Capítulo Seis

—¡Jared Krause! Estoy como loca diciéndote cuán importante es este contrato y tú pareces en otra galaxia.

—Lo lamento Andrea, sé que es importante, lo siento.

—A veces creo que todos los hombres son de otro planeta. Como te iba diciendo...

Andrea habla y habla sobre el nuevo proyecto en su recién abierta compañía, es un lujo que nos haya preferido a nosotros, quiero centrarme en el tema pero no puedo, esa chiquilla se me metió por los ojos con sólo verla una vez, y la noche tan increíble que pasé, no puedo sacar su imagen de mi mente. 

—¡Con un carajo Jared! ¿Escuchaste siquiera algo de lo que te dije? 

—Andrea... –suspiro con frustración–. Anoche conocí a una...chica.

—Vaya, por ahí hubieras empezado. Cuéntame. 

—Pasamos una noche juntos. 

—¿O sea sólo sexo?

—Sí, pero fue... increíble. No dejo de pensar en ella. 

—Es normal, llevas mucho sin tener a nadie. 

—Lo más raro es que se fue sin decir nada. 

—Espero que no lo hayas hecho tan mal y huyera por eso. 

—Que cosas dices Andrea. En realidad no sé porque se fue.

—Espero que la vuelvas a ver y dejes de irte a otra galaxia. 

—Eso espero, porque en realidad no deja de darme vueltas por la mente su imagen.

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—¿Cuantas veces te lo he dicho Dafne? ¡No duermas fuera de casa! 

—Relájate madre, ni siquiera te hayas dado cuenta si no es por la vieja chismosa que tenemos por vecina.

—No la llames así Dafne, fue bueno que me lo dijera. ¿Qué tal si te pasa algo allá afuera? 

—No me pasó nada mamá, deja el drama ya. 

—¿Con quién estabas? 

—Con Alexander. -miento. 

—¿O sea que si yo le llamo a Alexander y le pregunto por ti sabrá decirme la misma versión que tú?

—Sí. –respondo confiada aunque después de lo de ayer espero que quiera saber de mi todavía. 

Mi madre saca su móvil y supongo que marca su número, ella todavía con incredulidad pone el altavoz.

—Señora Marin ¿a qué debo su llamada?

—Alexander, ¿qué tal todo?

—Excelente, ¿desea hablar con mi padre?

—No, en realidad quiero preguntarte algo a ti. 

—Por supuesto señora, dígame.

—¿Qué hiciste anoche Alexander?

—Bueno, hice varias cosas, preparé algunos papeles que necesitaba para la exposición en el curso, me bañé y luego pasé por Dafne y nos fuimos a cenar, después una amiga en común nos invitó a una reunión y fuimos, sé que llegó un poco tarde, o mejor dicho temprano. Debí avisarle pero creí que mi padre le diría algo. 

Mi madre me mira aún con sospecha, pero se da por vencida.

—Gracias Alexander, y disculpa la molestia. 

Cuelga la llamada y resopla.

—Sólo porque fue que saliste con Alexander, de lo contrario estarías castigada. 

—No tienes porque repetírmelo a cada momento madre, en serio, ¿No te cansas de ser así? ¿Por qué no sales un día de estos y dejas de estar tan amargada? Te hace una falta tremenda. 

—¡Respétame Dafne! Y es mejor que te prepares, esta tarde hay curso y tú asistirás. 

—No quiero ir. 

—No te pregunte, obedece. 

Como siempre sale y azota la puerta para denotar autoridad, de verdad que le urge salir a divertirse, tal vez con eso se le quite lo amargada y mandona. Mi celular suena y es una videollamada de Alexander. Acomodo la cámara y sonrío. 

—¿Qué locura hiciste ahora Dafne? 

—Ninguna, relájate. Sólo salí con mis amigas

—Tendrás que darme un besito por eso.

—Digamos que mejor te debo una. 

—¿Irás al curso? 

—Sí, mamá quiere que vaya, tú también irás ¿verdad?

—Sí, tengo que ir. 

—No será tan aburrido después de todo. 

—¿Soy una clase de bufón o algo así?

—Claro que no Jared, –río. 

—¿Jared? No recuerdo haber cambiado mi nombre. 

—Lo siento Alexander, me equivoqué. 

—Pude notarlo.  Tengo mucho que hacer, nos vemos al rato. 

—No, lo siento. No te enojes. 

—Es ridículo que me pidas que no me enoje cuando me acabas de llamar por otro nombre. 

—Dije que lo sentía. 

—Y lo escuche. Hasta al rato. 

Cuelga la llamada y yo quiero golpearme por ser tan tonta, pero no dejo de pensar en Jared, sigo pensando que no fue buena idea salir así de su casa, con su camisa, pero tuve miedo, de lo que él pudiera pensar de mi. En fin ya pasó y por fortuna jamás volveré a verlo, no podría con la vergüenza. 

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—Mamá necesito ir al baño. –suplico una vez más.

—Te dije que esperaras Dafne. 

—No puedo mamá, en serio. 

—Bien, ve y busca el baño. 

—¿Yo sola? –cuestiono como si tuviera cinco años. 

—Sí Dafne, yo tengo cosas que hacer, si tanto te urge, ve. 

—No conozco este lugar mamá. 

-Bueno, es momento de que lo hagas, lo vas a necesitar. 

Mi madre me deja a medio pasillo sin saber  a donde ir, me urge ir al baño pero como tenemos que dar el maldito curso no he podido ir, camino por los pasillos del lugar y al final de este veo el letrero que dice "sanitario"  literalmente corro hacia allá, estoy a nada de llegar y entonces choco y caigo encima de alguien, mi cabello cubre mi rostro lo cual me impide ver bien, me levanto rápidamente y juro que se me han quitado las ganas.

—Lo siento, lo siento, lo siento.

—También lo sentí, Dafne. 

Levanto la mirada al escuchar esa voz seguida de mi nombre y solo por que tengo buen puestos los pantalones o mis bragas estarían en el suelo junto a mi quijada. 

—¡Jared! 

—Hola, desapareciste ¿Por qué?

—Amm, bueno yo... lo que pasa es que.

—¡Dafne! –me llama Alexander. 

Camina hacia mi y sonríe. 

—Hola. –besa mi frente–. Te estaba buscando, tu madre me dijo que venias al...

Jared le da una mirada un tanto extraña. 

—¿Y tú eres? –cuestiona Jared. 

—Alexander, soy co-organizador del grupo de primeros auxilios. 

—Bien, te están esperando en la sala. Señorita, si me sigue le mostraré las rutas que fueron abiertas para la evacuación. 

—Sí, claro señor Krause. 

—¿Quieres que vaya contigo?

—Señor Alexander, si usted viene con nosotros mis empleados no tendrán su curso. –responde Jared en tono profesional. 

—Te veo allá. –anuncia Alexander resignado. 

Asiento mientras Jared me hace una seña de a donde ir.

—Bien pequeña Dafne, cuéntame, ¿Por qué esta mañana no estabas en mi cama? Mi plan era desayunarte, desayunar contigo y llevarte a casa, ¿Qué hice mal? 

Siento mis mejillas arder, con sólo escuchar  sus palabras y ver como mueve esos labios que anoche hicieron cosas asombrosas. 

—Me debes un desayuno y... un beso de buenos días quizás. 

-Sí... yo estoy de acuerdo. 

Jared se acerca a mi y besa mis labios sin aviso, pone sus manos en mi cintura y roza mis labios con su lengua. 

—Ahora sólo me debes el desayuno, Dafne... La camisa la puedes conservar. Este es mi número, el de mi casa, el de mi oficina. Llama cuando quieras. 

Jared me guiña un ojo antes de irse, yo apenas si puedo creerlo, esto es de locos. 

Yo pensando en no encontrarmelo jamás después de lo de anoche y resulta que es lo primero que sucede. Es una señal. 

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