Salí temprano esa mañana, sabiendo que el día sería largo y lleno de desafíos. Pese a que Roman no estaba de acuerdo a que salga fuera de la fortaleza, yo estaba decidida a hacerlo, y no porque no estuviera consciente del peligro, al contrario, lo estaba, pero no era una cobarde que se escondería. Vivo es este mundo y hay que afrontarla sea cual sea el resultado.Me esperaba un viaje al orfanato que ahora estaba bajo mi cuidado, y Lucía se había ofrecido a acompañarme. Nuestros hombres ya estaban posicionados para cuidar nuestras espaldas, como siempre hacían en cada uno de nuestros meticulosos movimientos.Mientras éramos conducidas, noté que Lucía tenía el ceño fruncido.— ¿Qué sucede? — le pregunté, preocupada —. Pareces extraña.— Siento una vibra algo rara — respondió ella, observando atentamente el entorno —. Algunos rostros nuevos.— Seguridad contratada por mi esposo. Después de la última vez ha contratado más, ya hasta parecen una muralla — intentando aligerar el ambiente, pe
La habitación estaba oscura y el aire era espeso, cargado de un olor metálico que no podía identificar del todo. Podía sentir el miedo recorriendo mi piel como una corriente eléctrica, pero sabía que tenía que mantenerme fuerte, por mi hijo, por Lucía. Ella estaba desfalleciendo, su respiración era cada vez más superficial y podía ver cómo sus párpados se cerraban lentamente.— ¡Lucía! — grité, sacudiéndome, como si con eso pudiera alcanzarla —. ¡No te duermas, por favor! Necesito que te mantengas despierta.Pero mis palabras parecían no llegarle. Estaba tan débil, su cuerpo apenas respondía. De repente, la puerta se abrió de golpe y tres hombres entraron, sus pasos resonando en el suelo de cemento. Antes de que pudiera reaccionar, dos de ellos la tomaron por los brazos y la arrastraron a otra silla frente a mí.— ¡Suéltenla! — grité desesperada, luchando contra mis propias ataduras —. ¡No le hagan más daño!Mis palabras cayeron en oídos sordos. La colgaron delante de mí, sus muñecas
ROMANLa casa estaba en silencio cuando escuché la puerta principal abrirse de golpe. Me levanté del sofá rápidamente, dejando caer el libro que estaba leyendo. El corazón me latía con fuerza, una sensación de inquietud se apoderaba de mí. Me dirigí hacia la entrada, esperando ver a mi esposa, pero en su lugar, apareció Saúl, completamente golpeado.— ¡Dios mío, Saúl! — exclamé, corriendo hacia él —. ¿Qué demonios te ha pasado?Saúl apenas podía mantenerse en pie. Su rostro estaba cubierto de moretones, un corte profundo cruzaba su ceja izquierda, y su ropa estaba rasgada y ensangrentada. Lo ayudé a sentarse en una silla del comedor, tratando de mantener la calma a pesar del pánico que se apoderaba de mí.— ¿Dónde está ella? ¿Dónde está Dani? — pregunté, la desesperación evidente en mi voz.Saúl levantó la cabeza con dificultad, sus ojos llenos de dolor y culpa.— Nos tendieron una trampa, Román — dijo con voz entrecortada —. Íbamos camino al orfanato cuando nos atacaron. Lucía... Lucí
Mientras yo me comunicaba con Vladimir, escuchaba que mi tío le hacía preguntas a Saúl, y este simplemente mantenía un rostro sereno. No entendía exactamente por qué de repente mi tío comenzó a dudar de él.— Primero, necesitamos averiguar más sobre lo que realmente pasó — dijo mi tío —. Saúl, ¿recuerdas algo más? ¿Algo que pudiera darnos una pista sobre dónde están ahora?Saúl se frotó la cabeza, como si tratara de recordar detalles.— Nada. Solo recuerdo eso — Saúl me miró —. Lo siento Roman… yo debí ser más atento.— Sí, debiste serlo — respondí molesto, en el momento en que me contestaba la m*****a llamada el ruso —. Al fin contestas.— Parece que estamos de mal humor por ahí — respondió irónico.Miré a Saúl y a mi tío y me alejé.— La zorra de tu mujer secuestró a la mía — solté y un silencio se formó al otro lado de la línea.— Dime que necesitas y allí estaré — sonreí.— Hombres — mascullé.— ¿Por qué m****a necesitas hombres? ¿Acaso los tuyos renunciaron? — cuestionó burlesco.
— ¿Qué se siente ver morir a tu mujer frente a tus ojos? — cuestionó con altanería Marta.Vladimir no paraba de mirarla. Estudiar sus movimientos. Sus nudillos se volvían blancos por la presión que ejercía en su arma. Él, más que nadie, quería matarla.— Yo conseguiste el suero. ¿Qué más quieres? — pregunté —. ¿Él es otra de tus marionetas?Aquella pregunta molestó al hombre al que ninguno de los dos conocía.— Soy su esposo — Se auto presentó el imbécil.— Así que por esta deformidad me has cambiado — murmuró Vladimir —. ¿Qué se siente caer tan bajo?El sujeto levantó su arma y apuntó a Vlad, yo seguía apuntando a Marta, y ella, por ende, apuntaba a mi mujer, junto con otros sujetos más.— Admito, que esperaba que nuestros hombres sean más letales, pero al parecer, nadie puedo con el carnicero. Con el Don de la Mafia. Ridículos — masculló la mujer —. Sé perfectamente que no saldremos vivos de aquí, pero…— Ustedes no saldrán vivos de aquí — interrumpí.El hombre soltó una carcajada y
DANISHKA.Eran las siete de la tarde y me encontraba sentada en la sala, mirando distraídamente la televisión. Había sido un día tranquilo en el orfanato y los nuevos guardaespaldas que Roman contrató parecían estar haciendo un buen trabajo cuidando de mí.De repente, escuché la puerta abrirse y supe que era Roman llegando de su recorrido rutinario, observando los almacenes. Sonreí cuando lo vi entrar y se acercó para saludarme con un beso suave en los labios.— ¿Cómo estás, mi amor? — preguntó con esa voz grave que tanto me gusta.— Bien, ha sido un día tranquilo — respondí, acariciando su mejilla —. ¿El tuyo qué tal?— Cansador. Sin Saúl haciéndose cargo, todo se torna más difícil — responde.Saúl. Hablar de él se había prácticamente prohibido en la casa. Nadie siquiera menciona su nombre ni por error. Después de todo lo que habíamos pasado, la muerte de Saúl y la de Lucía, cada uno de nosotros llevábamos nuestro luto de una manera personal. Pero cuando llegaba la noche y estábamos
DANISHKA.Varios meses habían pasado desde que descubrí que estaba embarazada. La emoción y el nerviosismo de esos primeros días se habían transformado en una rutina de espera ansiosa. Ahora, sentada en el salón de mi casa, sentía que todo estaba a punto de cambiar. El sol de la tarde se filtraba por las cortinas y el reloj en la pared marcaba las cuatro y media. De repente, un dolor agudo recorrió mi abdomen. Solté un pequeño gemido y llevé la mano a mi vientre, tratando de calmar la sensación. Pero las contracciones no cedían, al contrario, se intensificaban con cada segundo que pasaba.— ¡Ayuda! — grité, tratando de levantarme del sofá. Las piernas me temblaban y apenas podía mantener el equilibrio —. ¿Por qué carajos duele tanto?Justo en ese momento, la puerta se abrió y apareció el tío de Roman. Él había venido a visitarnos y al verme en ese estado, comprendió de inmediato lo que estaba sucediendo. Sin decir una palabra, se acercó rápidamente a mí y me ayudó a mantenerme en pie.
DANISHKA"Volveré por ti."Esa era la frase que, año tras año se repetía en mi cabeza, como un disco rayado de una canción que no conocía. Había un pasado, un pasado que decidí dejarlo allí, al no obtener una respuesta. El sol ardía en el cielo, pero dentro de mí, un frío intenso me recorría las entrañas. Hoy, al despertar, sentí un peso extra en mi pecho, como si una sombra se hubiera posado sobre mí, augurando desgracias. Mis manos temblaban mientras me preparaba para mi día habitual en la prisión. Como monja, mi deber era visitar estos lugares, para llevar consuelo y esperanza a aquellos que parecían haber perdido todo. Sin embargo, en esta ocasión, mi corazón estaba lleno de un presentimiento oscuro. La Hermana Superiora, siempre atenta a las necesidades de las hermanas bajo su cuidado, notó mi inquietud. Me detuvo en el pasillo con una mirada de preocupación en sus ojos bondadosos. — ¿Qué sucede, Danishka? — preguntó con voz suave, pero firme —. Pareces perturbada esta mañana