No olviden interactuar. ¿Quien creen que es malo? -El tío de Roman. -El ruso. -Un personaje que pasa desapercibido. Comenten...
DANISHKA.Salí de la habitación del hospital con la firme convicción de que ya no pertenecía allí. Mis pensamientos giraban en torno a mi próxima misión, a la tarea que había aceptado con la determinación de proteger a los refugiados y, especialmente, a los niños del orfanato cercano. Apreté los labios con determinación, dispuesta a cumplir con mi deber a pesar del dolor persistente en mi pecho.La primera imagen que captaron mis ojos al salir fue la de Roman, conversando animadamente con Saúl. Un nudo se formó en mi garganta al recordar las palabras que había escuchado de él, la frialdad con la que había mencionado sus motivaciones. Había creído que entre nosotros existía algo más, algo más profundo que la simple transacción de oro.Roman se percató de mi presencia antes de que pudiera esconderme. Su rostro se contrajo en una mueca, una expresión que no logré descifrar del todo. Me acerqué con cautela, tratando de leer las señales que emanaban de su lenguaje corporal. Parecía ansioso
ROMAN. La luna brillaba en lo alto del cielo, intentando iluminar las calles de la ciudad, pero en mi interior reinaba la oscuridad. La noticia de que Danishka había huido de mí había golpeado como un puñetazo en el estómago, dejándome aturdido y confundido. La camioneta que le había proporcionado estaba estacionada en la calle, vacía y silenciosa, como un recordatorio mudo de su ausencia. Y no solo eso, también encontramos el broche y el celular que le había entregado, abandonados como si fueran objetos sin valor. — Menuda arpía — mascullé, golpeando el capó del vehículo con frustración. Mi mano derecha, Saúl, se acercó a mi lado, con una expresión de preocupación en el rostro. — Señor, quizás en verdad ella solo quiere estar sola — sugirió, tratando de calmar mis ánimos. No pude evitar soltar un suspiro, consciente de que había pasado por mucho en las últimas semanas. Danishka acababa de recuperar la memoria, un hecho que no podía pasar por alto. Pero su desaparición me llenaba d
DANISHKA.— Todavía estás herida. — Esas fueron exactamente las palabras que tenían que salir de su boca en este preciso momento.Se apartó de mí lentamente y me miró, con un brillo inexplicable en sus ojos. Uno que lo recuerdo de aquella última vez que nos vimos e hizo su estúpida promesa, que hoy para él significaría nada.¿Cómo pude dejarme embaucar por un rostro como el suyo?Solo era un comodín para su guerra, y ahora su banco personal. Pero, no le daré lo que busca. No le daré el oro que por derecho le perteneció a mi familia y el que yo lo rescaté. Porque sí, ese oro perteneció a la familia Petrova por décadas, y luego fue robado por la familia que amo, hasta que los rusos lo tuvieron.No solo se trataba de la atracción que se tenían mi madre y el padre de Roman, fue mucho más el conflicto. Mi padre no era tan malo como lo pintan, y lo último que recuerdo fue que mi madre se unió a él, para recuperar el oro y sacarme a mí de este mundo oscuro que significa la mafia.— Tienes ra
El aire fresco de la mañana me envolvía mientras me dirigía hacia el antiguo convento donde había pasado algunos de los momentos más oscuros de mi vida. A pesar de que habían pasado semanas desde la última vez que estuve allí, el edificio imponente aún me provocaba escalofríos de recuerdos dolorosos.Al acercarme a las puertas de hierro forjado, me detuve un momento para tomar aliento. Recordaba claramente las humillaciones y maltratos que había sufrido a manos de las monjas que supuestamente estaban allí para guiarme por el camino de la rectitud y la virtud.Pero esta vez, no estaba aquí para revivir el pasado o buscar venganza. Venía en busca de algo más profundo, una especie de cierre que solo podría encontrar enfrentando mis demonios directamente.Empujé las puertas pesadas y crujientes y entré en el convento. El olor a incienso y cera de velas me golpeó de inmediato, trayendo consigo una ola de recuerdos que casi me derribó. Sin embargo, me obligué a mantener la compostura mientr
Dos semanas habían pasado desde que tomé la decisión de sumergirme en las sombras del convento, adoptando el hábito de una monja mientras perseguía un propósito mucho más profundo. Durante este tiempo, Roman no había buscado noticias de mí, y aunque no estaba segura de si quería que lo hiciera, el dolor en mi corazón por su ausencia era innegable.Cada noche, mientras patrullaba los callejones oscuros en busca de señales de actividad sospechosa, me preguntaba si Roman estaba pensando en mí también. Pero cada vez que su rostro aparecía en mi mente, una mezcla de dolor y enojo me invadía. ¿Cómo podía quererlo después de todo lo que me hizo?En una de esas noches, mientras me aventuraba hacia los refugios donde se refugiaban los desamparados, visualicé movimientos sospechosos en una de las ventanas. Mis sentidos se agudizaron de inmediato, la adrenalina bombeando a través de mis venas mientras me preparaba para enfrentar lo que sea que estuviera acechando en las sombras.Me acerqué sigil
ROMAN. La situación había cambiado bastante desde la partida de Danishka. Estaba más insoportable que nunca, y mis hombres ya comenzaron a notar que se debía a su ausencia. Me importa un huevo lo que piensen. Necesito saber que pasó. Saúl ingresa en el despacho, con el porte tranquilo, relajado como siempre, pero al parecer la noticia que me va a dar, no es buena, porque la tensión en sus músculos lo delata. — Debes dejar de ser un hijo de puta si quieres la respuesta de lo que conseguí — manifiesta, burlándose de mí —. La hemos encontrado. Menuda arpía, sabe cómo esconderse. — Déjate de juegos y dime… — Primero dime, ¿qué harás cuando vayas por ella? — preguntó. Me quedé en silencio un largo par de minutos, para después mirarlo y encogerme e hombros. — Supongo que traerla de vuelta a casa — respondí —, y pedirle perdón por las palabras que escuchó. — No será suficiente. No olvides que… — ¿Tú que sabrás de las relaciones, si ni siquiera tienes novia? — manifesté. — Soy gay,
Asentí con solemnidad, manteniendo mi expresión imperturbable.— Sí, Madre Superiora — confirmé, adoptando el papel que Saúl había elegido para mí —. Hemos venido a ofrecer nuestra ayuda y apoyo al convento en cualquier forma que podamos.La Madre Superiora pareció considerar nuestras palabras por un momento antes de asentir lentamente.— Entiendo — dijo, su tono cauteloso, pero receptivo — Por favor, pasen.Nos escoltó al interior del convento, sus pasos resonando en el silencio de los pasillos. Saúl y yo la seguimos con determinación, nuestros corazones llenos de propósito.Una vez dentro, nos dirigimos a una sala tranquila donde pudimos conversar en privado. La Madre Superiora se sentó frente a nosotros, sus ojos fijos en los nuestros mientras esperaba que comenzáramos.Saúl tomó la palabra una vez más, su tono serio pero amable.— Madre Superiora — comenzó, su voz resonando con autoridad —. Como mencioné antes, hemos venido en nombre del Vaticano para ofrecer nuestra ayuda y apoyo
Una sonrisa desafiante se curvó en mis labios mientras miraba a Saúl, quien apenas podía contener una carcajada. La situación era casi cómica, y aunque sabía que debíamos mantener la compostura frente a la Madre Superiora, la tentación de romper en risas era casi irresistible. La voz serena de la Madre Superiora cortó el aire, interrumpiendo nuestro momento de diversión. — Danishka, por favor, guía a nuestros huéspedes a sus habitaciones en el extremo este del convento – ordenó con autoridad. Danishka asintió en silencio, su expresión fría mientras se volvía para dirigirse hacia el ala designada. Saúl no pudo contener una risa ahogada mientras la seguía, y la mirada de Danishka se endureció ante su falta de respeto. — ¿Qué se creen que están haciendo aquí? — preguntó con molestia, su voz apenas más que un susurro. Saúl se encogió de hombros con indiferencia, su sonrisa desafiante aún presente en su rostro. — En mi defensa, la idea fue de Roman — señaló con un gesto hacia mí. Dan