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No soy un maldito conejillo de indias

Era un día soleado y muy caluroso, Héctor había olvidado dejar uno de los balones en su lugar.

Así que, mientras perezosamente caminaba para regresarlo, de alguna manera comenzó a sentir algo muy extraño a su alrededor. Su cuerpo se tensó y, por alguna razón, su miembro se despertó al instante.

Estaba muy desorientado y, sin embargo, comenzó a buscar la fragancia que lo llamaba a gritos. En un punto muy alejado de los salones, algo que parecía ser una bola de carne, se encontraba retorciéndose y encogiéndose desesperado. Sus lágrimas caían y se veía lleno de impotencia y ansiedad mientras se mordía los labios. Héctor completamente fuera de sí, se abalanzó sobre él, de una manera urgida, cruel e insaciable.

Lo peor de todo había sido que el joven a pesar de sentir un dolor desgarrador, sentía como su cuerpo ardía y rogaba por más mientras más violento era su victimario. Odiaba y amaba esa sensación, todo el proceso fue terrible, doloroso y angustiante para su mente, no obstante, su cuerpo...

El olor a sangre, comenzó a invadir el espacio y, mientras más posesión sentía, Héctor era más despiadado, era como si quisiera comerlo hasta el último pedazo de carne mientras trataba desesperadamente de saciar sus instintos.

Al final, y sin alguno de los dos conscientes en su totalidad. Terminaron tan inmersos en todo ese deseo, que ninguno le prestó atención alguna a la grave situación.

*******

Varios días después... Héctor despertó en el hospital de su familia. Se encontraba muy desorientado, su abuelo muy preocupado y hasta cierto punto desconcertado, se acercó a él con mucho cuidado.

—Héctor...

El hombre mayor siempre se veía firme y fuerte como una montaña la mayoría del tiempo, en ese momento lo observaba con una mirada complicada, era como si hubiera envejecido varios años en un solo día.

Mientras el chico que había tratado de moverse varias veces... sentía un dolor terrible en todo el cuerpo, era como si cada músculo se desgarrara violentamente mientras trataba de hablar, pero no podía.

Únicamente podía observar a sus alrededores asustado y completamente perdido, preguntándose que había sucedido. Sin embargo, lo que le heló la sangre, fue el ver que el científico de más confianza al lado de su abuelo, lo veía como si fuera un tesoro recién descubierto.

Antony, con una mirada completamente desprovista de calor o afecto, de un segundo a otro salió de la habitación y lo dejó ahí sin más.

Armando, desde el inicio comenzó a tomar sangre, orina, saliva e incluso a hacerle varios estudios por computadora y demás.

En ningún momento habló de él como persona sino como “sujeto”, siempre con su grabadora en mano y registrando sus avances. Varios días pasaron y debido a su debilidad Héctor no preguntó o rechazó nada, únicamente quería una explicación para su "enfermedad" así que esperó pacientemente.

—Sujeto A-1, presento el despertar de su casta como Alfa, con la edad de quince años, a diferencia de otros sujetos que lo presentaron alrededor de los diecinueve y veinte años.

Causa probable: Exposición directa con las feromonas del celo de un Omega.

Denominado como sujeto O-103, Sujeto A-1 trató de forzar un lazo con el sujeto O-103 en el primer celo de este, lo cual provocó un rechazo violento por parte de este último, el cual presenta inconsciencia total desde hace quince días.

Al ser el primer sujeto en ser registrado y catalogado, se pudo constatar la aparición de glándulas salivales “especiales” las cuales fuerzan la impregnación de feromonas en lo que denominé como “marca”.

La mordida en la glándula de feromonas fue inexperta y agresiva, por lo que probablemente el sujeto O-103 presente problemas severos por el resto de su vida.

La aparición de un nudo, provoco el desgarre en la entrada al útero del sujeto O-103. Aún no se determina los estragos de esto, sin embargo, se comprobó el embarazo exitoso del O-103.

Héctor, un chico demasiado joven que estaba comenzando a entender el horror que le estaba sucediendo, se quedó helado y en blanco al escuchar lo último.

«¿Embarazo...?»

Aún parecía una terrible pesadilla de la que quería desesperadamente despertar.

Su cuerpo se sentía muy extraño, además de que había pasado una semana y media desde que había despertado, no importaba cuanto había escuchado o despertado, simplemente no podía procesarlo sin importar cuanto lo intentara. No obstante, una enfermera entró rápidamente en ese momento.

—¡Doctor! ¡Tenemos problemas con O-103!

Armando rápidamente se puso de pie y salió tras ella, la puerta se quedó entre abierta, por lo que Héctor pudo escuchar un fragmento de lo que la enfermera le dijo.

—Aún no puede moverse con facilidad, sin embargo... Intentó cortarse la lengua...

El chico sintió como si una avalancha le hubiera caído encima en ese momento, no tenía idea de quien se trataba, pero, en el fondo un sentido de urgencia y terror lo invadió. Ni siquiera supo cómo, pero se puso de pie y corrió hasta donde podía sentir esa dulce esencia extrañamente familiar.

Al llegar a la ventana, vio una terrible escena llena de sangre y Armando con su mano en la boca del chico tratando desesperadamente de detenerlo. La mirada del chico estaba completamente desenfocada, llena de desesperación, confusión y rabia.

Ni siquiera sabía el cómo, pero estaba tan seguro y familiarizado, que sus lágrimas empáticas cayeron sin darse cuenta. Casi como poseído, se dirigió a la puerta y se acercó a él lleno de miedo.

Quería tranquilizarlo, y mostrable que todo estaría bien que él lo protegería y le ayudaría.

Sin importar qué, debía hacerlo...

Sin darse cuenta, una fuerte y muy poderosa esencia invadió la habitación, Armando frunció el ceño, pero se negó a retirarse, el sitio se volvió tan desagradable, que varios de los médicos vomitaron en el lugar y algunos otros entre enfermeras y demás, se desmayaron.

Armando miró a Héctor en shock por un segundo, y sorprendido regresó la mirada al chico que, en sus brazos, había dejado de luchar.

Con lágrimas en su rostro visiblemente agotado, miró a Héctor de una manera extraña y tranquila en silencio.

Héctor se acercó con cuidado y tomo su mano.

Armando se hizo a un lado al instante y los observó en silencio. Sin embargo, las palabras del chico helaron el ambiente de nuevo.

—No soy un maldito conejillo de indias...

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