¿Sorprendidas? ¿Se lo imaginaban? ¿Cómo iremos a terminar? Pues las invito a seguir leyendo, por otro lado, pido disculpas, a veces me gana la emoción al escribir confundo los nombres de Miguel, de Andrés, de Paula, Lu, espero me entiendan, estos últimos capítulos también me han hecho llorar, pero pronto nuestra heroína hará justicia.
«Yo no quería amarte, tú me enseñaste a odiarte, todos los besos que me imaginé vuelven al lugar donde los vi crecer…»Las notas de la melodía Saturno de Pablo Alboran sonaban en las bocinas del bar donde Juan Miguel ahogaba sus penas en alcohol. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas. Su mente no hacía más que recordar las palabras de Lu.«No te amo, me voy con Albeiro»—¿Por qué Luciana? —susurraba mientras alzaba su copa con whisky y se la bebía hasta el fondo. —¿Por qué lo preferiste a él? Yo te ofrecía una nueva vida, no me importaba tu pasado, tenía tantos planes para los dos. —Bebió de nuevo otro trago, el licor pasaba raspando su garganta, y el ardor de la ausencia de Lu, se hacía cada vez más grande. —Por fin te encuentro —Se escuchó en la voz de Juan Andrés, quién, por el contrario, a su hermano, y aunque la perdida de Paula aún dolía, estaba sobrellevando su ausencia de la mejor manera—, vamos a casa, no solucionas nada bebiendo —aconsejó. Miguel alzó su rostro, negó
—Señor, ¿ha visto alguna vez la película Hostel? —indagó el oficial a cargo de la investigación de las mujeres desaparecidas a su jefe. El hombre arrugó el ceño, resopló. —No estamos para ir al cine ahora, no hemos resuelto este caso —refutó. —No, no me refiero a eso, sino que descubrí que estas personas operan de la misma forma, mire resulta que, en la película, ponen en un catálogo a chicas muy bellas que pueden aparecer en cualquier parte, las fotos son tomadas desde un parque, un centro comercial, una piscina en fin, con eso hacen una subasta y millonarios alrededor del mundo las compran. —Pero entonces nos enfrentamos a un caso de trata de blancas. —No señor, no las contratan para sexo, las hacen ir con engaños a un sitio, luego las secuestran, y se la ponen como mercancía, para que un sádico millonario las torture, les cortan partes de su cuerpo con diferentes aparatos, las pueden ultrajar, y nadie se entera porque luego incineran los restos. El agente abrió sus ojos, se q
Varios días después. —No tenemos rastro del agente López —dijo uno de sus compañeros al jefe de policía—, seguramente lo descubrieron. —Ahora más que nuca debemos dar con esos criminales, estábamos a un paso de lograrlo, pero con la desaparición de López, volvemos al principio. —Golpeó con sus puños el escritorio. El agente López estaba a cargo de la investigación de las muchachas desaparecidas, pero desde el día que avisó que ya había pagado por una mujer, y que tenía una cita con ella en Europa, desapareció. —Haremos justicia por López —dijo con firmeza el agente Hernández. ****Luciana y sus bebés, se encontraban sanos y salvos. Albeiro no murió, pero su castigo no solo fue la cárcel, sino el hecho de haber perdido sus órganos genitales. El agente Valencia había recibido un disparo en la cabeza, estaba recuperándose, pero debido a la lesión, ya no podía volver al equipo de inteligencia de la policía, ahora su lugar estaría dentro de las oficinas. Un agente ingresó a la alcoba
Mariela miraba petrificada a la mujer que caminaba sobre la pasarela destilando sensualidad y elegancia, parecía que estaba frente a un fantasma. Reaccionó cuando se dio cuenta de que Juan Andrés estaba por saltar a la tarima, corrió hacia su novio. —¡Espera! —Lo agarró del brazo. —¿Qué piensas hacer?Juan Andrés mantenía su mirada fija en aquella modelo, el corazón le retumbaba con violencia.—¡Es Paula!Mariela sintió un pinchazo al ver la angustia de él, y el anhelo reflejado en sus ojos. —Es verdad se parecen mucho, pero te recuerdo que Paula murió, tú estuviste presente, la enterraste. Juan Andrés dejó de mirar a la modelo y observó a su novia, sacudió la cabeza. —Tienes razón, pero son idénticas. —Quizás es una coincidencia del destino, o es una hermana gemela que ella no sabía que tenía. —Debo hablar con esa mujer —indicó. Observó como los ojos de Mariela se llenaron de nostalgia—, lo lamento…—Te comprendo, si hablar con esa mujer te va a hacer sentir mejor, hazlo. ***
Paula se tensó al escucharlo, sintió su aroma, su aliento, se estremeció por completo, respiró profundo. —Recordé que tengo una cita con mi representante, además usted está ocupado con su familia. El ascensor se abrió y Paula se metió con rapidez, sin contar que Juan Andrés haría lo mismo. «¡Qué mala idea!» pensó en su mente. —Recuerdo que dijiste que traerías las pruebas para demostrarme que eres hermana gemela de Paula, y no una impostora. —Enfocó sus azules ojos den los de ella—, y sales corriendo de mi oficina. ¿Por qué? —Se acercó lentamente hacia ella. Paula parpadeó, debía pensar con rapidez, pero la presencia de él la paralizaba, el corazón se le agitaba. —Señor Duque, mantenga la distancia —solicitó con voz trémula. —¿Por qué? —investigó Juan Andrés, por supuesto que no le hizo caso, al contrario, se acercó más, colocó sus brazos alrededor de ella, y sus manos se posaron en la baranda del elevador. —¿Te pongo nerviosa? Paula no sabía qué hacer, de pronto estaba prisio
Mariela como siempre se quedó observando la clase de karate de Cris, el pequeño cada día avanzaba más; sin embargo, esa tarde no estaba atenta a los movimientos del niño, su mente se hallaba dispersa. Había marcado con insistencia el móvil de Juan Andrés, pero no obtuvo respuesta. «¿Estarás con ella? ¿Serás capaz de terminar la boda?» La incertidumbre le carcomía el corazón, no quería parecerse a Irma, quién era intensa, y celaba a Juan Miguel con cada mujer que se le acercaba. «Pero lo mío no es algo sin fundamento, esa mujer lo vuelve loco»—¡Ya terminé la clase! La tierna voz de Cris le sacó de sus cavilaciones. Fingió sonreír. —Tu papá no me contesta el teléfono, pero mientras se comunica, vamos por un helado. —¡Qué bien! —Cris dio un salto. ****Paula reaccionó tarde, lo que sucedió en esa habitación, había sido un gran error, se había delatado y eso ponía en peligro a todos. Se levantó de golpe de la cama. —Esto no debió pasar señor Duque, usted es un atrevido —rebatió
Las cartas habían sido echadas y cada uno iba a hacer su mejor jugada para conseguir sus propósitos. Juan Andrés no podía conciliar el sueño, observaba el techo, rememoraba el instante que vivió con la supuesta gemela de Paula.—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué esperaste dos años para reaparecer? ¿Qué ocultas? ¿Qué es lo que estás buscando Paula Osorio? ¿Enloquecerme?Eran tantas las preguntas que rondaban en su mente, ninguna tenían respuesta, al menos no encontraba una que fuera lógica. Se puso de pie y salió de su alcoba, pasó por la habitación de Cris, y lo cubrió con la manta, el pequeño solía tirar las cobijas en las noches. —No puedo creer que haya sido capaz de abandonarte a ti también. —Pasó la saliva con dificultad—, pero se murió en mis brazos. —Se quedó pensativo, rememoró que la sintió respirar, y luego el ataúd cerrado, pero él en ese instante no le dio importancia, era más grande el dolor de su perdida—, todo fue un complot, una m@ldita trampa, ¿y la enfermedad? ¿Tambié
Aquel hombre no podía ni hablar, su aroma era nauseabundo, su aspecto el de un mendigo, tenía el cabello largo, alborotado, la barba le llegaba más abajo de la quijada, era un guiñapo de persona. —¡Váyase! —susurró.—¡No! ¡No puedo dejarlo aquí! —dijo Mariela, se aproximó, intentó soltarlo, pero no tuvo con qué, se sobresaltó cuando escuchó pasos.—Escóndase —dijo el hombre. Mariela con rapidez se metió detrás de unas cajas. Su corazón palpitaba con violencia, entonces escuchó la voz de un hombre. —No sé por qué el jefe aún te mantiene con vida —rugió, le desató solo una mano y le entregó una pieza de pan y una botella con agua—, traga —ordenó. Y luego que el hombre secuestrado bebió y comió, el encargado volvió a irse; sin embargo, Mariela no apareció enseguida, esperó un tiempo prudencial y volvió a salir. —¿Por qué lo tienen en este lugar? —indagó. —Debo sacarlo. —¿Quién es usted? —indagó él. —Eso no tiene importancia, yo… estoy buscando un video. —¿Eres policía? —indagó él