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Capítulo 5. Futuro incierto

La mañana de Damián Del Toro se ha pasado lento  entre libros de contabilidad, se siente desesperado ante la posibilidad de que el hombre que lo crió lo deje de patitas en la calle, ese que lo obliga a estar día tras día detrás de un escritorio leyendo libros que a su parecer se encuentran escritos en letras chinas ya que luego de su graduación dijo que se tomaría un año sabático y en realidad fueron casi ocho.

— ¡Jesús, apenas dan las nueve de la mañana! – mece su cabello despeinándose por completo —. Esta situación esta acabando con mis nervios el abuelo presionando, la empresa de la cual no se una m****a y mi billetera vacía me someten a un estrés casi post traumático. Necesito hallar la solución a esto ¡y rápido antes que colapse!

< La chica de anoche es buena opción >, señala una vocecita en su cabeza.

Se burla de su yo interno tratando de darle ánimo y resulta que no solo se encuentra desanimado sino austero y con los bolsillos vacíos en este momento.

—  Sr. Del Toro tiene una llamada por la línea tres – se oye la voz de una mujer y Damián restriega su rostro.

—  ¡Gracias! – busca algo que no encuentra —  ¿ahora, que botón debo oprimir? ¡maldita sea Mauricio Del Toro! – se levanta de un salto y observa una luz roja titilando justo en el número tres del teléfono ubicado frente a él. Resopla —. Es una lástima que mi futuro dependa de una desconocida a la que le he propuesto matrimonio y ni siquiera sé donde encontrarla – levanta el auricular y oprime el botón para recibir la fulana llamada.

—  ¿Damián? – cierra los ojos y suspira totalmente sobrepasado por las emociones —  ¿hijo?

—  ¡Abuelo, que sorpresa! – aun a sabiendas de que el receptor no lo puede ver intenta sonreír sin éxito.

—  ¿Por qué no estas presidiendo la reunión que comenzó hace exactamente diez minutos? – observa su reloj y sus ojos se abren como platos.

—  Es… es que he recibido la llamada de… de…

—  No me interesan tus conquistas Damián, mueve tu trasero a la sala de juntas o es tu auto quien pagará mi rabia…

—  ¡Pero abuelo, deja que te explique!

—  No tengo tiempo para tus ridiculeces de chico rebelde y malcriado. Quiero hechos Damián Del Toro, de otra manera acarrea con las consecuencias de tus propios actos – escucha cuando la línea se corta y su ego queda esparcido por el suelo.

Su teléfono suena y observa un número privado, decide no contestar porque le parece muy raro sin embargo vuelve a llamar el mismo numero y ya se encuentra en un estado de ansiedad que solo puede provocarlo su abuelo.

—  ¿Diga? – escucha un sollozo entrecortado y arruga el ceño —  ¿quién coño habla? Lo que menos necesito ahora es algún gracioso…

—  ¿Damián? – esa voz le parece conocida —  ¿Damián Del Toro?

Su piel se eriza al recordar la noche que pasó con la mujer que le habla en este momento y la que al parecer se encuentra en problemas.

—  ¿Quién habla? – prefiere asegurarse de que se trata de ella.

—  Es… es Lea Ferrero, nos vimos anoche ¿recuerdas? – su sonrisa se asoma ensanchándose. 

—  No, creo que no recuerdo mucho ¿me refrescas por favor? – expresa en tono burlón.

—  Sí que eres idiota amigo ¡nos acostamos! ¿de acuerdo? – estuvo a punto de carcajearse.

Reconoce a la chica de anoche por el vocabulario de camionero. Casi salta sobre uno de sus pies.

—  ¡Oh claro, eres esa chica! – la sonrisa amenaza con partirle la cara en dos —. Veo que decidiste aceptar mi oferta – escucha un resoplido del otro lado del teléfono.

—  Necesito ayuda si no es mucha molestia – su voz le indica que lleva prisa la petición.

—  ¡Claro te ayudo con mucho gusto! ¿dónde estás? – indaga.

—  En la comisaría…

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