Él se me queda viendo de arriba a abajo, detallando lo cómodo que estoy, descalzo, ropa informal. Tu sabes… un tipo relajado que parece vivir aquí. Así es… yo estoy en casa de ella… y él no. Seguro ni llegó a entrar aquí. Ese maldito hombre. —¿Qué haces en casa de mi novia?— dice gruñendo. ¿Qué?
Tatiana —Los hombres lobos necesitan a sus mates para curarse. Sus lobos se sienten más seguros y contribuyen a la sanación. Les da tranquilidad y confianza. Era algo bien sabido para todos— me repetía yo mentalmente mientras veía el techo de mi habitación. Fue una de las primeras cosas que apre
Él es inmenso y ágil. Ahora me doy cuenta de que tenía que haber notado desde antes de que no era un lobo común y corriente. Cuando ya no puedo más me siento en el césped y él viene a acurrucarse cerca de mí, su pelaje es tan suave. Él me ve con amor… y siento que con él tengo ese amor incondicion
Tatiana Yo había sido una chica muy fuera de lo normal, puesto que siempre había soñado con el amor ideal de un mate, un amor sobrenatural que sobrepasaba cualquier cosa; y que a la vez sabía que no iba a tener. Con mucha suerte, si acaso, iba a conseguir un enamoramiento agradable y ligeramente sa
Él ahora presionaba sus caderas aún más hacia mí, encerrándome entre su cuerpo y su mano. Su mano se comenzaba a mover sobre mi ropa interior, sus dedos presionando suavemente en forma circular y mi cuerpo estaba reaccionando sin yo poder controlarlo. —Puedo oler tu aroma mi dulce mate... es el ar
Sebastián Sabía cuando a ella le había costado acceder a esta cita, y si lo había logrado era porque en algún recóndito lugar de su cuerpo ella sentía el vínculo de mates, era la única explicación. O… algo tiene que ver el éxtasis en el que estuvo ella hace un momento mientras yo la tocaba. Si, s
Y no sé si fue por ese pequeño acercamiento o por mis palabras, pero ella se tranquilizó y yo la tomé de la mano para llevarla al restaurante. Era realmente sencillo y a la vez bastante íntimo y especial, con pequeñas luces en las ventanas y mesas pequeñas y separadas, nuestra mesa dando al bosque
Tatiana No debería haber venido, yo lo sabía. Pero el problema era desear más, no conformarnos con lo que teníamos y querer más. Mi cabeza y mi corazón peleaban y en este momento no tenía la menor idea de quién iba a ganar. A mí francamente no me importaba quién ganara, sino el dolor que vendrí