Las cartas habían sido echadas y cada uno iba a hacer su mejor jugada para conseguir sus propósitos. Juan Andrés no podía conciliar el sueño, observaba el techo, rememoraba el instante que vivió con la supuesta gemela de Paula.—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué esperaste dos años para reaparecer? ¿Qué ocultas? ¿Qué es lo que estás buscando Paula Osorio? ¿Enloquecerme?Eran tantas las preguntas que rondaban en su mente, ninguna tenían respuesta, al menos no encontraba una que fuera lógica. Se puso de pie y salió de su alcoba, pasó por la habitación de Cris, y lo cubrió con la manta, el pequeño solía tirar las cobijas en las noches. —No puedo creer que haya sido capaz de abandonarte a ti también. —Pasó la saliva con dificultad—, pero se murió en mis brazos. —Se quedó pensativo, rememoró que la sintió respirar, y luego el ataúd cerrado, pero él en ese instante no le dio importancia, era más grande el dolor de su perdida—, todo fue un complot, una m@ldita trampa, ¿y la enfermedad? ¿Tambié
Aquel hombre no podía ni hablar, su aroma era nauseabundo, su aspecto el de un mendigo, tenía el cabello largo, alborotado, la barba le llegaba más abajo de la quijada, era un guiñapo de persona. —¡Váyase! —susurró.—¡No! ¡No puedo dejarlo aquí! —dijo Mariela, se aproximó, intentó soltarlo, pero no tuvo con qué, se sobresaltó cuando escuchó pasos.—Escóndase —dijo el hombre. Mariela con rapidez se metió detrás de unas cajas. Su corazón palpitaba con violencia, entonces escuchó la voz de un hombre. —No sé por qué el jefe aún te mantiene con vida —rugió, le desató solo una mano y le entregó una pieza de pan y una botella con agua—, traga —ordenó. Y luego que el hombre secuestrado bebió y comió, el encargado volvió a irse; sin embargo, Mariela no apareció enseguida, esperó un tiempo prudencial y volvió a salir. —¿Por qué lo tienen en este lugar? —indagó. —Debo sacarlo. —¿Quién es usted? —indagó él. —Eso no tiene importancia, yo… estoy buscando un video. —¿Eres policía? —indagó él
—¿Cómo se portaron mis niños hoy? —preguntó Lu a maestra que los cuidaba en la guardería. —Con ellos es complicado, no se adaptan, son demasiado inteligentes para convivir con niños de su edad. Luciana miró a sus hijos con ternura, lamentó que desde un año atrás ya no estuviera en el programa de protección de testigos, habían condenado a Albeiro a años de prisión y con eso finalizaba el trato con la fiscalía, por consideración con el agente Valencia, le dejaron la casa en la que vivían, pero ella había perdido varios empleos, debido a que sus jefes o compañeros querían siempre sobrepasarse. —He averiguado en las instituciones en las cuales los podrían recibir, pero el costo de las colegiaturas es muy elevado, y justo hace dos días me quedé de nuevo sin empleo. —Apretó los labios—, sobrevivo con las propinas que me dan en los bares en las noches por cantar o ayudar a servir mesas, o lavar platos —comentó. La maestra abrió sus ojos con sorpresa. —¿Y cómo haces para mantener a tus n
Juan Andrés con el cerebro hecho un caos, dejó caer su cuerpo en una de las escaleras, se sentó confundido. La niña lo imitó y se acomodó junto a él, su pequeña manita rozó los dedos del hombre, y Andrés sintió un cálido estremecimiento, percibió una sensación de paz, giró su rostro y se enfocó en la azulada mirada de la chiquilla, suspiró profundo. La niña le colocó en la mano un pedazo de su galleta, Juan Andrés la observó con ternura, conmovido con su gesto de generosidad. —¿Cómo te llamas? —averiguó. —Marypaz —respondió la chiquita con su inocente voz. La garganta de Juan Andrés se secó, sus ojos se cristalizaron. —Tienes un nombre muy lindo. —Los labios le temblaron—, mi mamá se llama María Paz —expresó. La pequeña lo miró con atención, sus enormes ojos se posaron en los de él. —¿Quién eres?Juan Andrés inhaló profundo: «¿Quién soy?» se preguntó así mismo, suspiró. —Yo soy…—¿Cómo te atreves a entrar a mi casa sin autorización? ¿Qué haces junto a mi hija? —Los gritos de S
La pequeña Marypaz llegó dormida a la hacienda. Juan Andrés la observó con ternura, la sacó con delicadeza del auto, la cargó, sintió una sensación agradable cuando la bebé recargó su cabeza en su pecho, él inhaló el dulce aroma de ella, y suspiró profundo guardando en su mente y en su corazón la fragancia tan sutil de su hija. —Eres tan linda, un ángel —susurró. Enseguida entró a su antigua casa, sus padres se hallaban en el salón. María Paz sacudió su cabeza al verlo entrar con una niña en brazos. —¿Quién es esa pequeña? —indagó Paz se puso de pie. Juan Andrés alargó un suspiro. —Es mi hija, les presento a su nieta. —Miró a sus padres—, se llama Marypaz, como tú. Joaquín se puso de pie, frunció el ceño, aturdido. —¿Tu hija? ¿Cómo? ¿Acaso era mentira lo de la vasectomía?Juan Andrés resopló, negó con la cabeza. —Todo es tan confuso, debo hacerme un examen médico —informó—. Paula no está muerta, todo fue una mentira, ha estado todo este tiempo confabulada con Sergio Uribe. —¿
Paula llegó agitada a la casa en la cual residía, cuando entró Sergio la agarró por el cuello, y colocó una filosa daga en la garganta.—Más te vale no traicionarme, porque te mueres ahora sí de verdad Paula Osorio —advirtió—, vamos en este momento a la fiscalía, llegó el momento de que declares en contra de Juan Andrés. —Me estás haciendo daño. —Paula tembló, sabía que Sergio era un desquiciado—, yo nunca te voy a traicionar, también me interesa hacer justicia, y recuperar a mis hijos —afirmó con la voz temblorosa. —Eso lo veremos, camina —ordenó—, y no intentes nada estúpido. —La subió al auto a la fuerza y fueron hasta la fiscalía, a declarar en contra de Juan Andrés acusándolo de ser la persona que violó a la hermana de Paula. ****Marypaz abrió sus ojos, se dio cuenta de que estaba en un lugar extraño, empezó a llorar con fuerza. —¡Mamá! —gritó en repetidas ocasiones. —Tranquila. —Juan Andrés la quiso cargar, pero la pequeña se alejó asustada, se hizo un ovillo. Él arrugó e
«Transformaste el amor en odio» Aquella frase hizo eco en la mente de Paula, su corazón se rompió en miles de pedazos, notó la mirada de decepción de Juan Andrés, los ojos aniquiladores del resto de la familia, y se sintió la persona más miserable del planeta, ante todos ella era la mala de la película. De pronto para ahondar más la situación de Paula, apareció Christopher. —¿A dónde se llevan a mi papá? —cuestionó con los ojos húmedos, corrió a abrazarse a las piernas de Juan Andrés—, por qué está aquí la policía —preguntó sollozando. Juan Andrés clavó su enfurecida mirada en Paula, resopló negando con la cabeza. —Tranquilo mijo, todo es un malentendido, pronto estaré de vuelta, te vas a quedar con tus abuelos y te pido que cuides a tu hermanita. —No, no te vayas, no se lo lleven —sollozó con desespero. El alma de Paula se rompió, apretó sus puños para no llorar al ver el sufrimiento de su niño, sin pensarlo se acercó al pequeño. —No llores, pronto estarás conmigo, yo te voy
La piel de Juan Andrés se erizó por completo, sintió que un escalofrío recorría su columna, miró a Sergio con los ojos bien abiertos, palideció por completo. —¡Tiene que ser una broma!—¡No lo es! —exclamó. —¿Se te olvidó que en el pasado te confesé mis sentimientos? —vociferó agitado—, y te reíste, te burlaste de lo que yo sentía por ti —gruñó agitando los brazos. Juan Andrés se llevó las manos al cabello, resopló. —Yo tenía catorce años, pensé que era un chiste, que estabas bromeando conmigo —declaró respirando agitado—, pero yo jamás te hubiera aceptado, a mí no me gustan los hombres —enfatizó con seguridad. —¡Mientes! —vociferó Sergio, sus pupilas estaban dilatadas, su respiración era irregular—, mi hermano y tú, tenían una relación, él se quedaba a dormir en la hacienda, contigo, y tú también lo hacías en nuestra casa. Juan Andrés frunció el ceño, negó con la cabeza. —Éramos como hermanos, jamás David me vio como hombre, ni yo a él, cuando nos quedábamos en la hacienda, aca