Damián mira la chica que duerme plácidamente la mona en la cama que reserva como picadero en el pequeño hotel que le pertenece a su familia paterna. Consciente de que es una mala idea pretende seguir con el juego de roles de la noche anterior, suspira resignado a que si no da el paso se quedará en la calle ya que el hombre que lo crió le aseguró la última vez – muy decidido por cierto – que no tocará un céntimo más de la herencia si no le daba un nieto.
< ¡O dos, como lo dijo ese viejo zorro! >, repite en su mente con amargura.
La noche anterior estuvo plena de delicias y placeres que lo llevan a pensar en que es la candidata perfecta, solo tiene que trabajar un poco – más bien mucho – en su estilo personal y cambiar algunas cosas o mejor cambiarlas todas porque hasta su manera de hablar es horrenda aunque tiene un encanto natural que sin duda conquistaría su corazón, de tener alguno por supuesto.
— ¿Pasarás el día mirándome desde la puerta del baño Sr. Desconocido? – expresa la chica en un bostezo —. Porque eso definitivamente es aterrador – no abre los ojos, pero al parecer siente la mirada del sujeto.
— Me preguntaba si podríamos desayunar – y en ese momento el estómago de Lea gruñe como un león — y luego hablaremos de la boda y el anillo – ella se incorpora de súbito recordando sus palabras.
< “Existen cosas en la vida de las cuales no nos podemos desprender y una de ellas es la realidad que nos golpea” >, y cuan ciertas eran.
— ¡¿Boda, anillo?! – se levanta rápidamente a sabiendas que ya llegará tarde a trabajar —. Creo que se nos fueron los tragos anoche y dijimos cosas que no debimos – busca su ropa y siente la mirada de él en la espalda.
— Pero yo lo dije en serio – se gira. Observa su expresión seria y rompe en carcajadas.
— Tu seriedad me abruma ¿sabes? – espeta sardónica —. De no ser por el pequeño detalle de que tus zapatos cuestan tres veces más que el alquiler de mi apartamento te habría creído – sonríe solo con los labios ya con el vestido puesto y lista para largarse de aquel lugar.
— ¿Estas juzgándome por la vestimenta que llevo puesta? – expone ya molesto.
— ¡No amigo! Si te juzgara supondría algún interés de mi parte y no es el caso ni por asomo ¿entiendes? – aclara —. Así que puedes deshacerte de la descabellada idea del matrimonio, al menos conmigo – toma el pequeño bolso y calza sus zapatos, los mismos que usa para el trabajo.
— ¿Cuánto? – Lea se detiene y gira hacia el aun desconocido.
— ¿Cuánto qué? – indaga sin entender.
— ¿Cuánto por casarte conmigo? – entonces no se exime de soltar la carcajada.
— ¿Es en serio tipo raro? – asiente.
No solo se siente atraído por ella sino que sabe a ciencia cierta por la extensa experiencia que tiene con mujeres que es la correcta y aunque tenga que ofrecerle lo que no tiene, ella va a ser su esposa como que se llama Damián Del Toro.
— ¡Pero claro que es en serio loca! – grita fuera de sí y ella retrocede — ¿crees que estaría pidiéndote algo así si no fuera real? – ella estrecha la mirada sin amilanarse.
— ¡Escucha bien tipo raro! – señala hacia su rostro con el dedo índice —. No tengo idea del tipo de perversiones a las que estés acostumbrado, pero yo no tengo tiempo para perder y ¡sí! Creo que tuvimos una noche loca y con un sexo bueno – o eso creo porque ni lo recuerdo –, pero ¿casarnos? – pone los brazos en jarra — reflexiona a ver quien de los dos está más… ¡cú, cú! – él cubre su rostro con una mano sin evitar sonreír — ahora si me disculpas, algunos tenemos que trabajar para pagar las cuentas – y se dirige hacia la puerta dispuesta a salir.
— ¡Un millón de dólares! – se detiene con el picaporte en la mano.
Siente como su cabeza da vueltas y las piernas tiemblan amenazando con dejar de sostenerla. Su mente totalmente en blanco solo reproduce esas últimas cuatro palabras y la necesidad de solventar lo que hace falta para sus dos tesoros.
< ¡Jesús, que duro es tener que negarme! >, piensa con el dolor de su alma.
— En serio que los tragos te caen mal amigo – niega al borde de las lágrimas y abre la puerta.
— ¡Piénsalo, es en serio! – llega cerca de su oído —. Solo piénsalo y llámame, aquí tienes mi número personal – susurra y extiende un papel hacia ella.
Lea no dice nada, sus cuerdas vocales han decidido no colaborar, pero… toma el papel que le entrega el desconocido y cierra la puerta detrás de ella.
Sale a la calle en una batalla contra reloj pidiendo tiempo porque tiene exactamente diez minutos para llegar a su casa, cambiarse de ropa y salir hacia el trabajo. Ahora no le parece tan buena idea haber dejado en visto a su jefe y menos haberse acostado con un desconocido que le ha ofrecido “un millón de dólares” solo por casarse con él.
< Definitivamente los ricos son extraños >, piensa mientras aprieta el papel que introdujo en el bolsillo de su viejo y desgastado abrigo.
— ¡Srta. Ferrero a mi oficina! – traga el grueso nudo que se le hace en la garganta.A pesar de haber hecho todo casi a la velocidad de la luz, su esfuerzo no trajo frutos ya que llegó a la oficina diez minutos tarde, de no haber sido por el retraso del “millón de dólares” habría llegado a tiempo, ahora con la mala cara que ostenta su desagradable y nauseabundo jefe no se augura un buen presagio. Solo espera que el regaño no sea tan fuerte como para que sus compañeros – o malos compañeros – se burlen de ella como acostumbran.— Enseguida jefe – sonríe encantadora ante la cara de piedra que él le devuelve.— Es ahora ¿o solo quiere tomar diez minutos más? – aprieta la mandíbula mordiéndose la lengua para no cometer ninguna imprudencia.Ya se gastó el dinero del alquiler en el bar y necesita un préstamo para evitar un desalojo formal ya que se ha atrasado en los últimos tres meses de pago.— ¡Sí señor! – lo sigue obediente a la oficina.— Esta es la tercera vez que llega tarde en e
La mañana de Damián Del Toro se ha pasado lento entre libros de contabilidad, se siente desesperado ante la posibilidad de que el hombre que lo crió lo deje de patitas en la calle, ese que lo obliga a estar día tras día detrás de un escritorio leyendo libros que a su parecer se encuentran escritos en letras chinas ya que luego de su graduación dijo que se tomaría un año sabático y en realidad fueron casi ocho.— ¡Jesús, apenas dan las nueve de la mañana! – mece su cabello despeinándose por completo —. Esta situación esta acabando con mis nervios el abuelo presionando, la empresa de la cual no se una mierda y mi billetera vacía me someten a un estrés casi post traumático. Necesito hallar la solución a esto ¡y rápido antes que colapse!, señala una vocecita en su cabeza.Se burla de su yo interno tratando de darle ánimo y resulta que no solo se encuentra desanimado sino austero y con los bolsillos vacíos en este momento.— Sr. Del Toro tiene una
Después de casi ser desheredado – definitivamente – por su abuelo, Damián del Toro llega rápidamente a la comisaría en uno de los autos tipo limusina de la empresa, todos en el recinto Giran a verlo ya que lo reconocen porque su abuelo es un gran empresario además de colaborador con la policía de Nueva York.— ¡Sr. Del Toro! - una mujer muy atractiva en uniforme azul lo intercepta — qué placer tenerlo por acá ¿Sí me dice en que lo ayudo? estoy a sus órdenes - la chica sonríe y él no puede dejar de mirar su busto por encima del uniforme que le queda cañón.Sin embargo reconoce que es mala idea mirarla ya que viene por La chica que conoció del bar de anoche y que ya no recuerda su nombre.— Srta., Es un placer para mí conocerla sin embargo en esta ocasión necesito que me ayude a encontrar a una persona muy importante y que se encuentra acá recluida - la mujer levanta la ceja y él sonríe chulo.— Usted dirá - es todo lo que dice la mujer.— Su nombre es Lea Ferrero, es alguien muy
La chica abre tanto los ojos que Damián teme le caigan al piso, siente su cuerpo temblar y aprieta los brazos femeninos con el fin de tranquilizarla, Lea niega con la cabeza hacia el hombre guapo y socarrón que tiene en frente, y quien pretende que ella lleve un mentira siendo que no sabe como hacerlo.— Tranquilízate cielo, no es como si nos fuésemos a casar hoy mismo – el abuelo sonríe encantado ante la interacción de la pareja.— ¡No, no, no lo entiendes! – susurra con voz timorata y ojos vidriosos — no puedo… es decir no se mentir – Damián arruga el entrecejo y le sonríe de nuevo.Ella lo mira desesperada y él le resta hierro a su preocupación. Le da un sonoro beso que ella no corresponde por lo nerviosa que se encuentra, un carraspeo interrumpe el momento y ella salta en su lugar asustada de lo que se pueda avecinar, Damián piensa que es una excelente actriz y solo debe ataviarla con ropa de marca y zapatos a juego.Nunca ha tenido que preocuparse por nada concerniente a cosas
Lea ingresa a la terraza de la mansión Del Toro de la mano de Damián y muerta de nervios debido a que no tiene idea de lo que va a decirle al atractivo y cariñoso abuelito, aun cuando algo le dice que no es una mansa paloma.La sudoración en las manos y el cuello le avistan una crisis de pánico. Tambalea. Damián la sostiene y al mirarla se percata de que sus ojos se encuentran húmedos, brillantes, mojados.— ¡¿Pero qué te pasa mujer?! – susurra descolocado — ¿por qué coño lloras, joder? – inquiere acercándola a su cuerpo.Tiembla un poco por su cercanía sin embargo se recompone como el macho que es, ese que le va a dejar las cosas claras. No es de los que tiene mucha paciencia.— ¡Que me van a descubrir! – sorbe un poco por la nariz nada elegante y Damián pone mala cara — tu abuelo puede que sea agradable, pero no creo que se haya tragado el cuento de que somos novios y tengo miedo, estoy sola en este país, sin trabajo y… sin dinero – solloza en silencio a causa del estrés que le p
— ¿Es en serio papá? – Mauricio Del Toro asiente sonriendo — ¿no entiendo que te causa tanta risa? – reprocha Mariah a su padre.— Es que Lea es tan “Mona” – expone con ojos soñadores el viejito lindo —, estaba toda nerviosa, pero mi Damián la va a cuidar – dice y la Doña junto a las dos mujeres que la acompañan jadea.— ¡Es una Mona de verdad padre! – grita exasperada — ¿Qué no viste lo corriente que es? – el hombre se encoge de hombros.Mauricio no es un pobre viejito, el caballero es un arma de doble filo, pero en vista de que su nieto-hijo se ha dedicado solo a gastar el dinero que por cierto ni siquiera le pertenece y su madre igual, debe por lo menos casarse y darle no uno sino ¡dos nietos! Como castigo a la sinvergüensura que ha mantenido.— ¿Ah sí? – responde el hombre — pues yo ni siquiera lo vi incomodo – sonríe malicioso hacia la joven que tiene los brazos cruzados y los labios fruncidos — muy por el contrario…— ¡Pues yo no lo acepto! – se pronuncia la madre de la
— ¡No digas tonterías! – regaña mandón — te ves muy bien…— Hasta que hable, hasta que me pregunten y deba decirles donde nos conocimos – espeta.— ¿Y dónde nos conocimos? – indaga para tranquilizarla ya que se ha percatado de que hacerla hablar es buena idea.— ¿En el bar? – responde rodando los ojos por la obviedad.— ¿Y que hicimos? – Lea se detiene en lo alto de la suntuosa escalera para mirarlo como si fuese de otro planeta.— Nos emborrachamos, bailamos y luego nos fuimos a un hotel – susurra muy cerca de su rostro.— ¡Exacto! – él se acerca un poco más mirando sus labios colorados de tanto morderlos — ahora agrega que lo hemos hecho cada semana por lo menos dos meses y aquí estamos – la acerca a él por la cintura y coloca la frente sobre la suya.— ¿Qué haces? – dice ella en voz baja.— Disimulo – explica con esa sola palabra.— ¿Por qué? – intenta zafarse y no puede.— Porque Gretta está justo debajo de nosotros – ella abre la boca y él quiere besarla, pero se cont
El rostro de Doña Mildred se arruga como una pasa al ver que Paula Del Toro ingresa con una preciosa sonrisa en el rostro luego de que haya insultado a su retoño haciéndose dueña y señora de todo lo que pisa como si fuese una gran pieza de arte., piensa la doña orgullosa su muy estilizada figura.— ¡Paula Angelina, que placer! – saluda. La aludida sonríe radiante.— Mildred Josefina – abre los ojos devolviendo el veneno que supone decir el segundo nombre — ¡qué bien te ves! – entonces contraataca aludiendo tácitamente a los “arreglitos y refrescadas corporales” que se ha hecho la mujer para estar así de estilizada.Paula decidió desde muy temprano que pese al grosor de su cuerpo, curvilíneo y voluptuoso, no se haría ninguna operación ya que Harold Del Toro la ha amado siempre rellenita. La sociedad Española en los Estados Unidos refleja la estirpe en el entorno visual, tal como en el siglo dieciocho cuando las mujeres que eran poco agraciadas se quedaban solteronas