Capítulo 27

Estaba atardeciendo, lo sabía por la sensación del sol quemando mi piel a través de la ventana bajada del auto de Daniel. Aquél auto que me había presentado hace unos días y que me había dejado profundamente confundida. Dijo que era deportivo y que era negro.

El potente motor lo escuchaba ronronear a través de mis oídos y me daba una sensación de tranquilidad. Nada comparado con la adrenalina que corría por mis venas al momento de acelerar, amarrada al cuerpo de Daniel en el asiento trasero de su moto.

Aquella motocicleta me había hecho sentir libre y extasiada. Pero al pasar los minutos allí dentro me di cuenta que en un auto, con nuestras manos entrelazadas sobre mi muslo, con el viento entrando ligeramente a través de la ventana y con una estación de radio sonando al azar; me sentía en calma, plena y llena. Una sensación de satisfactoria que aceleraba mis pulsaciones, y provocaba sonrisas en mi rostro.

—¿Entonces, es un sí al jaguar? —había preguntado cuando bajamos del auto la pri
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