeaba. Como si acaso eso fuera suficiente. Una especie de escudo humano creado con su propio cuerpo.Un refugio seguro para ella.Pero no fue suficiente. El daño ya estaba hecho, y no fue Alexander el responsable de todo ese dolor. Aunque este no lo creyera de ese modo.—Lo lamento, Alec—susurro ella, aferrándose con mayor fuerza a sus brazos, mientras aspiraba su aroma.Como si fuera una especie de droga, el aroma de su piel y cuerpo, impregnado en su ropa, logro calmar un poco la angustia del corazón de la bella prostituta, mientras tragaba duro, pero no se atrevia a alejarlo de ella, de su cuerpo.—No te disculpes, Bianca—respondio el, mientras acariciaba con calma y dulce ternura su cabellera oscura sedosa—. Podemos posp
—¿Quién demonios te crees que eres para hablarme asi?—siseo con rabia y cierto matiz de asco e ira el hombre ante ella, enseñando los dientes como si fuera un animal salvaje. Bianca se sintió pequeña, chiquita ante aquel monstruo rabioso y loco, que parecía tan bestia como las criaturas que se ocultaban entre las alcantarillas del drenaje. De haber estado sola, la bella prostituta se habría marchado, o intentado buscar ayuda con algún seguridad desastroso que no estuviera bajo los efectos de diversas sustancias nocivas. Pero el hombre a su lado, apreto con mas fuerza su hombro. Bianca no se atrevio a darse la vuelta. Estaba demasiado asustada como para hacerlo. —¿Quién soy? —volvió a hablar el extraño con un brazo rodeando su hombro, mientras el atisvo de una risa oscura teñia su tono de voz—. Yo, mi buen amigo, soy tu peor pesadilla. La bella prostituta no estaba del todo segura, por el rabillo del ojo no logro ver bien lo que el hombre justo detrás de ella habia hecho, pero sin
Franchesca:En la vida, Franchesca habia aprendido a atesorar cada pequeño e insignificante momento de su existencia. La lluvia, el café, los lujos que su vida acomodada le podían permitir, las conversaciones profundas que rara vez podia tener. Ella amaba todo eso, cada pequeño maldito detalle.Pero, sin lugar a dudas, lo que mas disfrutaba, eran esos pequeños momentos de libertad. No los falsos respiro de aire fresco que sus padres le daban. No, aquello era una burla absurda y cruel a su vida.No, con el correr del tiempo Bianca habia conseguido libertad real. Se la habia ganado a fuerza de voluntad, astucia y engaños.Siendo mayor de edad, uno asumirira que ella podia disponer de su tiempo como mas le acomodara. Pero no era asi. Ella tenia un horario rigido e inflexible al cual debia atenerse, sin un ápice de fallo.Por las mañanas, asistia al trabajo, luego asistia a un instituto privado donde estudiaba derechos y otras tonterías mas que su familia le exigía como heredera. Desde q
Hace tres años atrás: Bianca. Trabajar en el burdel era algo agotador, de una forma que muy pocos eran capaces de comprender. El cansancio no era solo físico. Era un cansancio que se llevaba en el alma, mas que en el cuerpo. Los abusos, la violencia, todo estaba teñido de eso. Muchas veces, Bianca se preguntaba si acaso su vida terminaría asi, sometida ante la busca violencia que infectaba a los hombres. Pero no le importaba. Habia nacido de ese modo, en ese mundo, rodeada de violencia y sin otra realidad posible, sin conocer nada mas del mundo. Hasta Jack. Hasta que el llego a su vida, alejando la violencia. De un modo simbólico y literal, si asi se quería pensar. El era muy diferente a todos los hombres que habia conocido. No solo por su deformidad facial, sino por su tacto a la hora de hablar. Jack tenia una amabilidad muy impropia de ese mundo, de aquella realidad que la golpeaba a diario. Jack sonreía y lo hacia con total soltura, como si no tuviera pesos en su alma, como si