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Capítulo 4: Todavía te amo, no es tarde para que lo intentemos.

 

Roger estaba nervioso, la presentación había comenzado y su esposa no llegaba.

La había intentado llamar por teléfono varias veces, pero no contestaba.

—Mamá, ¿por qué Elizabeth no vino contigo? —le preguntó en cuanto vio a su madre aparecer junto a su hermana.

—Soy su suegra no su niñera, pero si tanto empeño tienes en saber, Elizabeth dijo que no le apetecía nada venir y que estos eventos no son para ella.

—Normal, solo a ti se te ocurre invitarla. Elizabeth no encaja en este mundo, pero al menos te sirvió para algo, la prensa se compadece tanto de ti por haberte casado con ella que ahora todos creen que eres un santo —continuó su hermana.

—Un comentario más sobre mi esposa y les juro que…

—¿Qué, hijo? Ahora resulta que no podemos opinar con libertad. Elizabeth es buena chica, no discutimos eso, pero tu hermana tiene razón, esa mujer no encaja en tu mundo. Te casaste con ella por el motivo que todos sabemos, pero no necesitas disimular frente a nosotras.

—Pobre de mi hermano, aprovecha que no está para amargarte la noche. ¿Sabes quién sí ha venido? Natalie, no entiendo por qué rompiste con ella si hacían tan buena pareja.

Roger miró a su madre y a su hermana sin ganas de continuar discutiendo. Él ya había visto a Natalie y tal como la ojeó huyó de su presencia.

Había intentado en varias ocasiones acercarse a él, pero de todas salió airoso y se pudo marchar antes de que lo atrapara.

Estaba cansado de que su familia criticara a Elizabeth solo por su aspecto exterior. Su esposa era la mujer más buena que había conocido, y si bien lo obligaron a casarse con ella, no se arrepentía ni un poco.

Lo que no lo dejaba vivir era el remordimiento de haberle propuesto matrimonio sin contarle toda la verdad.

—Iré a ver que todo esté bien —las cortó antes de que continuaran hablando de su esposa.

Roger se metió entre la gente y tuvo que fingir frente a las cámaras que todo estaba bien.

Se tomó fotos con varias de las modelos, con algunos invitados y cuando estaba en mitad de una entrevista, Natalie llegó a colocarse a su lado y se colgó de su brazo.

Tuvo que disimular para no hacer un espectáculo, pero lo que deseaba era apartarla.

En cuanto el periodista se fue, Roger le agarró con disimulo la mano que Natalie tenía aferrada a su brazo y la quitó.

—¿Podemos hablar? —lo intentó detener ella.

—Prefiero que no, además, creo que todo quedó claro entre nosotros cuando terminamos. Si me disculpas, quiero ver si mi esposa ha llegado. —Por más que intentó alejarse había demasiada gente a su alrededor y Natalie no parecía querer rendirse.

¿Qué quería ahora esa mujer?

Se iban a casar y lo engañó, decidió que su hermano era mejor hombre que él, pues Roger decidió ese día que ella nunca más volvería a acercarse a él.

Él estaba ciego de amor en aquel tiempo, pero no tanto como para no seguir los consejos que le daban.

Le pidió a su padre que fingiera que su hermano era el heredero principal de los negocios de su familia y ella cayó en la trampa.

Natalie solo quería su dinero y él jamás le contó a su familia el motivo por el cual terminaron.

Demasiado iluso se sentía por haberla creído cuanto tenía tantas pruebas en su contra.

Al principio lo destrozó, él la amaba, pero con el tiempo dejó de culparla por su elección.

En aquel momento tomó la decisión de aprovechar su libertad y de no quedarse llorando por una mujer.

Lo que nunca esperó es que aquella libertad le traería tan mala fama y tantos problemas.

Ahora que estaba casado con Elizabeth se daba cuenta de que aquello que sintió por Natalie fue solo una ilusión.

Le pidió matrimonio estando ciego y por el impulso de querer formar una familia, pero en cuanto lo hizo su subconsciente le gritaba que era un error.

Haberse casado con Natalie sí lo hubiera destrozado y que ella lo engañara fue su salida perfecta.

Aunque en ese momento no lo vio de esa forma, pero el tiempo puso todo en su lugar.

Lo que más le dolió fue la traición de su hermano, a él no le importó hacerle daño con tal de meterse entre las piernas de aquella mujer.

Los odió durante un tiempo, pero descubrió que en realidad lo habían salvado de cometer el peor error de su vida.

—Por favor, hablemos —dijo Natalie y tiró de él hasta alejarse de la gente—. Han pasado más de dos años, ¿todavía me guardas rencor por lo ocurrido?

Roger miró a su alrededor y se ocultó un poco más para que no fuera visto con Natalie.

La prensa siempre estaba deseando encontrarlo en alguna situación comprometedora para inventar historias sobre él.

—No es rencor, guardarte rencor sería sentir algo por ti y ya no siento nada, es no querer remover el pasado. Como has dicho han pasado más de dos años y en este tiempo no hemos hablado, ¿a qué viene presentarte aquí justo hoy? Los dos hemos pasado página.

—Yo no, Roger, por más que lo intenté no logré hacerlo. —Natalie se acercó demasiado a él y comenzó a jugar con los botones de su camisa—. Escuché que te casaste, ¿es cierto?

—Escuchaste bien, me casé, espero que tú hayas hecho lo mismo ya que escogiste a mi hermano y provocaste que perdiera el contacto con él. Saluda a Joseph de mi parte —respondió con rapidez y de nuevo intentó librarse de ella, pero no se lo permitió.

—Él y yo terminamos, no funcionó porque nunca pude olvidarte. Cometí un error, no sé lo que pasó, pero me he arrepentido desde entonces.

¿Por qué Natalie tenía que regresar en ese momento a su vida? ¿Es que no tuvo suficiente con el daño que le causó?

De hecho, por culpa de su ruptura es que él comenzó con aquella vida de mujeriego que lo abocó a un matrimonio por obligación, pero del que no se arrepentía. Elizabeth era lo mejor que le había pasado.

Confiaba ciegamente en ella y jamás le falló. 

—No sé qué decirte.

—Dime que podemos solucionarlo. —Natalie le colocó los brazos sobre los hombros y lo miró de esa forma que años atrás le hizo pedirle matrimonio—. Tu hermana me contó que te casaste porque te obligaron, pero que no eres feliz, Roger. Yo puedo esperar a que soluciones tus problemas para que puedas divorciarte.

—¿Divorciarme? ¿Por qué lo haría? —Roger escapó del embrujo que esa mujer ejercía sobre él en cuanto mencionó a su esposa.

Elizabeth, en su esposa tenía que pensar y en ninguna otra. Ella no se merecía que le rompiera el corazón, por no decir de las nefastas consecuencias si se le ocurría hacerlo.

Lo perdería todo.

—A mí no tienes que mentirme, soy yo, Roger, te conozco. He visto a tu esposa y sé que nunca te habrías casado con una mujer como ella, pero también vi cómo has cambiado desde que te casaste… ¿La amas? Porque yo continúo enamorada de ti, todavía no es tarde para nosotros.

Natalie aprovechó el impacto que tuvo esa pregunta en él.

¿La amaba?

No lo sabía, no estaba seguro, solo tenía claro que no quería hacerle daño a Elizabeth por nada del mundo y que no permitiría que nadie se lo hiciera a ella.

Le encantaba verla aparecer en su oficina con cualquier excusa y la complicidad que tenían.

Siempre creyó que su relación se basaba en una amistad muy fuerte, pero desde aquel beso de la tarde en lo único que había pensado era en volver a ver a su esposa.

Esa noche consumaría su matrimonio y dejaría los remordimientos atrás.

¿Por qué no había ido a la presentación? Volvió a preguntarse y en ese lapso en que su mente se disoció de la realidad todo se le fue de las manos.

Su exnovia lo abrazó e intentó besarlo, él no logró apartarse a tiempo y el desastre ocurrió.

***

Elizabeth se había quedado sola en la casa.

Su suegra y su cuñada se habían marchado a la presentación tras hacerle entender que su presencia allí solo ridiculizaría a su esposo.

A pesar del daño que le había causado aquellas palabras ella se había arreglado para ir junto a Roger, pero en cuanto se vio en el espejo terminó por derrumbarse.

Ellas tenían razón, no encajaba en su mundo.

Su esposo estaría rodeado de mujeres hermosas en ese momento, las mujeres que a él le gustaban, las mismas que había tenido de amantes antes de su matrimonio.

¿Por qué se había casado con ella?

Esa pregunta no la dejaba en paz, la torturaba.

—Tu único atractivo es el dinero —repitió frente al espejo las palabras que su exmarido le había dicho.

Luchó por no llorar y se abrazó a sí misma.

Tanto que le había costado recuperarse de aquel matrimonio fallido, de aquella desilusión.

Su autoestima había sufrido un duro golpe y creyó que el tiempo había sanado las heridas, pero no era así.

Si confiara en sí misma solo tendría en cuenta que Roger le había pedido que fuera a esa presentación en lugar de estar juzgándose a sí misma frente al espejo.

Una llamada a la puerta de su habitación la sacó de sus pensamientos.

Se acercó para abrir y se encontró a su suegro.

Elizabeth intentó sonreír al verlo, él era un hombre muy bueno.

Siempre la trataba con tanto cariño que no quiso preocuparlo.

—¿Qué haces todavía aquí? —le preguntó—. He tenido que escaparme de la presentación porque tienes a mi hijo desesperado buscándote. Quiso venir él, pero no podía abandonarlo todo, así que me ofrecí a acompañarte.

Elizabeth lo miró con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas.

—¿De verdad quiere que vaya? —Su suegro le sonrió y le ofreció el brazo.

—¿Qué hombre no quiere que su esposa esté junto a él celebrando sus logros? Vamos, que ya es tarde.

En ese instante Elizabeth se sintió feliz, pero esa alegría se desvanecería apenas media hora después, cuando llegó a la presentación y se encontró a Roger a punto de besarse con otra mujer.

 

 

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