La gloria del descaro

Héctor se dio cuenta de su distracción y por un momento sintió unos celos terribles.

«¡Seguramente es por ese idiota!»

Rechinó los dientes y controlando hasta la más mínima célula de su cuerpo, suspiro por lo bajó y sonrió nuevamente.

—¿Quieres... Verlo?

Ella abrió los ojos con sorpresa debido a sus palabras, pero al ver su reacción y el hecho de que no podía ocultar su boca torcida y ese ceño fruncido mientras parecía que estaba soportando unas ganas inmensas de ir al baño. No se pudo controlar.

—¡Pffff! ¡Jajajajaja!

Atónito él y las personas de los alrededores los miraron sorprendidos.

—Qué mujer tan hermosa...

Se escuchó un leve murmullo por ahí. El rechinó nuevamente los dientes y la llevó de la mano lejos del lugar.

—¿Soy gracioso...?

Estaba por seguir quejándose y regañarla enserio, pero su voz melodiosa y que le hacía cosquillas en el pecho se volvió a escuchar.

—¡Sí! ¡Jajajaja! ¡Debiste ver tu cara! Jajajaja, parecía que tenías indigestión.

Por un momento se quedó de
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