—Y caperucita se metió en la cueva del lobo —susurró Rob muy cerca de sus labios.Su cálido aliento le rozó la piel y reprimió un jadeo. Eve tembló por su cercanía y su piel se erizó. Su cuerpo se había puesto en su contra y parecía gritar que estaba necesitado de todas las sensaciones que ese hombre le provocaba.—Yo… Yo no quería —intentó decir cuando la mano de Rob comenzó a acariciarle el hombro y continuó hasta sujetarle la nuca.Quería negarse, salir corriendo, pero en aquel momento no había nada que deseara más que ser besada de nuevo por él. Sin fuerza de voluntad y sin saber por qué su cuerpo había dejado de responderle y parecía ajeno a los gritos que su mente le daba, permitió que Rob tirara de ella y la acercara más a él.Su torso duro se unió con su pecho y sintió como cada parte de su cuerpo parecía querer fundirse con las de él. Era tan guapo que quitaba el aliento y esos ojos verdes la miraban con tanta intensidad que se sintió hermosa.—Evangelina —lo escuchó susurrar
Los siguientes días tras el encontronazo en la habitación de Rob, Eve se dedicó a esquivarlo. Evitaba quedarse a solas con él a toda costa y cada vez que la llamaba «para comentar algo sobre el trabajo», ella salía corriendo en cuanto su nuevo jefe quería sacar a relucir la conversación de esa noche.¿De qué huía? Se preguntaba siempre y Eve se decía a sí misma que era lo mejor porque un jefe y una empleada debían mantener sus respectivos lugares. Pero la verdad era que se negaba a reconocer que no podía evitar buscarlo con la mirada cada vez que sentía su presencia cerca de ella.El corazón se le desbocaba y ya hasta había comenzado a soñarlo. Para colmo, cada vez que lo veía salir ya fuera solo o con Harrison, no podía dejar de comerse las uñas con el pensamiento de que iba a tener alguna cita con una mujer. Candidatas era lo que le sobraba y a ella no le importaba lo más mínimo.«Sí te importa», le gritó esa vocecita interna que se había vuelto tan irreverente los últimos días.Eve
Evangelina no se quedó esperando a que Rob regresara, engulló el desayuno como si fuera la primera y última comida de su vida y aprovechó que no había regresado para salir corriendo.Apenas se hizo la hora de comenzar su trabajo se había quitado esa tontería de la mente de parecerle atractiva a su jefe y volvía a llevar el moño de bibliotecaria. Ese día se lo había puesto bien arriba, tieso, comprimido y que le estaba provocando una terrible migraña de tan apretado al cráneo.Con el calor que hacía había decidido ponerse una rebeca pasada de moda y se la abotonó hasta el cuello. Nada de enseñar carne, ni un poquito, así evitaba tentaciones sobre todo las que la provocaba su propia cabeza.Salió de su habitación y al abrir se encontró con Harrison en la puerta con el puño alzado.—Justo estaba por llamar —le dijo con esa sonrisa amable que siempre lo acompañaba.Él le caía bien, se había acostumbrado a su presencia y la hacía sentir segura. No le provocaba ningún sentimiento contradict
—¡Ey, Eve! —la interceptó Billy cuando escapó llorando de la cocina.No sabía por qué no se había defendido, pero no soportaba la violencia. Cuando Emma la insultó explotó porque estaba cansada de siempre ser el felpudo de todo el mundo.A la mínima oportunidad siempre la atacaban.Debía ser perfecta y no cometer ningún error porque sin importar el tiempo que llevara allí viviendo siempre sería la forastera. Ni siquiera pensó en lo que hacía, actuó por impulso y después de hacerlo no supo reaccionar.Emma comenzó a golpearla y ella solo logró cubrirse.—Suéltame, Billy —balbuceó, pero el vaquero ya la tenía agarrada por los brazos y mover a esos casi dos metros de hombre era bastante difícil.—¿Otra vez el ricachón te hizo llorar? —Eve no contestó, estaba demasiado ocupada pensando en que iba a ser despedida—. Voy a romperle la cara, no tiene ningún derecho a tratarte así.Eve le colocó la mano en el pecho para detenerlo. Cuando estuvo segura de que no se movería, con ambas manos se a
—Y yo que pensaba encontrarte desarmándole el moño a Evangelina y te encuentro aquí encerrado… Leyendo, eso sí es toda una sorpresa —le dijo Harrison cuando fue a interrumpirlo a la estancia que había hecho su despacho.Se había encerrado allí para no hacer frente a los sentimientos extraños que lo asolaban. Estaba demasiado confundido y no podía sacarse de la mente la imagen de Evangelina siendo abrazada por Billy.Rob levantó la mirada del libro, se llevó el dedo índice a los labios, lo humedeció y pasó una página para continuar con su teatro.—No sé a qué te refieres, ni qué moño de bibliotecaria ni qué tanta Evangelina —masculló entre dientes—. No me interrumpas que estoy leyendo.Harrison asintió con pesadez, de una forma lánguida, con tanta calma que le provocó ganas de arrancarle el brazo cuando alzó la portada del libro para ver de qué se trataba.—La cría del ganado vacuno —su primo intentó leer el título y Rob supo que su tapadera se había caído. Él lo agarró con rapidez cua
A Eve no le fue posible hablar con su jefe.A pesar de vivir en la misma casa que ese hombre, él parecía haberse desvanecido desde que la vio con Billy. Incluso cuando llegó la hora de la comida, Eve descubrió que Rob había pedido que Harrison se la subieran a su habitación alegando que estaba indispuesto.Ella no se creía esa excusa, sentía que la estaba evitando a toda costa.Rob huía de ella como de una enfermedad contagiosa y si algo tenía muy claro Eve era que no pensaba volver a entrar en su habitación por su propia voluntad, pero bien podría hacerse cargo de llevar la bandeja. Le quitaría ese trabajo a Harrison que debía estar muy ocupado porque no había aparecido por la cocina y tendría la excusa para hablar con Rob y enfrentarlo.Al final, su jefe le había dejado muy claro que ella era su empleada personal, eso era algo que correspondía a su trabajo y no al de Harrison.—Yo lo llevaré —dijo casi arrancándole la bandeja de las manos a la cocinera—. Es parte de mi trabajo —se j
—Es un explotador, pero me quedaré porque con lo que me pagará de horas extra tengo para sobrevivir un mes. No sé cómo es tan rico si derrocha de esa forma —le dijo Adeline, pero ella estaba muy distraída pensando en lo que le había dicho Harrison.Le había pedido que se arreglara porque esa noche comenzaba su otro trabajo, Rob iba a tener una cita y los quería a ellos allí para que le dieran sus impresiones.¿Qué clase de locura era esa? Eve pensaba que ella le diría lo que sabía de esas mujeres, no que tendría que estar presente mientras ese degenerado con cuerpo de Dios griego intentaba seducir a su futura esposa.No lo iba a soportar, imposible, sería una tortura.—Eve, ¿me escuchas? —le preguntó Adeline.—Claro que te escucho y ya te dije que no me gusta mi jefe, te lo he repetido muchas veces. Si por eso soy una mustia para ti, lo acepto. Ahora voy a arreglarme —graznó y dejó a su amiga allí con el interrogante en su expresión.—¿Y ahora a esta qué le pico? —escuchó que decía an
Rob vio como la camioneta Billy salía de su propiedad y la furia contra ese vaquero era casi tan destructiva como un huracán.—¡Harrison, ven aquí ahora mismo! —gritó fuera de sí y corrió detrás de su primo al ver que intentaba huir.—Mi madre está enferma, no me entretengas que ya trabajé todo el día y eso es explotación laboral.Harrison intentó escaparse, pero ni en sus sueños se lo iba a permitir. Le debía muchas explicaciones.—¡Me lleva el diablo! ¿Qué pretendes trayendo a ese vaquero para que se lleve a Evangelina delante de mis narices? —gritó, iracundo y celoso.Sí, era hora de reconocerlo. Se lo comían los celos y no soportaba ver a ese hombre cerca de ella. Puede que aquellos locos sentimientos hubieran trastocados sus planes y lo obligaran a desistir de casarse con ella, pero por encima de su cadáver ese maldito Billy la iba a tomar como amante.Eve se merecía ser el todo de un hombre no ser la otra.—¿Yo, nada? —dijo su primo con total inocencia, pero él lo conocía demasi