—Ahora entiendo todo —fue lo único que Elizabeth logró pronunciar cuando tuvo aquella visión de Roger con otra mujer frente a ella.Su intención no fue interrumpir el preludio romántico de su esposo, no quería salir de allí más humillada de lo que ya se sentía, pero él la escuchó.Al verla, empujó a la mujer que se aferraba a su cuello y dijo la frase más trillada que cualquier persona podría decir en una situación así.—Te juro que no es lo que parece. —Intentó acercarse a ella, pero Elizabeth dio un paso atrás. Sabía que si se colocaba a la vista de la gente él no podría hacer un espectáculo—. Por favor, escúchame.—Tranquilo que sé lo importante que es para ti que esta noche salga bien —pronunció con toda la calma y la frialdad que pudo, estaba rota por dentro, pero no lo pensaba demostrar—. Yo me marcho, puedes continuar con lo tuyo.Elizabeth intentó darse la vuelta para escapar entre la gente, pero Roger la tomó del brazo.—Por favor, hablemos —le suplicó con un tono de voz que
Habían trascurrido tres semanas desde aquella noche y Elizabeth no podía sentirse más feliz.Desde ese día ya no regresó a su propia habitación, Roger quería que durmiera con él todas las noches y ella estaba feliz de hacerlo.Elizabeth había abandonado ese miedo que tenía de que su esposo no la amara porque él todo el tiempo se lo estaba demostrando.Ahora estaba segura de que se casó con ella por amor y ni su insufrible suegra o su cuñada podrían estropeárselo.—Esta tarde quiero que vengas conmigo a ver un lugar —le dijo Roger antes de marcharse a trabajar—. Creo que, como a las cinco, podré escaparme de la oficina y venir a buscarte.—Puedo acompañarte ahora, aún no tienes asistente, te hago falta —se apresuró a decir, no quería quedarse en la casa con aquellas mujeres.—No tengo asistente porque mi querida esposa dejó el listón demasiado alto y ahora ninguna me parece lo suficiente buena.—¿Ves? Iré y te ayudaré, así podrás salir antes —insistió.—Voy a estar toda la mañana con r
Elizabeth salió de aquella cafetería sin ser consciente de cómo.Tenía claro que había trastabillado hasta la puerta e incluso chocado con algunas sillas mientras intentaba escapar de allí.La cabeza le iba a estallar de tanto dolor, las manos le temblaban y sus piernas parecían un amasijo de carne sin huesos incapaces de sostenerla.El dolor era demasiado fuerte, demasiado insoportable, ni cuando Jonathan le confesó la verdad en el día de su boda le afectó tanto como aquello.No podía ser verdad, quería borrar las imágenes y las voces de aquella conversación.El rostro de su esposo al horrorizarse cuando le exigieron que se casara con ella.Todo el tiempo le había mentido, la engañó diciendo que el único motivo para casarse había sido porque la quería como esposa.—No hace falta que te lo tomes así —escuchó la voz gritona de su cuñada cuando fue a buscarla fuera de la cafetería—. Piensa que es mejor saber la verdad a vivir engañada. ¿Comprendes por qué mi madre y yo nos comportamos a
Elizabeth no regresó a la casa de su marido, en cuanto salió de la empresa se dirigió al hogar de su familia.Necesitaba a su madre a su lado en ese instante.Cuando la tuvo de frente supuso que su estado no era el mejor, porque su madre se levantó enseguida y se apresuró a abrazarla.—¿Qué te ocurre, pequeñita?En aquella casa nunca la tratarían como a una adulta responsable, pero en aquel instante poco le importó.Necesitaba de ese cariño y de ese amor tan incondicional.—Me engañó, mamá, ocurrió de nuevo —fue lo único que logró decir antes de abrazarse a ella y comenzar a llorar.Su madre intentó consolarla mientras le decía palabras de aliento, pero nada de lo que pronunciaba era capaz de quitarle ese dolor que sentía.Horas después, más calmada y con el teléfono apagado tras recibir un sinfín de llamadas de Roger, se encontraba junto a su padre a la espera de recibir uno de sus sabios consejos.Si era sincera consigo misma deseaba que le dijera que había actuado de forma despropo
Tres años después…—¿Estás preparada para tu despedida? Porque yo no lo estoy, no puedo creer que te vayas a marchar —le dijo su mejor amigo mientras Elizabeth se encontraba frente al espejo haciendo los últimos retoques en su aspecto.La mujer que mostraba el reflejo podía llamarse igual a ella, pero poco quedaba de lo que un día fue.Cincuenta kilos menos, ejercicio diario, una dieta muy estricta y muchos cambios superficiales componían a la nueva Elizabeth.Una que estaba llena de rencor y de odio.Bastian se veía muy triste por su marcha, la amistad que habían forjado entre los dos fue una de las pocas cosas buenas que le trajo su huida.—Lo estoy, debo estarlo porque ya tomé la decisión y no me echaré atrás. Para lo único que no estoy preparada es para dejarte, ven conmigo —le pidió y le quitó a su hijo de los brazos a su amigo—. El pequeño Andrew te extrañará mucho.Su amigo los miró con desolación, él había estado en todo el duelo vivido por la pérdida de su matrimonio y tambié
Elizabeth fingió que el cuerpo no le temblaba y que agarrar aquella copa de vino sin volcarla por los nervios no fue una odisea.Le sudaban las manos, sentía el estómago oprimido y le picaban los ojos por aguantar las lágrimas.En cuanto lo vio cruzar la puerta y la miró sin reconocerla, ella tuvo que guardar silencio porque no estaba segura de que le saliera la voz.No lo amaba, no podía continuar amándolo después de noches y noches de lágrimas.De dormirse con el rostro enterrado en la almohada para no gritar por no poder sacar ese sentimiento del pecho.Se había sentido como si pasara un infierno, caminando sobre brasas, descalza y quemándose para lograr salir de allí.Y lo había conseguido…Había vuelto porque creyó que podía enfrentarse a él sin sentir nada, pero su estúpido corazón quería escapar de su pecho y caer sobre las manos de Roger.Ese órgano inservible quería que él lo agarrara y lo estrujara de nuevo hasta matarla.El coraje hacía ella misma fue lo que le dio el valor
—¿Cómo estás? —le preguntó su padre al verla salir hecha una furia.—Llévame a casa, quiero ver a Andrew, no soporto estar frente a ese hombre ni un minuto másSu padre lo hizo, y pesar de mantener el silencio durante gran parte del camino, terminó por preguntar.—¿No fue cómo lo imaginaste? Debo suponer que se negó.Elizabeth lo miró como si la hubiera poseído un demonio.Se clavaba las uñas en las manos y sentía mucha rabia hacía Roger.—¡Se negó! Papá, rompió los papeles del divorcio frente a mí. ¡Le ofrecí desaparecer de su vida y él no aceptó!¿Por qué? No dejaba de preguntarse el motivo, si nunca la quiso, ¿por qué se negaba a divorciarse de ella y dejarla hacer su vida en paz?Su padre sonrió de medio lado, muy satisfecho con lo ocurrido en lugar de estar enfadado como ella.—Yo tampoco le daría el divorcio a tu madre, una vez que consigues a la mujer que quieres debes ser muy tonto para dejarla ir.—¡Tú amas a mamá! —se quejó ella que no entendía a qué venía eso.—Por eso.Eli
—Robson, sígueme para que formalicemos esto —le dijo su padre a su esposo y Elizabeth creyó que perdería el sentido allí mismo.Traicionada y por su propio padre.Por unos momentos no pudo moverse del lugar.La silla parecía haberse adherido a su cuerpo y las piernas no querían responderle.Estaba en shock, aquello debía ser una pesadilla y continuaba en su cama, dormida.Se pellizcó y recibió el dolor, miró a su alrededor y los accionistas la observaban como si estuvieran esperando algo de ella.Se levantó y susurró un: «el circo ya terminó, pueden irse», para después salir corriendo detrás de su padre y de Roger, pero no había ni rastro de ellos.Cuando llegara a casa… ¡No tenía la menor idea de qué iba a hacer cuando llegara, pero aquello no podía quedar así!***Roger siguió a su suegro que era bastante rápido para su edad.—Patterson, ¿a dónde se supone que vamos? —le preguntó a su suegro al ver que no le decía ni una sola palabra.El hombre parecía estar huyendo de un huracán po