Elizabeth salió de aquella cafetería sin ser consciente de cómo.Tenía claro que había trastabillado hasta la puerta e incluso chocado con algunas sillas mientras intentaba escapar de allí.La cabeza le iba a estallar de tanto dolor, las manos le temblaban y sus piernas parecían un amasijo de carne sin huesos incapaces de sostenerla.El dolor era demasiado fuerte, demasiado insoportable, ni cuando Jonathan le confesó la verdad en el día de su boda le afectó tanto como aquello.No podía ser verdad, quería borrar las imágenes y las voces de aquella conversación.El rostro de su esposo al horrorizarse cuando le exigieron que se casara con ella.Todo el tiempo le había mentido, la engañó diciendo que el único motivo para casarse había sido porque la quería como esposa.—No hace falta que te lo tomes así —escuchó la voz gritona de su cuñada cuando fue a buscarla fuera de la cafetería—. Piensa que es mejor saber la verdad a vivir engañada. ¿Comprendes por qué mi madre y yo nos comportamos a
Elizabeth no regresó a la casa de su marido, en cuanto salió de la empresa se dirigió al hogar de su familia.Necesitaba a su madre a su lado en ese instante.Cuando la tuvo de frente supuso que su estado no era el mejor, porque su madre se levantó enseguida y se apresuró a abrazarla.—¿Qué te ocurre, pequeñita?En aquella casa nunca la tratarían como a una adulta responsable, pero en aquel instante poco le importó.Necesitaba de ese cariño y de ese amor tan incondicional.—Me engañó, mamá, ocurrió de nuevo —fue lo único que logró decir antes de abrazarse a ella y comenzar a llorar.Su madre intentó consolarla mientras le decía palabras de aliento, pero nada de lo que pronunciaba era capaz de quitarle ese dolor que sentía.Horas después, más calmada y con el teléfono apagado tras recibir un sinfín de llamadas de Roger, se encontraba junto a su padre a la espera de recibir uno de sus sabios consejos.Si era sincera consigo misma deseaba que le dijera que había actuado de forma despropo
Tres años después…—¿Estás preparada para tu despedida? Porque yo no lo estoy, no puedo creer que te vayas a marchar —le dijo su mejor amigo mientras Elizabeth se encontraba frente al espejo haciendo los últimos retoques en su aspecto.La mujer que mostraba el reflejo podía llamarse igual a ella, pero poco quedaba de lo que un día fue.Cincuenta kilos menos, ejercicio diario, una dieta muy estricta y muchos cambios superficiales componían a la nueva Elizabeth.Una que estaba llena de rencor y de odio.Bastian se veía muy triste por su marcha, la amistad que habían forjado entre los dos fue una de las pocas cosas buenas que le trajo su huida.—Lo estoy, debo estarlo porque ya tomé la decisión y no me echaré atrás. Para lo único que no estoy preparada es para dejarte, ven conmigo —le pidió y le quitó a su hijo de los brazos a su amigo—. El pequeño Andrew te extrañará mucho.Su amigo los miró con desolación, él había estado en todo el duelo vivido por la pérdida de su matrimonio y tambié
Elizabeth fingió que el cuerpo no le temblaba y que agarrar aquella copa de vino sin volcarla por los nervios no fue una odisea.Le sudaban las manos, sentía el estómago oprimido y le picaban los ojos por aguantar las lágrimas.En cuanto lo vio cruzar la puerta y la miró sin reconocerla, ella tuvo que guardar silencio porque no estaba segura de que le saliera la voz.No lo amaba, no podía continuar amándolo después de noches y noches de lágrimas.De dormirse con el rostro enterrado en la almohada para no gritar por no poder sacar ese sentimiento del pecho.Se había sentido como si pasara un infierno, caminando sobre brasas, descalza y quemándose para lograr salir de allí.Y lo había conseguido…Había vuelto porque creyó que podía enfrentarse a él sin sentir nada, pero su estúpido corazón quería escapar de su pecho y caer sobre las manos de Roger.Ese órgano inservible quería que él lo agarrara y lo estrujara de nuevo hasta matarla.El coraje hacía ella misma fue lo que le dio el valor
—¿Cómo estás? —le preguntó su padre al verla salir hecha una furia.—Llévame a casa, quiero ver a Andrew, no soporto estar frente a ese hombre ni un minuto másSu padre lo hizo, y pesar de mantener el silencio durante gran parte del camino, terminó por preguntar.—¿No fue cómo lo imaginaste? Debo suponer que se negó.Elizabeth lo miró como si la hubiera poseído un demonio.Se clavaba las uñas en las manos y sentía mucha rabia hacía Roger.—¡Se negó! Papá, rompió los papeles del divorcio frente a mí. ¡Le ofrecí desaparecer de su vida y él no aceptó!¿Por qué? No dejaba de preguntarse el motivo, si nunca la quiso, ¿por qué se negaba a divorciarse de ella y dejarla hacer su vida en paz?Su padre sonrió de medio lado, muy satisfecho con lo ocurrido en lugar de estar enfadado como ella.—Yo tampoco le daría el divorcio a tu madre, una vez que consigues a la mujer que quieres debes ser muy tonto para dejarla ir.—¡Tú amas a mamá! —se quejó ella que no entendía a qué venía eso.—Por eso.Eli
—Robson, sígueme para que formalicemos esto —le dijo su padre a su esposo y Elizabeth creyó que perdería el sentido allí mismo.Traicionada y por su propio padre.Por unos momentos no pudo moverse del lugar.La silla parecía haberse adherido a su cuerpo y las piernas no querían responderle.Estaba en shock, aquello debía ser una pesadilla y continuaba en su cama, dormida.Se pellizcó y recibió el dolor, miró a su alrededor y los accionistas la observaban como si estuvieran esperando algo de ella.Se levantó y susurró un: «el circo ya terminó, pueden irse», para después salir corriendo detrás de su padre y de Roger, pero no había ni rastro de ellos.Cuando llegara a casa… ¡No tenía la menor idea de qué iba a hacer cuando llegara, pero aquello no podía quedar así!***Roger siguió a su suegro que era bastante rápido para su edad.—Patterson, ¿a dónde se supone que vamos? —le preguntó a su suegro al ver que no le decía ni una sola palabra.El hombre parecía estar huyendo de un huracán po
Roger llegó a la empresa de los primeros, fue el guardia de seguridad de la noche que estaba por finalizar su turno quien le dejó paso.No había podido descansar, toda la noche la pasó dando vueltas y lo poco que logró dormir soñó con ella.Con su Elizabeth, la de antes, la mujer con la que se casó, no esa arpía con cuerpo de modelo de lencería que había regresado a terminar de volverlo loco.Le había costado mucho aceptar que su esposa lo había abandonado y soportar todos los ataques de su suegro, pero cuando por fin se estaba estabilizando emocionalmente y aceptando que iba a tener que darle el divorcio… Ella regresó.Y para él la realidad era clara después de tenerla de frente.Elizabeth todavía lo amaba por más que intentara ocultarlo y mientras eso fuese así, él no pensaba abandonar la lucha.Ella podría ganar muchas batallas, pero la guerra sería para él.Roger había decidido esperar a Elizabeth en el vestíbulo del edificio, intentaría entablar conversación con ella y le sugerirí
—¿Lo sientes, mi gordita? —ronroneó Roger a la vez que se acercaba a ella y la aprisionaba contra su pecho—. Todavía tiemblas cuando me tienes cerca, no niegues que aún me deseas.Elizabeth buscó a su espalda para aferrarse a la barandilla del elevador. No era capaz de mirarlo a los ojos y se mostraba tan indefensa en ese instante que casi lo hizo desistir.Estaba jugando sucio, se estaba aprovechando de la pasión que existía entre ellos para retenerla, pero era incapaz de controlar sus impulsos.Tres años sin estar con una mujer no era lo que lo hacía reaccionar de esa forma.Había tenido muchas oportunidades en ese tiempo de estar con otras mujeres, pero no deseaba a otra, quería a su esposa.Elizabeth lo había castrado, metafóricamente, para el resto del sexo femenino y si ella no lo perdonaba se veía viviendo como un monje el resto de sus días.De mujeriego a célibe, nadie podría creer eso de él.Roger le abarcó la cintura con sus manos, se sentía incapaz de alejarse y dejarla ir.