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Capítulo 2. Un encuentro

Arrogante, presumido, sinvergüenza, mujeriego y vago a pesar de haberse graduado con honores de Harvard en leyes, haber sido el mejor de la clase y más querido por las féminas se ha dedicado a disfrutar – más bien se ha aprovechado – de la fortuna de su abuelo el cual hoy día lo zarandea con la condición de que se busque una mujer para que le dé nietos ya que necesita herederos que valgan la pena, tratando a Damián de holgazán y desfachatado siendo el menor de sus hijos ya que el padre del mismo lo dejó abandonado y su hija pagó el precio.

Observa la chica que bebe como un vikingo en la barra vistiendo un atuendo bastante barato y horroroso a su parecer, pero decide acercarse y probar suerte ya que se siente aburrido de las mujeres que frecuenta normalmente. Su elegancia al caminar se confunde con un felino salvaje de movimientos controlados, un autocontrol que parece de mentira cuando desata su furia ante cualquiera que ofenda sus intereses.

—  ¡Largo! – dice la chica y aun no llega a sentarse.

—  ¡Buenas noches! – saluda ignorando la negativa casi inminente.

—  Dije que largo amigo, no… - gira hacia la figura que tiene al lado dispuesta a despacharlo.

Pero queda embobada a tal punto con lo azul de su mirada que no logra coordinar las señales que manda su cerebro con sus cuerdas vocales y balbucea un “hola” casi en chino según la percepción del hombre que sonríe amplia y seductoramente, el que no se encuentra en mejor estado considerando la belleza de la mujer que tiene enfrente aunque tenga un gusto espantoso en ropa y perfume según piensa.

—  ¡Me alegra que te guste lo que ves! – dice en tono burlón ante la mirada atónita de Lea —. Por cierto, deberías cerrar la boca por si las moscas quieren entrar – ella entrecierra los ojos con disgusto ante la chanza.

—  He visto mejores y los he rechazado de plano, no te sientas especial porque los tragos hacen que veas las cosas de diferente manera – los ojos de Damián se achican, esa pequeña chica ya ha llamado su atención poderosamente.

—  ¿Y que ves en este momento? Si no es molestia y me lo quisieras decir – aplica su técnica, la cual acaba de inventarse ya que no ha caído en la red solo con una sonrisa.

—  Un traje caro, una vida de lujos y arrebatos – responde ella como si nada.

—  ¡Bah! Nada que no sepa – increpa él —  realmente pensé que serías un poco más original – critica provocándola un poco.

—  Un ego que casi nos asfixia a todos dentro del puto bar, una pena que no te deja dormir y un gran problema por resolver y del cual no tengo la mínima intención de ayudar – ella se refiere a la noche de sexo tórrido y salvaje que define en sus ojos color de una noche sin luna.

Sin embargo él piensa en otra cosa considerando la fuerza de sus palabras y la veracidad con la que las pronuncia.

< ¡Maldición me gusta esta mujer! >, piensa ya casi obsesionado.

Mientras ella se gira nuevamente pidiendo otro trago para ahogar sus penas y dolores a causa del deslamado proceder de su imbécil ahora ex novio.

—  Entonces no somos tan diferentes porque si una mujer bebe sola y del modo en el que tú lo haces es porque tiene una gran pena y es del corazón – expone pomposo, pero asertivo.

< ¡Y cuánta razón tienes, desconocido buenorro! >, expresa para sí suspirando.

—  Mi corazón se encuentra en buen estado – sonríe —  la pena es porque el engaño se convirtió en una estocada inesperada…

—  ¡Lo tengo! – ella lo mira como si de un extraterrestre se tratase —. Novio y amiga en una cama de hotel – sonríe arrogante ante lo atónita de la mirada de Lea —  tengo razón ¿eh? – ella pestañea varias veces para reponerse de la sorpresa.

—  Cierto, pero en el apartamento que compartíamos y en mi propia cama – el hombre cae abatido recostado al espaldar de la silla.

—  ¡Wow, que de bolas tiene ese hombre! – ella se percata de la burla en su tono ya que imagina que él haya sido protagonista de muchas situaciones como esa —  ¿y cómo lo llevas? – Lea resopla levantando el shot relleno de tequila —  ¡ya veo!

—  En cambio tú – lo señala aun con el pequeño vaso lleno —  llevas tu problema como la seda siempre y cuando la exigencia no lo amerite ¿o me equivoco? – toma una bocanada de aire ya nervioso por lo acertado del comentario.

Lea apura el trago, Damián paga los siguientes y los demás también hasta que llega el momento del baile, las risas y la diversión que conlleva al relax físico, lo que da paso a una serie de sensaciones guiadas por el alcohol y otras cosas…

—  Bailas bien chica sin nombre – le sonríe y un hoyuelo se asoma en su mejilla derecha.

—  Tu igual Sr. Desconocido – ella lo hace de vuelta ya con coquetería y ¿por qué no? Un poco de insinuación.

—  “Existen cosas en la vida de las cuales no nos podemos desprender – manifiesta Damián con desazón —  y una de ellas es la realidad que nos golpea” – Lea ríe a carcajadas bañadas en alcohol sin comprender sus palabras en el momento.

—  ¡Ups, que filósofo! – continúa con lo que supone sea una broma —. Ahora pídeme que me mude contigo ya que no tengo idea de como pagar el apartamento en el que vivo – habla de más sin darse cuenta.

—  Tengo una mejor proposición – le habla un Damián trastocado también por todo el alcohol que corre en su organismo —  ¡casémonos!

—  ¡Acepto! – grita Lea con las manos arriba al mismo tiempo que su ahora prometido la levanta en el aire.

—  ¡Pero festejemos y larguémonos a la luna de miel primero!

Y dejaron el bar…

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