Tatiana Yo había sido una chica muy fuera de lo normal, puesto que siempre había soñado con el amor ideal de un mate, un amor sobrenatural que sobrepasaba cualquier cosa; y que a la vez sabía que no iba a tener. Con mucha suerte, si acaso, iba a conseguir un enamoramiento agradable y ligeramente sa
Él ahora presionaba sus caderas aún más hacia mí, encerrándome entre su cuerpo y su mano. Su mano se comenzaba a mover sobre mi ropa interior, sus dedos presionando suavemente en forma circular y mi cuerpo estaba reaccionando sin yo poder controlarlo. —Puedo oler tu aroma mi dulce mate... es el ar
Sebastián Sabía cuando a ella le había costado acceder a esta cita, y si lo había logrado era porque en algún recóndito lugar de su cuerpo ella sentía el vínculo de mates, era la única explicación. O… algo tiene que ver el éxtasis en el que estuvo ella hace un momento mientras yo la tocaba. Si, s
Y no sé si fue por ese pequeño acercamiento o por mis palabras, pero ella se tranquilizó y yo la tomé de la mano para llevarla al restaurante. Era realmente sencillo y a la vez bastante íntimo y especial, con pequeñas luces en las ventanas y mesas pequeñas y separadas, nuestra mesa dando al bosque
Tatiana No debería haber venido, yo lo sabía. Pero el problema era desear más, no conformarnos con lo que teníamos y querer más. Mi cabeza y mi corazón peleaban y en este momento no tenía la menor idea de quién iba a ganar. A mí francamente no me importaba quién ganara, sino el dolor que vendrí
—¿El señor necesita algo más? ¿Algo más en que yo lo pueda ayudar...?— dice la mesera de forma coqueta comiéndoselo con los ojos. Yo lo observo y él es tan atractivo e imponente. Ni siquiera la culpo. —No gracias yo... estamos bien— dice él extendiendo su mano como para tomar la mía. —Necesito ir
Sebastián —¡Maldición!— susurraba mientras volvía a su casa. Rouges… tan cerca no era buena señal. ¡Será que no puedo siquiera proteger a mi mate! Suspiraba sintiéndome como un fracasado. Yo creía que no había avanzado en absolutamente nada en la cita. Yo tenía toda la esperanza de que iba a res
Ella parecía temblar con todo lo que yo le estaba haciendo, y movía sus delicados pies para apartarse del vestido. Ella era una visión en su ropa interior, solo para mí, y parecía que en mis manos estaba un tesoro. Era un maldito bastardo, suertudo y no tenía idea. —Demonios... vas a ser mi muerte