Hola chikistrikis. ¿Cómo están bellezas?
Me encontraba recostada en mi cama, sumida en un mar de pensamientos turbios y emociones agitadas, cuando la puerta se abrió de golpe, sin el más mínimo indicio de que alguien estuviera a punto de entrar. Me enderecé rápidamente, sorprendida por la intrusión, y mis ojos se encontraron con los de una monja que había irrumpido en mi habitación sin siquiera tocar la puerta.— ¿Qué... qué quiere? — pregunté, tratando de ocultar mi sorpresa tras una máscara de calma, aunque mi corazón latía desbocado en mi pecho.La había visto observarme en un par de ocasiones, pero jamás le había prestado la atención que quizás ella quería.La monja, una mujer de semblante cansado, pero con una chispa de rebeldía en sus ojos— Soy Lucía… o Hermana Lucía — sonrió burlona y señaló hacia la ventana de mi habitación —. Necesito fumar y tu habitación es la única con acceso al exterior. Menuda suerte la tuya.— Haz lo que quieras — respondí encogiéndome de hombros, tratando de mantener la compostura a pesar de
ROMAN.Los recuerdos se agolpaban en mi mente como un torrente imparable, trayendo consigo la imagen de Danishka, de su piel suave bajo mis manos, de sus labios ansiosos buscando los míos. Fue un momento magnífico, alucinante, único. Como si todos los santos del cielo hubieran descendido para ser testigos de nuestro amor desbordante, de nuestra pasión desenfrenada.— Tuvimos sexo en el altar de una puta capilla. ¿Qué más pecadores e irrespetuosos podríamos ser? — susurré para mí mismo, con una sonrisa dibujada en los labios.Cada roce, cada suspiro, cada gemido resonaba en mi memoria como un eco eterno, como una melodía celestial que nunca se desvanecería. Desde este día, ese momento se convirtió en un tesoro que atesoraría para siempre, un faro de luz en medio de la oscuridad que a veces amenazaba con consumirme. Y eso que yo, Roman soy un ser oscuro.Danishka se convirtió en mi obsesión, en mi todo, en mi razón de ser. Su amor era como una droga que me consumía por completo, que me
DANISHKA.Me encontraba en mi habitación, aún perpleja por la intensidad de los acontecimientos que habían tenido lugar en la capilla. Observaba a Roman de rodillas frente a mí, mi mente llena de turbulencia mientras él me hacía una propuesta que desafiaba todas mis expectativas.— Lo siento, Roman, pero no puedo aceptar — dije, tratando de ocultar la confusión que sentía mientras nuestros ojos se encontraban, los suyos llenos de súplica —. Si esto es por el… por el sexo extraordinario que tuvimos hace rato, no tienes que verte obligado. No soy una niña.Roman parecía desesperado por convencerme.— No se trata solo del sexo, Dani — respondió, su voz resonando con sinceridad —. Desde el momento en que te conocí, supe que estábamos destinados a estar juntos. Estoy enamorado de ti. ¿Por qué crees que me tomo tantas molestias, pajarita?Sus palabras me dejaron aturdida. Nunca había imaginado que pudiera sentir algo así por mí. Me aparté un poco, mis ojos cristalizados por la sorpresa, y
Me desperté tarde, sintiendo el sol golpear fuertemente a través de la ventana de mi habitación. Un rápido vistazo al reloj confirmó mis temores: había dormido mucho más de lo que planeaba. Maldiciendo en voz baja, salté de la cama y me apresuré hacia el baño. El agua caliente de la ducha me ayudó a despertarme por completo mientras me lavaba rápidamente el cuerpo. Cinco minutos más tarde, salí corriendo, envuelta en una toalla, y me dirigí a mi armario en busca del uniforme habitual. Sabía que había descuidado mi deber de vigilar, y eso me preocupaba profundamente. Necesitaba retomarlo cuanto antes. Me vestí a toda prisa, apenas tomándome el tiempo para cepillar mi cabello y cubrirlo con el velo. Bajé las escaleras con rapidez, el sonido de mis pasos resonando en el aire. Una de las hermanas se me acercó en ese momento, su rostro serio mientras tomaba mi mano con la suya. Al mismo tiempo, Roman ingresaba con su porte serio pero coqueto de sacerdote, y sentí un nudo en el estómago a
Permanecí en ese lugar un par de horas, hasta que decidí salir. Subí a la camioneta del convento y me puse en marcha. Roman había estado llamando insistentemente, pero al menos me dio mi espacio y no vino hasta aquí para buscarme; sin embargo, estaría bueno que lo hiciera.En ese momento, otro llamaba entraba, y cuando vi su nombre en la pantalla, sonreí por instinto para después contestar.— Hmm — Solo eso di como respuesta.— ¿Cómo que hmm? ¿Has visto la hora, pajarita? Ya se hizo noche y aun no estás aquí — manifiesta.— Estuve en el refugio — respondí —, pero ya estoy en camino. Nada que tus hombres no te hayan informado.Porque sí, era conscientes que los hombres de Roman me custodiaban.— ¿Cómo quieres que te espere? Vestido de sacerdote para bendecirte o completamente desnudo en tu diminuta cama — dice, y no puedo contenerme a soltar una carcajada que sale de mi alma.¿Acaso este hombre no puede simplemente dejar de bromear con eso de las bendiciones?— Estás loco.— Haré que s
ROMANPresionaba fuerte el celular en la oreja, esperando a que ella no cortara, per estaba claro que lo tenía en voz alta. El terror me inundó mientras escuchaba sus palabras, cada una de ellas una puñalada en mi alma. Mi mente giraba, incapaz de procesar la idea de perderla.El eco de su caída resonó en mis oídos, dejando un vacío insondable en mi corazón. No había tiempo que perder. Di órdenes rápidas a mis hombres mientras me apresuraba hacia el acantilado, la necesidad de salvarla impulsándome hacia adelante como una fuerza imparable.Cuando llegamos al borde del precipicio, la vista me dejó sin aliento. Danishka estaba atrapada en el vehículo, herida y débil, pero luchando con todas sus fuerzas por mantenerse con vida. Ella no gritaba, y conociéndola, estaba seguro que se estaba concentrando en respirar antes que caer en la desesperación.La impotencia se apoderó de mí mientras observaba la escena, mi corazón retorciéndose en agonía. No me importaba lo que pensaran mis hombres,
— ¿Cómo que de ese hospital? — rugí molesto.— Puede ser Vladimir. Él siempre está ahí con Marta — sospecha Saúl, con una seriedad inmutable. Se nota que está ansioso por la situación, y yo también lo estaría con los daños que nos está ocasionando esta basura —. Solo digo, pero seguiré investigando.Sin embargo, a mí se me ha encendido una lámpara, y aunque no estoy segura de que pueda ser; voy a apostar por ese lado. Tendría mucho sentido.La puerta se abre y el médico sale.— ¿Cómo está ella? ¿Está bien? — pregunté desesperado, olvidándome completamente de lo que pasaba a mi alrededor.La verdad, no me importaba.— Sufrió golpes muy severos, pero logramos mantenerla estable por el momento. — Su rostro no mostraba signos de estar tranquilo.— ¿Qué más?— Como le dije, está estable; sin embargo, sufrió dos infartos en el quirófano. Las próximas horas son cruciales — respondió.— ¿Y su pierna? — escuché a Saúl preguntar.— Logramos salvarla, pero necesitará ayuda profesional — asentí.
DANISHKA.El susurro de la noche se filtraba por las ventanas entreabiertas, creando un aura de calma en la habitación. Roman yacía allí, su cabeza apoyada sobre el colchón, mientras mis dedos se deslizaban suavemente por su cabello. Cada caricia era un intento de calmar la tormenta que rugía dentro de él.— Lamento no poder protegerte mejor — susurró Roman, su voz cargada de pesar —. En verdad, lamento no hacerlo. Quisiera prometerte que… que puedo, pero a veces se me escapa de las manos.Sentí un nudo en mi garganta al escuchar sus palabras. No era su culpa, nunca lo había sido. Quise levantarme, decirle que no tenía por qué disculparse, pero sus ojos se encontraron con los míos antes de que pudiera moverme.— No es tu culpa, Roman — respondí con voz suave pero firme—. Sé que hay más en juego, más personas que quieren vernos mal.El dolor y la preocupación brillaban en sus ojos, como estrellas en una noche sin luna. Me dolía verlo así, tan vulnerable y roto por dentro. Pero esta vez