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DANISHKA.Dijo que me amaba.Lo dijo. Lo escuché.Era imposible, pero no tanto, porque yo también tengo sentimientos por él. Sn embargo, Roman tiene un propósito conmigo, y es netamente el obtener el oro, y no puedo caer a sus garras tan fácilmente otra vez.— ¿Cómo pudo confesar algo así justo ahora? — susurré para mí misma, cerrando la puerta detrás de mí.Quedé asombrada cuando lo escuché y lo único que pude hacer es salir corriendo, y resguardarme en mi habitación.El sol apenas se asomaba tímidamente por las cortinas cuando me vi obligada a aceptar que el sueño no volvería a mí. La confesión de Roman resonaba en mi mente como un eco persistente, revolviendo mis pensamientos con una mezcla de emoción y confusión.“Abrazar la mujer que amo”Sus palabras habían sido simples pero cargadas de significado, y no había sido capaz de responder adecuadamente en ese momento. En lugar de eso, me había visto atrapada en un torbellino de preguntas sin respuesta y sentimientos encontrados.Con
El aroma familiar del hospital me envolvía mientras cruzaba los pasillos en dirección a la habitación de Marta, después de ir por un café de la cafetería. Mis pasos resonaban en el suelo pulido, un eco monótono que reflejaba mi estado de ánimo sombrío. La preocupación por mi amiga pesaba en mi corazón, pero también había otro sentimiento latente que se mezclaba con mis pensamientos: la confusión y el tumulto emocional que había traído consigo la confesión de Roman la noche anterior.Abrí la puerta de la habitación de mi amiga con cuidado, tratando de no perturbar su sueño. Pero antes de que pudiera dar un solo paso dentro, la puerta se abrió de golpe, provocando un sobresalto en mí. Mis ojos se encontraron con la figura inesperada de Roman, vestido de manera inusual para él, con una túnica negra que le confería un aire de solemnidad.Su maldito disfraz de sacerdote.Retrocedí dos pasos de inmediato, la sorpresa pintada en mi rostro mientras lo observaba con incredulidad.— ¿Roman? — m
El día había sido agotador, lleno de preocupaciones que me seguían como una sombra mientras caminaba por los largos pasillos del hospital. Cada paso era un recordatorio constante de la confesión de Roman la noche anterior, una confesión que había dejado mi mente y mi corazón en un estado de confusión y agitación constante. Su voz resonaba en mis oídos, sus palabras llenaban mi mente, y su presencia se imponía en cada uno de mis pensamientos. Llegar al convento era un alivio, un refugio tranquilo en medio del caos emocional que me invadía. Al atravesar la puerta principal, fui recibida por una de las hermanas, cuya mirada de desaprobación no pasó desapercibida. — Al fin te dignas en llegar — murmuró con un tono de reproche, su voz cortante como el filo de un cuchillo. A pesar de la fatiga que pesaba sobre mis hombros, no pude evitar devolverle la mirada con una expresión desafiante. Ya no era aquella monja sumisa que se dejaba tratar mal por todos. Éste hábito solo era un disfraz. —
— Padre Rafael… ¡qué bueno que lo encuentro! — La voz de la Madre Superiora —. Hay una jovencita que precisa confesarse, y el otro padre no está disponible. Roman arqueó la ceja y me miró curioso. Sonrió coqueto hacia la Madre. — Clare que sí. Estaré encantado de tomar su confesión, Madre — respondió. La Madre Superiora feliz, salió nuevamente de la capilla, mientras yo le observaba con curiosidad a Roman. — ¿Por qué aceptaste? No puedes burlarte así del prójimo — espeté, molesta. — ¿Qué querías que haga? ¿Negarme y levantar sospechas? — rugió, frunciendo el ceño; sin embargo, sus ojos se iluminaron de repente —. Danishka Delaney, ¿acaso estás celosa? — ¿Por qué estaría celosa? — Esa pregunta me ofende muchísimo, hermana. Obviamente, de mí. Celosa de tu hombre — respondió, logrando que mis mejillas se sonrojaran. — Eres… eres… — Cuidado con lo que sale de esa boquita, de lo contrario, la voy a follar con mi polla — Sonrió, mientras yo abrí mis ojos —. De solo imaginarlo… — No
Me encontraba recostada en mi cama, sumida en un mar de pensamientos turbios y emociones agitadas, cuando la puerta se abrió de golpe, sin el más mínimo indicio de que alguien estuviera a punto de entrar. Me enderecé rápidamente, sorprendida por la intrusión, y mis ojos se encontraron con los de una monja que había irrumpido en mi habitación sin siquiera tocar la puerta.— ¿Qué... qué quiere? — pregunté, tratando de ocultar mi sorpresa tras una máscara de calma, aunque mi corazón latía desbocado en mi pecho.La había visto observarme en un par de ocasiones, pero jamás le había prestado la atención que quizás ella quería.La monja, una mujer de semblante cansado, pero con una chispa de rebeldía en sus ojos— Soy Lucía… o Hermana Lucía — sonrió burlona y señaló hacia la ventana de mi habitación —. Necesito fumar y tu habitación es la única con acceso al exterior. Menuda suerte la tuya.— Haz lo que quieras — respondí encogiéndome de hombros, tratando de mantener la compostura a pesar de
ROMAN.Los recuerdos se agolpaban en mi mente como un torrente imparable, trayendo consigo la imagen de Danishka, de su piel suave bajo mis manos, de sus labios ansiosos buscando los míos. Fue un momento magnífico, alucinante, único. Como si todos los santos del cielo hubieran descendido para ser testigos de nuestro amor desbordante, de nuestra pasión desenfrenada.— Tuvimos sexo en el altar de una puta capilla. ¿Qué más pecadores e irrespetuosos podríamos ser? — susurré para mí mismo, con una sonrisa dibujada en los labios.Cada roce, cada suspiro, cada gemido resonaba en mi memoria como un eco eterno, como una melodía celestial que nunca se desvanecería. Desde este día, ese momento se convirtió en un tesoro que atesoraría para siempre, un faro de luz en medio de la oscuridad que a veces amenazaba con consumirme. Y eso que yo, Roman soy un ser oscuro.Danishka se convirtió en mi obsesión, en mi todo, en mi razón de ser. Su amor era como una droga que me consumía por completo, que me
DANISHKA.Me encontraba en mi habitación, aún perpleja por la intensidad de los acontecimientos que habían tenido lugar en la capilla. Observaba a Roman de rodillas frente a mí, mi mente llena de turbulencia mientras él me hacía una propuesta que desafiaba todas mis expectativas.— Lo siento, Roman, pero no puedo aceptar — dije, tratando de ocultar la confusión que sentía mientras nuestros ojos se encontraban, los suyos llenos de súplica —. Si esto es por el… por el sexo extraordinario que tuvimos hace rato, no tienes que verte obligado. No soy una niña.Roman parecía desesperado por convencerme.— No se trata solo del sexo, Dani — respondió, su voz resonando con sinceridad —. Desde el momento en que te conocí, supe que estábamos destinados a estar juntos. Estoy enamorado de ti. ¿Por qué crees que me tomo tantas molestias, pajarita?Sus palabras me dejaron aturdida. Nunca había imaginado que pudiera sentir algo así por mí. Me aparté un poco, mis ojos cristalizados por la sorpresa, y
Me desperté tarde, sintiendo el sol golpear fuertemente a través de la ventana de mi habitación. Un rápido vistazo al reloj confirmó mis temores: había dormido mucho más de lo que planeaba. Maldiciendo en voz baja, salté de la cama y me apresuré hacia el baño. El agua caliente de la ducha me ayudó a despertarme por completo mientras me lavaba rápidamente el cuerpo. Cinco minutos más tarde, salí corriendo, envuelta en una toalla, y me dirigí a mi armario en busca del uniforme habitual. Sabía que había descuidado mi deber de vigilar, y eso me preocupaba profundamente. Necesitaba retomarlo cuanto antes. Me vestí a toda prisa, apenas tomándome el tiempo para cepillar mi cabello y cubrirlo con el velo. Bajé las escaleras con rapidez, el sonido de mis pasos resonando en el aire. Una de las hermanas se me acercó en ese momento, su rostro serio mientras tomaba mi mano con la suya. Al mismo tiempo, Roman ingresaba con su porte serio pero coqueto de sacerdote, y sentí un nudo en el estómago a