Elizabeth miró a los ojos al joven abogado que llevaba cinco meses trabajando como becario en la empresa de su padre y no podía creer que estuviera casándose a escondidas.Había sido amor a primera vista, algo que a ella nunca le había ocurrido porque no era una mujer llamativa y no estaba acostumbrada a que un hombre se enamorara de ella de esa forma.Desde niña sufría de sobrepeso y, a pesar de crecer en una familia que siempre intentó hacerla sentir bonita, sabía lo que los hombres pensaban de ella.Por amor acababa de cometer una locura.Se había escapado de su casa después de confesarle a su padre que estaba enamorada del nuevo becario y él se había negado de forma rotunda a su relación.Su padre creía que Jonathan la quería por su dinero y que ella era una ingenua que se creía enamorada del primer hombre que le daba un poco de cariño.Elizabeth pensaba demostrarle a él y a toda su familia que no era así.Quería desheredarla, pues que lo hiciera, pero pensaba casarse con el hombr
Dos años después…Elizabeth sentía que había arruinado su vida.El tiempo que duró su matrimonio fue tan fugaz como lo fue su falso noviazgo.Jonathan le había roto el corazón y había matado todas sus ilusiones.El día de su boda se enteró de que su marido tenía pareja y que ambos se habían puesto de acuerdo para estafarla. Arruinada y sin familia a quién acudir, ocultó de su marido la única joya que le quedaba y la vendió para poder sobrevivir mientras encontraba algún trabajo. El día más feliz de su vida no fue cuando se casó, fue cuando le dieron por fin su acta de divorcio tres meses después.Con el corazón roto y la autoestima destrozada, se encontró malviviendo porque la búsqueda de empleo fue mucho más difícil de lo que pensó.En cada puesto en el que se presentaba las excusas eran siempre las mismas: «Estás demasiado cualificada, en este momento no eres lo que estamos buscando, ya te llamaremos». Y así un rechazo tras otro, hasta que llegó a la Compañía Robson y su adorado j
Había transcurrido un mes desde su boda con Roger y continuaba casada. Su maldición se había roto… A medias, porque seguía tan intacta como el día en que nació.Roger era amable con ella, en muchas ocasiones cariñoso y cada día que pasaba sentía que él se iba acercando más, pero todavía no habían dado ese paso que los haría marido y mujer en toda regla.—¿Por qué insistes en trabajar cuando ya te dije que podías quedarte en la casa? Ahora eres mi esposa, no mi asistente —le dijo cuando la vio aparecer en su oficina, con la sonrisa en el rostro y feliz por estar a su lado.Elizabeth no quería mencionarle que vivir en aquella casa se había convertido en un infierno.Su boda, si bien fue muy familiar y no un evento público, para ella había sido perfecta.Por fin se había armado de valor y había hablado con su familia, los invitó a su enlace y para su regocijo ellos aceptaron.La vida podría ser perfecta, estaba casada con el hombre que amaba, su familia la había perdonado y cada día podí
Roger estaba nervioso, la presentación había comenzado y su esposa no llegaba.La había intentado llamar por teléfono varias veces, pero no contestaba.—Mamá, ¿por qué Elizabeth no vino contigo? —le preguntó en cuanto vio a su madre aparecer junto a su hermana.—Soy su suegra no su niñera, pero si tanto empeño tienes en saber, Elizabeth dijo que no le apetecía nada venir y que estos eventos no son para ella.—Normal, solo a ti se te ocurre invitarla. Elizabeth no encaja en este mundo, pero al menos te sirvió para algo, la prensa se compadece tanto de ti por haberte casado con ella que ahora todos creen que eres un santo —continuó su hermana.—Un comentario más sobre mi esposa y les juro que…—¿Qué, hijo? Ahora resulta que no podemos opinar con libertad. Elizabeth es buena chica, no discutimos eso, pero tu hermana tiene razón, esa mujer no encaja en tu mundo. Te casaste con ella por el motivo que todos sabemos, pero no necesitas disimular frente a nosotras.—Pobre de mi hermano, aprove
—Ahora entiendo todo —fue lo único que Elizabeth logró pronunciar cuando tuvo aquella visión de Roger con otra mujer frente a ella.Su intención no fue interrumpir el preludio romántico de su esposo, no quería salir de allí más humillada de lo que ya se sentía, pero él la escuchó.Al verla, empujó a la mujer que se aferraba a su cuello y dijo la frase más trillada que cualquier persona podría decir en una situación así.—Te juro que no es lo que parece. —Intentó acercarse a ella, pero Elizabeth dio un paso atrás. Sabía que si se colocaba a la vista de la gente él no podría hacer un espectáculo—. Por favor, escúchame.—Tranquilo que sé lo importante que es para ti que esta noche salga bien —pronunció con toda la calma y la frialdad que pudo, estaba rota por dentro, pero no lo pensaba demostrar—. Yo me marcho, puedes continuar con lo tuyo.Elizabeth intentó darse la vuelta para escapar entre la gente, pero Roger la tomó del brazo.—Por favor, hablemos —le suplicó con un tono de voz que
Habían trascurrido tres semanas desde aquella noche y Elizabeth no podía sentirse más feliz.Desde ese día ya no regresó a su propia habitación, Roger quería que durmiera con él todas las noches y ella estaba feliz de hacerlo.Elizabeth había abandonado ese miedo que tenía de que su esposo no la amara porque él todo el tiempo se lo estaba demostrando.Ahora estaba segura de que se casó con ella por amor y ni su insufrible suegra o su cuñada podrían estropeárselo.—Esta tarde quiero que vengas conmigo a ver un lugar —le dijo Roger antes de marcharse a trabajar—. Creo que, como a las cinco, podré escaparme de la oficina y venir a buscarte.—Puedo acompañarte ahora, aún no tienes asistente, te hago falta —se apresuró a decir, no quería quedarse en la casa con aquellas mujeres.—No tengo asistente porque mi querida esposa dejó el listón demasiado alto y ahora ninguna me parece lo suficiente buena.—¿Ves? Iré y te ayudaré, así podrás salir antes —insistió.—Voy a estar toda la mañana con r
Elizabeth salió de aquella cafetería sin ser consciente de cómo.Tenía claro que había trastabillado hasta la puerta e incluso chocado con algunas sillas mientras intentaba escapar de allí.La cabeza le iba a estallar de tanto dolor, las manos le temblaban y sus piernas parecían un amasijo de carne sin huesos incapaces de sostenerla.El dolor era demasiado fuerte, demasiado insoportable, ni cuando Jonathan le confesó la verdad en el día de su boda le afectó tanto como aquello.No podía ser verdad, quería borrar las imágenes y las voces de aquella conversación.El rostro de su esposo al horrorizarse cuando le exigieron que se casara con ella.Todo el tiempo le había mentido, la engañó diciendo que el único motivo para casarse había sido porque la quería como esposa.—No hace falta que te lo tomes así —escuchó la voz gritona de su cuñada cuando fue a buscarla fuera de la cafetería—. Piensa que es mejor saber la verdad a vivir engañada. ¿Comprendes por qué mi madre y yo nos comportamos a
Elizabeth no regresó a la casa de su marido, en cuanto salió de la empresa se dirigió al hogar de su familia.Necesitaba a su madre a su lado en ese instante.Cuando la tuvo de frente supuso que su estado no era el mejor, porque su madre se levantó enseguida y se apresuró a abrazarla.—¿Qué te ocurre, pequeñita?En aquella casa nunca la tratarían como a una adulta responsable, pero en aquel instante poco le importó.Necesitaba de ese cariño y de ese amor tan incondicional.—Me engañó, mamá, ocurrió de nuevo —fue lo único que logró decir antes de abrazarse a ella y comenzar a llorar.Su madre intentó consolarla mientras le decía palabras de aliento, pero nada de lo que pronunciaba era capaz de quitarle ese dolor que sentía.Horas después, más calmada y con el teléfono apagado tras recibir un sinfín de llamadas de Roger, se encontraba junto a su padre a la espera de recibir uno de sus sabios consejos.Si era sincera consigo misma deseaba que le dijera que había actuado de forma despropo