Queridos lectores gracias por llegar hasta aquí, son libres de continuar o no con el libro; sin embargo, yo no escribo libros color de rosa, muchas veces debemos enfrentarnos a situaciones de dolor para crecer en la vida, no todo puede ser felicidad como esperan algunas lectoras, la vida se compone de momentos buenos, malos, de perder en ocasiones a seres queridos, y levantarnos después de esos instantes difíciles, si viven en un mundo de cristal, qué pena, yo no puedo bajar en este momento la intensidad de lo que pasará, pero si se quedan hasta el final, les aseguro que no se van a arrepentir.
Desde el consultorio del doctor Esparza. Sergio a través de las cámaras instaladas en esa habitación, miraba y escuchaba todo. Su risa siniestra retumbó en las paredes. —Por fin te veo sufrir, desgraciado, eso y más te mereces. —Apretó sus puños con todas sus fuerzas. —Tu castigo será perder a la mujer que amas, pero ese no será tu fin, porque no tienes idea de lo que te espera. —Bebió un sorbo de whisky y volvió a carcajear—. Por ti hermano, haré justicia, y por mí más, ese Duque jamás debió meterse con nosotros. —Su azulada mirada se volvió oscura. ****Juan Andrés pegó sus labios a los fríos de Paula, y su corazón se fragmentó aún más, no podía pensar que ya jamás ella volvería a corresponderle, no sabía cuánto tiempo ella estaría en coma, días, meses, años. Resopló, cerró sus ojos. —Ojalá pudieras escucharme, y lucharas por tu vida, por nosotros, Paula no te rindas —suplicó y un gran torrente de lágrimas inundaron sus mejillas, colocó su cabeza en el pecho de ella. Así permane
Esa noche la familia entera estuvo junto a Juan Andrés apoyándolo, agradecía que todos estuvieran a su lado, pero no dejaba de sentirse desolado, con ese nudo que le ahogaba. Se acostó junto al niño, lo abrazó, no había tenido el valor de decirle sobre lo de Paula, pero el pequeño era muy inteligente y no le podía ocultar las cosas por más tiempo. Deambuló como un alma en pena durante el resto de horas, miraba la oscura noche, desde la terraza, y pensó que quizás perder a Paula era el castigo justo luego de que en esa ocasión no pudo hacer nada por su hermana. —Quizás me lo merezco, tal vez la maldición de Luz Aída aún nos persigue, o es el castigo justo por la vida que llevaba, nunca supe apreciar lo que tenía. —La voz se le quebró, y dejó caer su cuerpo en el piso de madera del balcón, se abrazó a sus piernas—, dicen que uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde… **** Una semana después y las cosas seguían igual. Paula en coma, Andrés visitándola a diario, haciéndole c
Juan Andrés derramaba un gran torrente de lágrimas, su corazón estaba fragmentando, miró como el féretro era metido en una fría tumba. Contuvo las ganas de gritar de dolor, no lo hizo por el niño, a quién tenía en sus brazos, abrazado a él. Cris se aferraba a él, pero en realidad era Juan Andrés el que se aferraba al niño, era por él que no se dejaba vencer, era lo único que le quedaba de Paula. —¿Ya no volverá mi mamá? —cuestionó el pequeño. Juan Andrés pasó la saliva con dificultad, miró al niño a los ojos. —No, ella ahora nos cuida desde el cielo, pero no te preocupes, me tienes a mí, yo voy a cuidarte, y protegerte, lo juro. El pequeño lo abrazó con sus tiernas manitas, y él lo estrechó con más fuerza, ese juramento tenía que cumplirlo, Paula había confiado en él, no podía fallarles, había llegado el momento de ser fuerte, de enfrentar su perdida, de empezar de cero, como un hombre de bien, ahora tenía un hijo quién seguiría su ejemplo, y aunque tenía el alma destrozada, prome
—¡Qué empiece el show! —dijo Albeiro al escuchar el rechinido de las llantas del Mercedes de Miguel. Luciana tembló, presionó sus ojos, quería desaparecer en ese momento, pero estaba atada de manos. Se colocó con rapidez la cadena que Miguel le regaló con el dije de saturno, era lo único que pensaba llevarse. Miguel entró como un desquiciado la sangre se le congeló, miró prendas regadas en el piso, apretó la mandíbula, abría y cerraba sus puños. Subió en un par de zancadas, y abrió la puerta de la habitación de un solo golpe. —¡Luciana! —gritó iracundo, sus pupilas estaban dilatadas. —¡Así los quería encontrar! Lu derramó varias lágrimas, miró a Miguel, y notó la rabia, la decepción en sus ojos, el corazón de Lu se hizo pedazos. «¡Soy inocente!» Miguel la miró con desprecio, se acercó a Albeiro lo agarró del cuello, le lanzó un puño, pero el hombre se defendió. Empezaron una batalla campal. Lu se estremeció, estaba pálida, temía por sus bebés, como pudo se envolvió en u
«Yo no quería amarte, tú me enseñaste a odiarte, todos los besos que me imaginé vuelven al lugar donde los vi crecer…»Las notas de la melodía Saturno de Pablo Alboran sonaban en las bocinas del bar donde Juan Miguel ahogaba sus penas en alcohol. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas. Su mente no hacía más que recordar las palabras de Lu.«No te amo, me voy con Albeiro»—¿Por qué Luciana? —susurraba mientras alzaba su copa con whisky y se la bebía hasta el fondo. —¿Por qué lo preferiste a él? Yo te ofrecía una nueva vida, no me importaba tu pasado, tenía tantos planes para los dos. —Bebió de nuevo otro trago, el licor pasaba raspando su garganta, y el ardor de la ausencia de Lu, se hacía cada vez más grande. —Por fin te encuentro —Se escuchó en la voz de Juan Andrés, quién, por el contrario, a su hermano, y aunque la perdida de Paula aún dolía, estaba sobrellevando su ausencia de la mejor manera—, vamos a casa, no solucionas nada bebiendo —aconsejó. Miguel alzó su rostro, negó
—Señor, ¿ha visto alguna vez la película Hostel? —indagó el oficial a cargo de la investigación de las mujeres desaparecidas a su jefe. El hombre arrugó el ceño, resopló. —No estamos para ir al cine ahora, no hemos resuelto este caso —refutó. —No, no me refiero a eso, sino que descubrí que estas personas operan de la misma forma, mire resulta que, en la película, ponen en un catálogo a chicas muy bellas que pueden aparecer en cualquier parte, las fotos son tomadas desde un parque, un centro comercial, una piscina en fin, con eso hacen una subasta y millonarios alrededor del mundo las compran. —Pero entonces nos enfrentamos a un caso de trata de blancas. —No señor, no las contratan para sexo, las hacen ir con engaños a un sitio, luego las secuestran, y se la ponen como mercancía, para que un sádico millonario las torture, les cortan partes de su cuerpo con diferentes aparatos, las pueden ultrajar, y nadie se entera porque luego incineran los restos. El agente abrió sus ojos, se q
Varios días después. —No tenemos rastro del agente López —dijo uno de sus compañeros al jefe de policía—, seguramente lo descubrieron. —Ahora más que nuca debemos dar con esos criminales, estábamos a un paso de lograrlo, pero con la desaparición de López, volvemos al principio. —Golpeó con sus puños el escritorio. El agente López estaba a cargo de la investigación de las muchachas desaparecidas, pero desde el día que avisó que ya había pagado por una mujer, y que tenía una cita con ella en Europa, desapareció. —Haremos justicia por López —dijo con firmeza el agente Hernández. ****Luciana y sus bebés, se encontraban sanos y salvos. Albeiro no murió, pero su castigo no solo fue la cárcel, sino el hecho de haber perdido sus órganos genitales. El agente Valencia había recibido un disparo en la cabeza, estaba recuperándose, pero debido a la lesión, ya no podía volver al equipo de inteligencia de la policía, ahora su lugar estaría dentro de las oficinas. Un agente ingresó a la alcoba
Mariela miraba petrificada a la mujer que caminaba sobre la pasarela destilando sensualidad y elegancia, parecía que estaba frente a un fantasma. Reaccionó cuando se dio cuenta de que Juan Andrés estaba por saltar a la tarima, corrió hacia su novio. —¡Espera! —Lo agarró del brazo. —¿Qué piensas hacer?Juan Andrés mantenía su mirada fija en aquella modelo, el corazón le retumbaba con violencia.—¡Es Paula!Mariela sintió un pinchazo al ver la angustia de él, y el anhelo reflejado en sus ojos. —Es verdad se parecen mucho, pero te recuerdo que Paula murió, tú estuviste presente, la enterraste. Juan Andrés dejó de mirar a la modelo y observó a su novia, sacudió la cabeza. —Tienes razón, pero son idénticas. —Quizás es una coincidencia del destino, o es una hermana gemela que ella no sabía que tenía. —Debo hablar con esa mujer —indicó. Observó como los ojos de Mariela se llenaron de nostalgia—, lo lamento…—Te comprendo, si hablar con esa mujer te va a hacer sentir mejor, hazlo. ***