«Transformaste el amor en odio» Aquella frase hizo eco en la mente de Paula, su corazón se rompió en miles de pedazos, notó la mirada de decepción de Juan Andrés, los ojos aniquiladores del resto de la familia, y se sintió la persona más miserable del planeta, ante todos ella era la mala de la película. De pronto para ahondar más la situación de Paula, apareció Christopher. —¿A dónde se llevan a mi papá? —cuestionó con los ojos húmedos, corrió a abrazarse a las piernas de Juan Andrés—, por qué está aquí la policía —preguntó sollozando. Juan Andrés clavó su enfurecida mirada en Paula, resopló negando con la cabeza. —Tranquilo mijo, todo es un malentendido, pronto estaré de vuelta, te vas a quedar con tus abuelos y te pido que cuides a tu hermanita. —No, no te vayas, no se lo lleven —sollozó con desespero. El alma de Paula se rompió, apretó sus puños para no llorar al ver el sufrimiento de su niño, sin pensarlo se acercó al pequeño. —No llores, pronto estarás conmigo, yo te voy
La piel de Juan Andrés se erizó por completo, sintió que un escalofrío recorría su columna, miró a Sergio con los ojos bien abiertos, palideció por completo. —¡Tiene que ser una broma!—¡No lo es! —exclamó. —¿Se te olvidó que en el pasado te confesé mis sentimientos? —vociferó agitado—, y te reíste, te burlaste de lo que yo sentía por ti —gruñó agitando los brazos. Juan Andrés se llevó las manos al cabello, resopló. —Yo tenía catorce años, pensé que era un chiste, que estabas bromeando conmigo —declaró respirando agitado—, pero yo jamás te hubiera aceptado, a mí no me gustan los hombres —enfatizó con seguridad. —¡Mientes! —vociferó Sergio, sus pupilas estaban dilatadas, su respiración era irregular—, mi hermano y tú, tenían una relación, él se quedaba a dormir en la hacienda, contigo, y tú también lo hacías en nuestra casa. Juan Andrés frunció el ceño, negó con la cabeza. —Éramos como hermanos, jamás David me vio como hombre, ni yo a él, cuando nos quedábamos en la hacienda, aca
La propuesta para Mariela fue tan tentadora: «Empezar de cero» retumbaba en sus oídos, pero: ¿Cómo podía construir una vida junto a él, sabiendo que Paula era inocente? Quizás en el pasado se habría aprovechado de la situación, pero en verdad amaba a Juan Andrés, entonces sintiendo su cuerpo tembloroso y el alma en vilo, se alejó de él. —Juan Andrés. —Se aclaró la garganta—, sabes bien que te amo, y mi amor por ti es tan grande, que no puedo ser egoísta, daría mi vida por empezar de cero, pero no puedo hacerlo. —Sus ojos derramaron una gran cantidad de lágrimas—, sé que la amas a ella, y sé también que ella te ama a ti. Juan Andrés frunció el ceño, resopló, apretó los puños. —Ella me odia, lo planeó todo con Sergio, me quieren destruir. —Ella lo hizo por amor, Paula está intentando salvarte, nosotras estuvimos en la casa de mis tíos, ¿recuerdas el sótano?Juan Andrés palideció, el corazón le empezó a latir desaforado. —¿Qué? ¿De qué hablas? ¿Por qué dices que Paula me está salvan
El agente López sostenía por el cabello a Mariela, mientras profundizaba su beso, ella no ponía objeción a ninguno de sus besos, ni sus caricias. Se hallaban en su alcoba, ella recargada contra uno de los muros, sus cuerpos desnudos se hacían uno solo. Mariela no quiso pensar en nada, necesitaba por un instante saber que era importante para alguien, y él estaba fascinado con ella, era como un sueño hecho realidad tenerla entre sus brazos, disfrutando de su entrega, de ese instante tan apasionado, quizás jamás la volvería a tener así, y esa oportunidad no la desaprovechó. Sus respiraciones eran agitadas, los envites de él eran fuertes, profundos. Mariela le clavaba las uñas en la espalda, sus piernas estaban enredadas en la pelvis del agente, sus caderas bajaban y subían al mismo ritmo. López la sintió tensarse, arremetió con más dureza, entonces Mariela gritó alcanzando el éxtasis, y unos instantes después el agente llegó a su culmen, gruñendo al oído de ella. Entonces luego de aq
—Cris no quiere hacer las tareas —avisó María Paz. El pequeño apretó los labios. —Tenía mucho sueño, es que Mariluz me entretiene, quiere jugar a la comidita. —Por favor hazle caso a tus abuelos —solicitó. —¿Y ella? ¿Extraña a su mamá?—Por supuesto, llora en las noches, y anda en la edad de las travesuras, rayó con un crayón las paredes. —Sonrió—, trae loco a tu papá. Juan Andrés suspiró profundo, miró a su hija. —Pronto saldré y estaré con ellos, cuidándolos. —Agarró la manita de su hija—, no enloquezcas a tu abuelo. —Sonrió. —Lo sé cariño, afuera la gente del barrio está pidiendo tu libertad, te quieren mucho. Juan Andrés se estremeció, suspiró. —Diles que se los agradezco, pero que no se metan en problemas por mi culpa. —Solicitó. Entonces estuvo algunos minutos disfrutando de sus hijos, y luego que se despidió de ellos, entró su papá. —Mijo te tengo varias noticias —informó el señor Duque. —¿Cuáles son papá? —preguntó Andrés, se sentía ansioso, tomó asiento en una sil
Paula comenzó a narrar desde el instante que le diagnosticaron el tumor, y cómo llegó a la vida de la familia Duque. —Esos detalles no son parte del caso —rebatió el fiscal.—Denegado, deseo escuchar esta historia completa —contestó la juez con firmeza—, prosiga señorita. Paula asintió. —Así me convertí en la esposa de mentira de Juan Andrés, ni él ni yo sabíamos que había un oscuro secreto que unía nuestras vidas, con la convivencia fui descubriendo que él solo aparentaba ser un hombre rebelde, desorganizado, holgazán para olvidar la culpa que pesaba sobre su conciencia. —Claro, era un desadaptado, por eso él violó a esa muchacha —aseguró el abogado de Sergio—, y luego indujo al suicidio al señor David Uribe. —¡No es verdad! —gritó Paula—, él es inocente. —Señorita Osorio, procure ser más puntual —ordenó la juez. —Bueno, luego de que descubrimos que él fue testigo de lo que le ocurrió a mi hermana, decidimos guardar silencio, yo por no revivir esos momentos traumatizantes y él
Mariela se puso de pie desde donde estaba. —Yo las tengo señoría, soy prima de Sergio Uribe, y quiero declarar. —¿Estás loca? —rebatió Sergio—, no puede creer en la palabra de ella, es novia de Juan Andrés. La juez asintió, de inmediato le tomaron el juramento a Mariela. —Desde niños, mi primo tuvo un comportamiento extraño, mis tíos lo llevaban con un psiquiatra, cuando yo les preguntaba a mis padres, me decían que eran controles de rutina; sin embargo, siempre tenía juegos extraños, solía encerrarnos a David y a mí en el sótano de su casa, y nos torturaba poniéndonos arañas de hule, mientras nosotros gritábamos, él disfrutaba, y no volví a jugar con él, luego de la muerte de David, Sergio se fue al extranjero, no supe de él hasta que volvió. —Eso no es prueba de nada —rebatió el abogado de Sergio. Mariela lo observó con profunda seriedad. —Hace días me enfrenté a Paula, yo sabía que era ella, no podía disimular, era evidente en la forma que miraba a Juan Andrés, y cuando le r
—¡Infeliz! —gruñó el agente López, respiraba agitado, sin pensarlo dos veces tomó un arma y disparó a la cabeza de Sergio, el delincuente cayó abatido.—¡Mi hijo! —gritó Gonzalo, horrorizado de ver a Sergio sobre un, charco de sangre. Entre tanto Juan Andrés sostenía entre sus brazos el cuerpo ensangrentado de Mariela, ella se había atravesado para salvarle la vida. —Por favor resiste —suplicaba con la voz llena de angustia y los ojos llenos de lágrimas. —Ya viene una ambulancia —comunicó López, se inclinó y agarró la mano de Mariela tenía el pulso muy débil—, por favor resista —imploró. Paula apenas lograba recomponerse de aquel suceso, escuchó el llanto de Marypaz y corrió hacia donde estaba la niña en brazos de su abuela.—Por favor deme a mi hija —suplicó. María Paz asintió, y se la entregó. —Tranquila cariño, todo va a estar bien. —Abrazó a Marypaz a su pecho, entonces miró como Juan Andrés sollozaba sosteniendo el cuerpo de la que ella creía aún era su pareja, el corazón s