Todo el mundo quería que viviera, pues ella se veía muy viva como para que le repitieran eso una y otra vez. Al menos, lo estaba mucho más que hace unos años atrás, en aquellos momentos daba pena ajena y pena a sí misma.Había pasado de ser poco más que una muerta que caminaba a salir adelante sola, pero eso parecía que nadie lo veía. Al parecer, todos sus esfuerzos no eran suficientes para ser tomados en cuenta.Un ruido en la habitación de Rob la puso alerta, fue como si hubieran golpeado algo.¿Se habría hecho daño?, pensó y esa idea comenzó a germinar en su mente.Sujetó la toalla contra su cuerpo y corrió hacia la puerta, pero se detuvo antes de agarrar el pomo.—Ya es un adulto —susurró—. Si se ha golpeado con algo podrá solucionarlo sin necesidad de que yo vaya a comprobar si está bien.«Y si se cayó y se golpeó en la nuca, o en la sien, eso es peligroso», de nuevo su mente comenzó a incitarla y movió la cabeza como si eso lograra que esas ideas se fueran.Se estaba saboteando
—Ahora eso ya no importa —logró decir antes de que el valor se le escapara, tiró de él para que volviera a acercar sus labios y lo besó para que la hiciera olvidar cualquier pensamiento negativo.Sus manos le ardían por tocarlo, le dolían con la sola idea de no tenerlas sobre esa piel dorada. Sintió bajo sus dedos la fuerza de sus músculos cuando se aferró a sus bíceps y los recorrió con lentitud, aquellos brazos serían su perdición, porque con solo verlos quería ser protegida por ellos.Lo acarició como si en cada milímetro de su carne hubiera letras en braille que ella quisiera descifrar y leer. Lo sintió morderle el labio inferior cuando no pudo evitar bajar las manos y recorrerle los músculos del abdomen, delineándolos con sus dedos hasta llegar hasta el objeto de su deseo.La timidez quedó apartada a algún lado fuera de su mente, en aquel momento solo existía él y el deseo que sentía.—Dios, Eve, ni se te ocurra tocarme en este momento porque estoy al límite —jadeó Rob sobre sus
Eve despertó en la madrugada, aún no había salido el sol y sentía el brazo de Rob en su cintura. La sujetaba de forma posesiva y fue como revivir el pasado.La última vez que despertó con él, ella había huido y en esa ocasión iba a hacer lo mismo. Saldría de la cama con cuidado y regresaría a su propia cama. No quería que su hijo la viera salir de la habitación de su jefe en la mañana porque todavía tenía mucho que pensar sobre lo ocurrido.¿Qué iba a hacer? Tal vez se estaba haciendo castillos en el aire solo porque se había enamorado de él. Puede que aquello solo fuera el juego de una noche y nada más. Y si él quisiera más tampoco podía dárselo, así que de cualquier forma su corazón iba a quedar arruinado y tendría que hacerse a la idea cuanto antes.Se escabulló de la habitación y corrió a la suya mientras la casa estaba en silencio. Sería incapaz de seguir durmiendo, así que decidió darse una ducha y como los nervios le impedían quedarse quieta, decidió ir a la cocina y adelantar
—¡Mathew! —gritó Eve y empujó a Rob con fuerza para que se apartara. Ese hombre la mantenía sujeta como un pulpo—. Yo estaba, estaba…No se le ocurría ni una buena excusa. ¿Qué podía decir? ¿Qué estaba inspeccionándolo con la lengua?—Mirándole si tenía las muelas picadas, es más que obvio. Yo lo veo clarísimo, quien piense mal es que tiene la mente sucia y no creo que un niño tan pequeño la tenga así —dijo Adeline al entrar en la cocina y la miró con una sonrisa—. Mathew se despertó y quería verte, no sabía que estabas justo ejerciendo de dentista sin título.Eve miró a su amiga como si quisiera asesinarla con lentitud y volvió su atención a Mathew que se había quedado mirando a Rob como si lo estudiara. Su hijo parecía que quería decir algo y en ocasiones apretaba los ojos como si intentara que las palabras salieran.Ella se arrodilló en el suelo frente a él y le agarró los bracitos con cariño.—Mamá escuchará cuando estés preparado para hablar, ahora o cuando tú lo quieras, no es n
Eve no podía creerlo, se iba a casar con Rob.Llevaban tres semanas durmiendo en la misma cama y viviendo bajo el mismo techo como un matrimonio. Desde el momento en que lo aceptó, su primera acción, además de ponerle un enorme pedrusco en el dedo, fue despedirla de su empleo.Algo que al principio a Eve la molestó porque no quería depender de un hombre de nuevo, pero no le quedó otro remedio que aceptarlo porque él no dio su brazo a torcer.—Mírate, no hay mujer en Attica que no te mire con envidia. Todas quieren estar en tu lugar, incluida yo —le dijo Adeline y comenzó a señalar a las personas que la miraban como si quisieran que un meteorito le cayera en la cabeza y acabara con su vida.—Todo esto solo me está demostrando que al final, después de tanto aferrarme a la vida en este pueblo y a su gente porque pensaba que eran como mi familia, solo fue un engaño más. Ellos solo me miraban con lástima y ahora que ya no me la pueden tener en lugar de alegrarse me odian —le respondió Eve.
Rob no entendía a Evangelina.A veces, sentía que ella de verdad lo quería y otras que en realidad solo lo había aceptado por la seguridad que podía darle. Había regresado con ese malestar interno y la desconfianza cada vez llenándolo más, por eso no pudo evitar salir del coche y alejarse de ella en cuanto llegaron.No la miró al darle la espalda e ir a buscar a Harrison, porque si lo hacía él sería tan estúpido de pedirle perdón hasta por existir. Esa mujer lo estaba haciendo un pelele y todavía no estaban ni casados.Se sentía inseguro, por primera vez en su vida así era. La inseguridad se lo estaba comiendo vivo y no por las cosas que ella decía, más bien por todo lo que callaba. Rob sentía que no era sincera con él, que no confiaba y no lo entendía.Había visto las cicatrices en su cuerpo por más que no hubiera dicho nada. No quería incomodarla y esperaba con paciencia a que ella se sincerara, pero nunca lo hacía.Él no había hecho otra cosa que intentar que ella fuera feliz, pero
Eve no podía creer lo que estaba viendo. ¡Ese hombre estaba loco! ¿En qué se suponía que estaba pensando cuando decidió subirse a ese caballo? Él no tenía la menor idea de domar a uno, era un hombre de ciudad, un empresario no un vaquero. Por primera vez, Eve pensó en que esa maldición que decía tener era real y en algún punto de la vida lo hacía volverse loco y realizar actividades que ponían en serio peligro su vida. Porque no veía otra explicación para aquel comportamiento temerario. Todo ocurrió tan rápido, las empleadas comenzaron a suspirar a su alrededor viendo los músculos de su prometido. Era todo un espectáculo para la vista, si no estuviera tan preocupada quizá ella misma habría podido unirse al coro de suspiros. No importaba si lo tenía cada noche entre sus brazos, todavía le parecía un sueño del que despertaría en algún momento. Eve sintió deseos de saltar sobre ellas y sacarle los ojos para que dejaran de mirar… pero después todo se descontroló. Los gritos, las expr
A Eve escuchar la voz de Rob le produjo una gran alegría, pero esa euforia se convirtió en ansiedad en cuanto escuchó lo que dijo. Había cometido un terrible error, su hijo siempre se calmaba cuando le cantaba, pero nunca contó con que Rob se despertaría y la reconocería solo por eso.—Papá —dijo su hijo y señaló hacia la cama.—Sí, hijo —murmuró sin aliento y con el terror apropiándose de ella—. Papá parece que está mejor.Aquello era una pequeña mentira piadosa, él había vuelto a perder el conocimiento. No sabía si en realidad estaba mejor, pero que tuviera la fuerza para despertar a pesar de todos los medicamentos que el doctor le había dado, era una buena señal.La única buena señal, porque no tenía la menor idea de qué hacer si cuando Rob despertara recordaba lo que había dicho.En ese momento, Harrison entró en la habitación.—Eve, si quieres puedes ir a descansar un rato con Mathew, yo me quedaré con Rob. No te preocupes que si ocurre algo pediré que te avisen enseguida.Ella n