Tatiana No debería haber venido, yo lo sabía. Pero el problema era desear más, no conformarnos con lo que teníamos y querer más. Mi cabeza y mi corazón peleaban y en este momento no tenía la menor idea de quién iba a ganar. A mí francamente no me importaba quién ganara, sino el dolor que vendrí
—¿El señor necesita algo más? ¿Algo más en que yo lo pueda ayudar...?— dice la mesera de forma coqueta comiéndoselo con los ojos. Yo lo observo y él es tan atractivo e imponente. Ni siquiera la culpo. —No gracias yo... estamos bien— dice él extendiendo su mano como para tomar la mía. —Necesito ir
Sebastián —¡Maldición!— susurraba mientras volvía a su casa. Rouges… tan cerca no era buena señal. ¡Será que no puedo siquiera proteger a mi mate! Suspiraba sintiéndome como un fracasado. Yo creía que no había avanzado en absolutamente nada en la cita. Yo tenía toda la esperanza de que iba a res
Ella parecía temblar con todo lo que yo le estaba haciendo, y movía sus delicados pies para apartarse del vestido. Ella era una visión en su ropa interior, solo para mí, y parecía que en mis manos estaba un tesoro. Era un maldito bastardo, suertudo y no tenía idea. —Demonios... vas a ser mi muerte
Sebastián —Yo… te deseo… quiero esto— dijo ella nerviosa y suavemente la recosté en la cama. Me incliné sobre ella, bajando por su cuello, tomando sus pechos, mientras ella se retorcía bajo de mí. Tatiana se sujeta a mis brazos y mis hombros, enredando sus dedos en mi cabello, bajando por mi pech
—¿Quieres que vaya más lento o…?— le pregunté como pude y me moví aún más cuando ella gimió. Mi cara era tensa, controlándome, mis venas palpitando, mi cuerpo deseando más y más. —Sebastián… más…— decía ella llevada totalmente por el éxtasis. La sentía relajarse y todo mejoró aún más. Ambos soltam
Tatiana Había dormido mejor que nunca, eso era seguro. Cuando abría los ojos lo primero que veía era mi habitación. Y ahí… estaba él. Sebastián. Yo… había intentado con todas mis fuerzas alejarme de él. Él era mi mate, pero también mi verdugo, quien me hizo tanto año y destrozó mi vía. Y, sin
—Me sentía rara, estando desnuda, por la habitación, como si nada— —Me gusta verte desnuda. De hecho me gusta bastante…— me dice muy serio. Yo siento que me sonrojo. —Tatiana... ¿Te arrepientes de lo que sucedió anoche?— me pregunta y escucho un cierto tono de ansiedad en su voz. ¡Por la diosa