— ¡Srta. Ferrero a mi oficina! – traga el grueso nudo que se le hace en la garganta.
A pesar de haber hecho todo casi a la velocidad de la luz, su esfuerzo no trajo frutos ya que llegó a la oficina diez minutos tarde, de no haber sido por el retraso del “millón de dólares” habría llegado a tiempo, ahora con la mala cara que ostenta su desagradable y nauseabundo jefe no se augura un buen presagio. Solo espera que el regaño no sea tan fuerte como para que sus compañeros – o malos compañeros – se burlen de ella como acostumbran.
— Enseguida jefe – sonríe encantadora ante la cara de piedra que él le devuelve.
— Es ahora ¿o solo quiere tomar diez minutos más? – aprieta la mandíbula mordiéndose la lengua para no cometer ninguna imprudencia.
Ya se gastó el dinero del alquiler en el bar y necesita un préstamo para evitar un desalojo formal ya que se ha atrasado en los últimos tres meses de pago.
— ¡Sí señor! – lo sigue obediente a la oficina.
— Esta es la tercera vez que llega tarde en el mes – refiere con rabia contenida el hombre.
— Lo siento es que estuve haciendo unas horas detrás de una barra…
— ¿Cuándo le pregunté? – los ojos del hombre la recorren de arriba abajo causándole un escalofrío de puro asco —. Usted es de las que cree tenerlo todo controlado con una sonrisa insinuante y ese meneo de culo que ostenta – menciona el sujeto insultante.
Pero Lea es mucho más inteligente y no responde a la provocación, entiende que el sujeto es un cerdo y si se va a ir de aquí es con dignidad y por lo menos su salario para no tener que vivir debajo de un puente y comer de la basura.
— No entiendo su referencia Jefe, yo no quiero insinuar nada – expresa lo más sumisa que puede aunque su tono es firme —, si tiene algo que decirme le agradezco sea directo si no es… - toma aire para no explotar — molestia – culmina forzando una sonrisa que queda en mueca.
— ¿Quiere conservar su trabajo? – menciona con tono sedoso. Ella asiente —. Entonces va a tener que pagarme con favores sexuales Srta. Ferrero ¿lo quiere más claro? – el hombre se levanta y ella sonríe a punto de explotar.
— ¿Sabe qué Jefe? – el hombre sonríe y ella no lo resiste — ¡métase su maldito trabajo por donde no le llegue el sol! – lanza la identificación a la cara del tipo — y vaya a proponerle esa clase de asquerosidades a su puta madre – el hombre da un paso hacia ella.
Ella toma la silla de metal que tiene detrás y amenaza al cerdo asqueroso que pretende tocarla o agredirla según piensa.
— ¿Me amenazas en mi propia empresa desgraciada? – el sujeto mira la cámara que ella sabe perfectamente nunca ha funcionado.
— Deme lo que me corresponde y dejaré la silla donde debe estar – advierte con un tono amenazante — o sino aténgase a las consecuencias – responde con furia.
Pero el hombre no se amilana y arremete contra la chica que lo golpea con el trasto que lleva en las manos haciéndole daño y metiéndose en un lío peor porque resulta que la cámara si estaba encendida y funcionando…
[***]
Lea llora su infortunio por haber perdido los estribos y defenderse de aquel hombre que la quiso agredir y más aún porque ni siquiera tiene idea de lo que le sobreviene al ignorar sobre leyes casi en su totalidad. A los veintiún años dejó de estudiar para poder llevar el sustento a la mesa de su hogar y ahora que cuenta con veinticinco sabe perfectamente lo que es ver pasar su vida frente a ella sin poder lograr sus metas y menos aún sus sueños.
— ¿Qué voy a hacer ahora? – se lamenta por comportarse de manera tan visceral frente a esa ofensa que a pesar de todo solo fueron palabras, la agresora fue ella —. No voy a poder salir de aquí y mis tesoros sufrirán las consecuencias ¡qué idiota fui! – continúa con el llanto descontrolado por su inocencia al estar en este problema de proporciones mayores y más cuando su familia sufrirá por ello.
Una vocecita en su cabeza la i***a a buscar el número de teléfono que le proporcionó el desconocido para pedir ayuda y a cambio de la libertad que él pueda proporcionarle tendrá que aceptar la proposición de casarse con él.
< ¡Sí, ese parece un buen plan! >, piensa mientras sostiene en su mano el trozo de papel.
— Srta. Ferrero – una mujer policía llama su atención —, tiene derecho a una llamada ¿va a usar ese derecho?
— ¡Sí, debo hacerlo gracias!
— Entonces venga conmigo…
La mañana de Damián Del Toro se ha pasado lento entre libros de contabilidad, se siente desesperado ante la posibilidad de que el hombre que lo crió lo deje de patitas en la calle, ese que lo obliga a estar día tras día detrás de un escritorio leyendo libros que a su parecer se encuentran escritos en letras chinas ya que luego de su graduación dijo que se tomaría un año sabático y en realidad fueron casi ocho.— ¡Jesús, apenas dan las nueve de la mañana! – mece su cabello despeinándose por completo —. Esta situación esta acabando con mis nervios el abuelo presionando, la empresa de la cual no se una mierda y mi billetera vacía me someten a un estrés casi post traumático. Necesito hallar la solución a esto ¡y rápido antes que colapse!, señala una vocecita en su cabeza.Se burla de su yo interno tratando de darle ánimo y resulta que no solo se encuentra desanimado sino austero y con los bolsillos vacíos en este momento.— Sr. Del Toro tiene una
Después de casi ser desheredado – definitivamente – por su abuelo, Damián del Toro llega rápidamente a la comisaría en uno de los autos tipo limusina de la empresa, todos en el recinto Giran a verlo ya que lo reconocen porque su abuelo es un gran empresario además de colaborador con la policía de Nueva York.— ¡Sr. Del Toro! - una mujer muy atractiva en uniforme azul lo intercepta — qué placer tenerlo por acá ¿Sí me dice en que lo ayudo? estoy a sus órdenes - la chica sonríe y él no puede dejar de mirar su busto por encima del uniforme que le queda cañón.Sin embargo reconoce que es mala idea mirarla ya que viene por La chica que conoció del bar de anoche y que ya no recuerda su nombre.— Srta., Es un placer para mí conocerla sin embargo en esta ocasión necesito que me ayude a encontrar a una persona muy importante y que se encuentra acá recluida - la mujer levanta la ceja y él sonríe chulo.— Usted dirá - es todo lo que dice la mujer.— Su nombre es Lea Ferrero, es alguien muy
La chica abre tanto los ojos que Damián teme le caigan al piso, siente su cuerpo temblar y aprieta los brazos femeninos con el fin de tranquilizarla, Lea niega con la cabeza hacia el hombre guapo y socarrón que tiene en frente, y quien pretende que ella lleve un mentira siendo que no sabe como hacerlo.— Tranquilízate cielo, no es como si nos fuésemos a casar hoy mismo – el abuelo sonríe encantado ante la interacción de la pareja.— ¡No, no, no lo entiendes! – susurra con voz timorata y ojos vidriosos — no puedo… es decir no se mentir – Damián arruga el entrecejo y le sonríe de nuevo.Ella lo mira desesperada y él le resta hierro a su preocupación. Le da un sonoro beso que ella no corresponde por lo nerviosa que se encuentra, un carraspeo interrumpe el momento y ella salta en su lugar asustada de lo que se pueda avecinar, Damián piensa que es una excelente actriz y solo debe ataviarla con ropa de marca y zapatos a juego.Nunca ha tenido que preocuparse por nada concerniente a cosas
Lea ingresa a la terraza de la mansión Del Toro de la mano de Damián y muerta de nervios debido a que no tiene idea de lo que va a decirle al atractivo y cariñoso abuelito, aun cuando algo le dice que no es una mansa paloma.La sudoración en las manos y el cuello le avistan una crisis de pánico. Tambalea. Damián la sostiene y al mirarla se percata de que sus ojos se encuentran húmedos, brillantes, mojados.— ¡¿Pero qué te pasa mujer?! – susurra descolocado — ¿por qué coño lloras, joder? – inquiere acercándola a su cuerpo.Tiembla un poco por su cercanía sin embargo se recompone como el macho que es, ese que le va a dejar las cosas claras. No es de los que tiene mucha paciencia.— ¡Que me van a descubrir! – sorbe un poco por la nariz nada elegante y Damián pone mala cara — tu abuelo puede que sea agradable, pero no creo que se haya tragado el cuento de que somos novios y tengo miedo, estoy sola en este país, sin trabajo y… sin dinero – solloza en silencio a causa del estrés que le p
— ¿Es en serio papá? – Mauricio Del Toro asiente sonriendo — ¿no entiendo que te causa tanta risa? – reprocha Mariah a su padre.— Es que Lea es tan “Mona” – expone con ojos soñadores el viejito lindo —, estaba toda nerviosa, pero mi Damián la va a cuidar – dice y la Doña junto a las dos mujeres que la acompañan jadea.— ¡Es una Mona de verdad padre! – grita exasperada — ¿Qué no viste lo corriente que es? – el hombre se encoge de hombros.Mauricio no es un pobre viejito, el caballero es un arma de doble filo, pero en vista de que su nieto-hijo se ha dedicado solo a gastar el dinero que por cierto ni siquiera le pertenece y su madre igual, debe por lo menos casarse y darle no uno sino ¡dos nietos! Como castigo a la sinvergüensura que ha mantenido.— ¿Ah sí? – responde el hombre — pues yo ni siquiera lo vi incomodo – sonríe malicioso hacia la joven que tiene los brazos cruzados y los labios fruncidos — muy por el contrario…— ¡Pues yo no lo acepto! – se pronuncia la madre de la
— ¡No digas tonterías! – regaña mandón — te ves muy bien…— Hasta que hable, hasta que me pregunten y deba decirles donde nos conocimos – espeta.— ¿Y dónde nos conocimos? – indaga para tranquilizarla ya que se ha percatado de que hacerla hablar es buena idea.— ¿En el bar? – responde rodando los ojos por la obviedad.— ¿Y que hicimos? – Lea se detiene en lo alto de la suntuosa escalera para mirarlo como si fuese de otro planeta.— Nos emborrachamos, bailamos y luego nos fuimos a un hotel – susurra muy cerca de su rostro.— ¡Exacto! – él se acerca un poco más mirando sus labios colorados de tanto morderlos — ahora agrega que lo hemos hecho cada semana por lo menos dos meses y aquí estamos – la acerca a él por la cintura y coloca la frente sobre la suya.— ¿Qué haces? – dice ella en voz baja.— Disimulo – explica con esa sola palabra.— ¿Por qué? – intenta zafarse y no puede.— Porque Gretta está justo debajo de nosotros – ella abre la boca y él quiere besarla, pero se cont
El rostro de Doña Mildred se arruga como una pasa al ver que Paula Del Toro ingresa con una preciosa sonrisa en el rostro luego de que haya insultado a su retoño haciéndose dueña y señora de todo lo que pisa como si fuese una gran pieza de arte., piensa la doña orgullosa su muy estilizada figura.— ¡Paula Angelina, que placer! – saluda. La aludida sonríe radiante.— Mildred Josefina – abre los ojos devolviendo el veneno que supone decir el segundo nombre — ¡qué bien te ves! – entonces contraataca aludiendo tácitamente a los “arreglitos y refrescadas corporales” que se ha hecho la mujer para estar así de estilizada.Paula decidió desde muy temprano que pese al grosor de su cuerpo, curvilíneo y voluptuoso, no se haría ninguna operación ya que Harold Del Toro la ha amado siempre rellenita. La sociedad Española en los Estados Unidos refleja la estirpe en el entorno visual, tal como en el siglo dieciocho cuando las mujeres que eran poco agraciadas se quedaban solteronas
Lea observa con fascinación la rebeldía y desfachatez de su ahora acompañante además de los dos platos que lleva en la mano con cualquier cantidad de exquisiteces de las que supone tomó de la mesa delante de las miradas atónitas de los comensales. Sonríe con satisfacción ajena ya que la mujer en cuestión es la más irreverente, pero a la vez elegante y suntuosa de las mujeres que en algún momento había visto.Solo en la tele por cierto…— ¡Gracias! – expresa Lea llena de emociones que hasta ahora sabe que existen.Paula frunce el ceño ante las palabras de Lea, suspira dispuesta a ayudarla en este viaje. Toma asiento a la pequeña mesa redonda de jardín y la mira fijamente a los ojos, con afecto, sin juicios y sobre todo… sin segundas intenciones.— ¿Y gracias por qué Lea? – la mira cómplice al indagar con una preciosa sonrisa.— Pues por salvarme ahí dentro – cierra los ojos al hablar — créeme que no habría podido defenderme de no ser por ti – explica con un rubor vergonzoso tiñendo