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Capítulo 4. La realidad que nos golpea

—  ¡Srta. Ferrero a mi oficina! – traga el grueso nudo que se le hace en la garganta.

A pesar de haber hecho todo casi a la velocidad de la luz, su esfuerzo no trajo frutos ya que llegó a la oficina diez minutos tarde, de no haber sido por el retraso del “millón de dólares” habría llegado a tiempo, ahora con la mala cara que ostenta su desagradable y nauseabundo jefe no se augura un buen presagio. Solo espera que el regaño no sea tan fuerte como para que sus compañeros – o malos compañeros – se burlen de ella como acostumbran.

—  Enseguida jefe – sonríe encantadora ante la cara de piedra que él le devuelve.

—  Es ahora ¿o solo quiere tomar diez minutos más? – aprieta la mandíbula mordiéndose la lengua para no cometer ninguna imprudencia.

Ya se gastó el dinero del alquiler en el bar y necesita un préstamo para evitar un desalojo formal ya que se ha atrasado en los últimos tres meses de pago.

—  ¡Sí señor! – lo sigue obediente a la oficina.

—  Esta es la tercera vez que llega tarde en el mes – refiere con rabia contenida el hombre.

—  Lo siento es que estuve haciendo unas horas detrás de una barra…

—  ¿Cuándo le pregunté? – los ojos del hombre la recorren de arriba abajo causándole un escalofrío de puro asco —. Usted es de las que cree tenerlo todo controlado con una sonrisa insinuante y ese meneo de culo que ostenta – menciona el sujeto insultante.

Pero Lea es mucho más inteligente y no responde a la provocación, entiende que el sujeto es un cerdo y si se va a ir de aquí es con dignidad y por lo menos su salario para no tener que vivir debajo de un puente y comer de la basura.

—  No entiendo su referencia Jefe, yo no quiero insinuar nada – expresa lo más sumisa que puede aunque su tono es firme —, si tiene algo que decirme le agradezco sea directo si no es… - toma aire para no explotar —  molestia – culmina forzando una sonrisa que queda en mueca.

—  ¿Quiere conservar su trabajo? – menciona con tono sedoso. Ella asiente —. Entonces va a tener que pagarme con favores sexuales Srta. Ferrero ¿lo quiere más claro? – el hombre se levanta y ella sonríe a punto de explotar.

—  ¿Sabe qué Jefe? – el hombre sonríe y ella no lo resiste —  ¡métase su maldito trabajo por donde no le llegue el sol! – lanza la identificación a la cara del tipo —  y vaya a proponerle esa clase de asquerosidades a su puta madre – el hombre da un paso hacia ella.

Ella toma la silla de metal que tiene detrás y amenaza al cerdo asqueroso que pretende tocarla o agredirla según piensa.

—  ¿Me amenazas en mi propia empresa desgraciada? – el sujeto mira la cámara que ella sabe perfectamente nunca ha funcionado.

—  Deme lo que me corresponde y dejaré la silla donde debe estar – advierte con un tono amenazante —  o sino aténgase a las consecuencias – responde con furia.

Pero el hombre no se amilana y arremete contra la chica que lo golpea con el trasto que lleva en las manos haciéndole daño y metiéndose en un lío peor porque resulta que la cámara si estaba encendida y funcionando…

[***]

Lea llora su infortunio por haber perdido los estribos y defenderse de aquel hombre que la quiso agredir y más aún porque ni siquiera tiene idea de lo que le sobreviene al ignorar sobre leyes casi en su totalidad. A los veintiún años dejó de estudiar para poder llevar el sustento a la mesa de su hogar y ahora que cuenta con veinticinco sabe perfectamente lo que es ver pasar su vida frente a ella sin poder lograr sus metas y menos aún sus sueños.

—  ¿Qué voy a hacer ahora? – se lamenta por comportarse de manera tan visceral frente a esa ofensa que a pesar de todo solo fueron palabras, la agresora fue ella —. No voy a poder salir de aquí y mis tesoros sufrirán las consecuencias ¡qué idiota fui! – continúa con el llanto descontrolado por su inocencia al estar en este problema de proporciones mayores y más cuando su familia sufrirá por ello.

Una vocecita en su cabeza la i***a a buscar el número de teléfono que le proporcionó el desconocido para pedir ayuda y a cambio de la libertad que él pueda proporcionarle tendrá que aceptar la proposición de casarse con él.

< ¡Sí, ese parece un buen plan! >, piensa mientras sostiene en su mano el trozo de papel.

—  Srta. Ferrero – una mujer policía llama su atención —, tiene derecho a una llamada ¿va a usar ese derecho?

—  ¡Sí, debo hacerlo gracias!

—  Entonces venga conmigo…

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