La boca de Bianca se seco, ante aquella mirada ebria que parecía mirar mas allá de ella, de su cuerpo y rostro. Como si fuera capaz de contemplar su mismísima alma en aquellos segundos.La bella prostituta de mirada gris, debió hacer acopio de toda su fuerza de voluntad, recordándose a si misma una y otra vez que aquellas palabras no eran dichas para ella. No eran para Bianca.—Duerme, Alec… por favor—susurro ella con la mirada brillante de emociones que no estaba dispuesta a sacar al mundo.—¿No lo entiendes? No puedo dormir… cada vez que cierro los ojos tu estas ahí—dijo el, inclinándose hacia ella, rozando sus labios con los suyos de manera gentil. Tentadora—. Desde los sueños que habitas, hasta los momentos en que me faltas… eres dueña de mi alma.Todo lo que acababa de decir, era exactamente lo que habia deseado escuchar en toda su vida. Bianca habia soñado solo con oir aquello. Anhelando el momento que sabia que jamás llegaría.Y ahí estaba, debajo del millonario que le profesab
Bianca escucho las palabras de Alexander como si no fueran dichas para ella, como si le pertenecieran a otra persona. Incluso, cuando el millonario tenia su formidable mirada verde clavada en ella con suma atención, inamovible, el corazón de Bianca se negó a aceptar aquello como una posible verdad.No estaba lista ni preparada para aceptarlo. La habían lastimado tantas veces que el amor ya le parecía un cuento fantástico, hermoso, pero un cuento a fin de cuentas.—Te amo, Bianca—incistio Alexander con una sonrisa ebria sobre sus labios, mientras se inclinaba hacia ella, buscando sus labios en busca de consuelo.La bella prostituta le permitió aquel contacto. Ella también lo deseaba. Anhelaba con gran desesperación su amor, sus besos, su afecto. Pero de un modo paradogico, no podia aceptarlo.Para Bianca, el amor era un sueño, un deseo imposible, algo que jamás le competería.El beso del millonario fue suave, dulce, delicado y gentil. Sus labios se deslizaban sobre los de ella con un t
Fue a causa de un aroma desorbitante, que Bianca despertó abruptamente, siendo arrancada de los brazos del sueño cálido que la envolvía con gentileza.Al abrir los ojos, ella se encontraba en la sala, algo adolorida por la incomodidad de su posición, pero con una manta cubriendo su cuerpo.Una que ella no habia llevado a la sala. Aquello, sin lugar a dudas, era obra de Alexander.Con cierta incomodidad y entumecimiento recorriendo su cuerpo, la bella prostituta se puso de pie y salió de la habitacion, guiada por aquel aroma fantasmal que impregnaba el aire de toda la casa.No era una locion de ducha ni un perfume caro, aquello era otra cosa, algo mas. Algo aun mas increíble que una simple y tonta cosa superficial.Sin embargo, solo cuando Bianca atravesó la arcada de la cocina comprendio lo que eso significaba.Alli, de espaldas a ella, con un delantal blanco, se encontraba Alexander.El millonario correteaba entre la isla de mármol oscuro, desplazándose de un lugar a otro en busca d
Todos los nervios, la vergüenza y la ansiedad que Alexander habia sentido aquella mañana, se desvanecia en el olvido, mientras conducia en su vehiculo junto a una alegre Bianca, quien observaba por el vidrio del auto el paisaje de una ciudad radiante, despierta y activa.Aquella parte de la ciudad era acaudalada, lujosa y elitista. Muy diferente de la parte que ella solia frecuentar.Vibrante, radiante y pintoresca, igual que una película hermosa de alguna especie de comedia romántica.—¿Te gusta?—pregunto Alexander, mientras detenia su vehiculo en un parking de una zona poco transitada pero igualmente pintoresca.Bianca se volvió hacia el, con una extraña expresión en su rostro.—Si, es solo que… me resulta extraño ver todo esto—comenzó a decir ella sin descender del vehiculo, mientras hacia un gesto con la cabeza, señalando todo el lugar—. Es como si…—Como si no fuera real—intervino Alexander, aportando palabras para completar la idea que a ella le faltaba.Bianca asintió, con un a
—Alec, eso es espantoso—susurro Bianca entre dientes, inclinándose en su dirección, en el momento justo en que la diseñadora se habia alejado en busca de mas sacos.Alexander estaba junto a ella, con un espantoso traje verde aceituna, según aseguraba la diseñadora. Pero Bianca estaba segura de que aquel color era verde caca de bebe.Y el millonario también estaba de acuerdo con su falsa esposa.—¿No te gusta la chaqueta?—pregunto el alzando una ceja con ademan burlon al espejo.El problema no era la chaqueta, y el lo sabia muy bien.—No me gusta todo el traje—se limito a decir ella haciendo una seña a todo el conjunto—. Pareces un maniquí al que odian mucho.Las fosas nasales del millonario aletearon, mientras hacia todo su esfuerzo por evitar escupir una carcajada en su dirección.Bianca, por su parte, se limito a guiñarle el ojo, mientras se apartaba en busca de algo que les sirviera de modelo para que el millonario encontrara algo mas apropiado. Alexander confio en ella, otra vez,
Alexander habia visto a muchas mujeres atractivas y bellas a lo largo de su vida. Algunas elegantes y con clase, otras con menor poder adquisitivo y mayor belleza natural. El mismo habia contemplado a Bianca con sus propios ojos en multiples situaciones. La habia visto con ropa fina y elegante, como también la habia visto con su ropa de “trabajo” aquella primera noche. Incluso, el millonario habia tenido el placer de contemplarla totalmente desnuda, con una sonrisa como única prenda. Y aun asi, incluso con todo eso a su favor, el millonario tenia que recordar como respirar mientras la contemplaba con total asombro y admiración. El vestido era simple y sencillo en su frente. No tenia encaje ni nada fuera de ese mundo. Un escote en forma de corazón era cubierto por una fina y delgada tela que llegaba hasta sus ante brazos. El color era un blanco pálido, igual que el mármol. Alexander habia soñado miles de noches con el dia de su boda, fantaseado con su novia y el vestido que esta uti
Miedo. Toda su existencia se reducia a eso. Ese sentimiento enfermizo que infectava sus venas de un modo corrosivo, igual que las toxinas de las sustancias que abundaban en el burdel. Aquel maldito lugar que una vez llamo hogar.Toda su vida, Bianca habia tenido miedo. A los hombres, a Max, a Arrobin, al amor, a tener una amiga. Igual que un animal desvalido que cae en una trampa y espera su momento de muerte, aquel golpe de gracia que le arrancara del mundo, Bianca estaba aterrada. Se notaba por la ausencia del brillo en su mirada.Un par de segundos, solo eso fueron suficientes para que ese sentimiento que Alexander habia conseguido dormir en su interior, ahora despertara con un ímpetu y ferocidad aterradora.Ella no se dio cuenta de como temblaba su cuerpo, frenetico, como si estuviera congelada, mientras veía la mirada colmada de odio venenoso de Arrobin. Esos ojos que tantos males habían engendraro y seguirían despachando en el mundo.—Arrobin—logro susurrar ella con cierta dific
Alexander torcio el rostro hacia un lado, buscando ver en la lejania la cara de Bianca. Desde su salida del salón de la modista, la expresión en su mirada habia cambiado de manera considerable y total.Su cuerpo, ahora, estaba totalmente tenso y en alerta constante, mientras realizaba tareas tan simples como cortar una zanahoria por orden suya para ayudarle a preparar la cena.Hacia un tiempo atrás, ella le habia pedido que le enseñara a cocinar, en ese momento el enstusiasmo y la emoción la habían dominado por completo, apoderándose de su espíritu. Pero ahora, mientras el le explicaba como realizar aquellas tareas, ella parecía fría y distante. Como si hubiera abandonado su cuerpo por completo.Algo habia cambiado dentro suyo, y lo único que parecía adoptar sentido para el millonario, era que ella se habia arrepentido bien del vestido… o de la boda.—¿Te gustan las lentejas?—le pregunto el, inclinándose hacia ella con una leve sonrisa en sus labios.Una leve invitación para sofocar l